(Del latín: Amalrici, Amauriani).
El amalricianismo es una secta herética fundada a finales del siglo XII por Amaury de Bène o de Chartres (lat., Amalaricus, Amalricus, Amauricus ), clérigo y profesor de la Universidad de París, quien murió entre 1204 y 1207. Los amalricianos, igual que su fundador, profesaban una suerte de panteísmo y sostenían como principio básico de su doctrina que Dios y el universo eran lo mismo; que Dios es todas las cosas y que todas las cosas son Dios. Naturalmente, esto los conducía a negar la Transubstanciación; confundir el bien con el mal, ya que las acciones buenas y las llamadas pecaminosas (v. pecado) son indistintamente obra de Dios; así como al consiguiente rechazo de las leyes de la moral (v. moralidad).
Por otra parte, sostenían peculiares puntos de vista sobre la Trinidad, distinguiendo tres períodos en la economía Divina respecto del hombre: el reinado del Padre, encarnado en Abrahán, que duró hasta el advenimiento de Jesucristo; el reinado del Hijo, encarnado en María, que había perdurado hasta ese momento; y el reinado del [[Espíritu Santo] el cual desde los comienzos del siglo XII debía persistir hasta el final de los tiempos. A diferencia del Padre y del Hijo, el Espíritu Santo iba a encarnarse, no sólo en un individuo sino en todos y cada uno de los miembros de la raza humana. Más aun, así como el antiguo Testamento habría perdido su eficacia con la venida de Cristo, así, en la venida del Espíritu Santo, la ley del Evangelio sería suplantada por la conducción interior del Espíritu Santo, presente en cada alma humana. En consecuencia, rechazaban los sacramentos por obsoletos e inútiles. Aquellos en quienes el Espíritu Santo ya había hecho su morada debían llamarse “espiritualizados”, y se suponía que ya gozaban de la vida de la Resurrección. Los signos de esta iluminación interior eran el rechazo de la fe y la esperanza, por considerar que mantenían al alma en la oscuridad, y la aceptación, en su lugar, de la luz del conocimiento positivo. De esto se deducía que su paraíso consistía en el conocimiento y la adquisición de nuevas verdades, mientras que la ignorancia, consistente en la adhesión al antiguo orden de cosas, era para ellos substituto del infierno.
Los amalricianos, aunque incluían en sus filas a muchos sacerdotes y clérigos, lograron durante un tiempo propagar sus errores sin ser detectados por las autoridades eclesiásticas. Por fin, los esfuerzos de Pedro, Obispo de París y del Caballero Guérin, asesor del rey, quienes habían recibido información secreta del asunto, pusieron en descubierto los manejos de la secta, y sus jefes y prosélitos fueron arrestados.
En el año 1210, se reunió una asamblea de obispos y doctores de la Universidad de París para tomar medidas conducentes al castigo que merecían. Los conversos ignorantes, incluidas muchas mujeres, fueron perdonados. Cuatro de los jefes fueron condenados a prisión perpetua. Otros diez, sacerdotes y clérigos, que habían rehusado con pertinacia retractarse de sus errores, fueron degradados en público y luego entregados al brazo secular para finalmente morir en la hoguera. Cinco años después (1215) se prohibió la lectura pública o privada de los escritos de Aristóteles, que habían sido distorsionados por los sectarios con el fin de apoyar su herejía. Respecto del alcance de esta prohibición, véase Universidad de París.
El mismo Amaury, que ya había muerto algunos años atrás, no pudo escapar al castigo por su herejía. Además de haber sido incluido en la misma condena que sus discípulos, recibió una especial sentencia de excomunión contra él. Sus huesos fueron exhumados y arrojados fuera del suelo sagrado. Su doctrina recibió nuevamente el anatema del Papa Inocencio III en el Cuarto Concilio de Letrán (1215) como “locura más que herejía”, y el Papa Honorio III condenó (1225) la obra de Escoto Erígena “De Divisione Naturæ”, a la cual se consideraba fuente de inspiración para Amaury en los comienzos de su herejía.
Bibliografía: CHOLLET, en Dict. De théol. Cath., S.V. ; DENIFLE, Chartularium, I, 70, 107; Bæumker, Ein Traktat gegen die A. in Jahrb .f. Phil .u .spek .Theol. (1893); UEBERWEG, Gesch. D. Phil. (9 th ed.), II, 222, DE WULF, Hist. De la philosophie médiévale (Louvain, 1905).
John Joseph A'Becket
Trascripción de W.G. Kofron
Traducción de Estela Sánchez Viamonte Revisado y corregido por Luz María Hernández Medina.
