Pintura prehístorica de la cueva de Lascaux, en Francia.
Para las comunidades paleolíticas, el entorno natural tenía gran importancia, ya que de él dependía la supervivencia del grupo. La naturaleza era sagrada y los seres humanos se consideraban parte de la misma. El resppeto por el ecosistema se reflejaba en sus ritos, que tenían como finalidad la conservación de la fauna y la flora de las que se alimentaban.
Por ejemplo, estaba prohibido matar animales hembras que estuviesen en período de cría. Se piensa que nunca cazaban como entretenimiento, ni en mayor cantidad de lo que necesitaban. Creían que hacer eso era enfrentarse a los espíritus protectores de los animales, por lo que podrían sufrir un castigo en el futuro.
Los cazadores-recolectores vivían en grandes territorios por los que se desplazaban en busca de caza. Los grupos no eran muy numerosos: no sólían superar las treinta personas. Evitaban explotar excesivamente los recursos de la naturaleza, viviendo en armonía con ella y controlando el tamaño del grupo. Intentaban mantener el equilibrio con el entorno por medio de los rituales y la religión, ya que al creer sagrada a la naturaleza protegían el medio ambiente y, por tanto, también a ellos mismos.
Pintura prehistórica de la cueva de Monte Gorbea, Vitoria, que representa una mano.
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