El amalricianismo es una secta herética fundada a finales del siglo XII por Amaury de Bène o de Chartres (lat., Amalaricus, Amalricus, Amauricus ), clérigo y profesor de la Universidad de París, quien murió entre 1204 y 1207. Los amalricianos, igual que su fundador, profesaban una suerte de panteísmo y sostenían como principio básico de su doctrina que Dios y el universo eran lo mismo; que Dios es todas las cosas y que todas las cosas son Dios. Naturalmente, esto los conducía a negar la Transubstanciación; confundir el bien con el mal, ya que las acciones buenas y las llamadas pecaminosas (v. pecado) son indistintamente obra de Dios; así como al consiguiente rechazo de las leyes de la moral (v. moralidad).
Por otra parte, sostenían peculiares puntos de vista sobre la Trinidad, distinguiendo tres períodos en la economía Divina respecto del hombre: el reinado del Padre, encarnado en Abrahán, que duró hasta el advenimiento de Jesucristo; el reinado del Hijo, encarnado en María, que había perdurado hasta ese momento; y el reinado del [[Espíritu Santo] el cual desde los comienzos del siglo XII debía persistir hasta el final de los tiempos. A diferencia del Padre y del Hijo, el Espíritu Santo iba a encarnarse, no sólo en un individuo sino en todos y cada uno de los miembros de la raza humana. Más aun, así como el antiguo Testamento habría perdido su eficacia con la venida de Cristo, así, en la venida del Espíritu Santo, la ley del Evangelio sería suplantada por la conducción interior del Espíritu Santo, presente en cada alma humana. En consecuencia, rechazaban los sacramentos por obsoletos e inútiles. Aquellos en quienes el Espíritu Santo ya había hecho su morada debían llamarse “espiritualizados”, y se suponía que ya gozaban de la vida de la Resurrección. Los signos de esta iluminación interior eran el rechazo de la fe y la esperanza, por considerar que mantenían al alma en la oscuridad, y la aceptación, en su lugar, de la luz del conocimiento positivo. De esto se deducía que su paraíso consistía en el conocimiento y la adquisición de nuevas verdades, mientras que la ignorancia, consistente en la adhesión al antiguo orden de cosas, era para ellos substituto del infierno.
Los amalricianos, aunque incluían en sus filas a muchos sacerdotes y clérigos, lograron durante un tiempo propagar sus errores sin ser detectados por las autoridades eclesiásticas. Por fin, los esfuerzos de Pedro, Obispo de París y del Caballero Guérin, asesor del rey, quienes habían recibido información secreta del asunto, pusieron en descubierto los manejos de la secta, y sus jefes y prosélitos fueron arrestados.
En el año 1210, se reunió una asamblea de obispos y doctores de la Universidad de París para tomar medidas conducentes al castigo que merecían. Los conversos ignorantes, incluidas muchas mujeres, fueron perdonados. Cuatro de los jefes fueron condenados a prisión perpetua. Otros diez, sacerdotes y clérigos, que habían rehusado con pertinacia retractarse de sus errores, fueron degradados en público y luego entregados al brazo secular para finalmente morir en la hoguera. Cinco años después (1215) se prohibió la lectura pública o privada de los escritos de Aristóteles, que habían sido distorsionados por los sectarios con el fin de apoyar su herejía. Respecto del alcance de esta prohibición, véase Universidad de París.
El mismo Amaury, que ya había muerto algunos años atrás, no pudo escapar al castigo por su herejía. Además de haber sido incluido en la misma condena que sus discípulos, recibió una especial sentencia de excomunión contra él. Sus huesos fueron exhumados y arrojados fuera del suelo sagrado. Su doctrina recibió nuevamente el anatema del Papa Inocencio III en el Cuarto Concilio de Letrán (1215) como “locura más que herejía”, y el Papa Honorio III condenó (1225) la obra de Escoto Erígena “De Divisione Naturæ”, a la cual se consideraba fuente de inspiración para Amaury en los comienzos de su herejía.
Bibliografía: CHOLLET, en Dict. De théol. Cath., S.V. ; DENIFLE, Chartularium, I, 70, 107; Bæumker, Ein Traktat gegen die A. in Jahrb .f. Phil .u .spek .Theol. (1893); UEBERWEG, Gesch. D. Phil. (9 th ed.), II, 222, DE WULF, Hist. De la philosophie médiévale (Louvain, 1905).
John Joseph A'Becket
Trascripción de W.G. Kofron
Traducción de Estela Sánchez Viamonte Revisado y corregido por Luz María Hernández Medina.
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