Guía de la Basílica de Santa María de los Arcos de Tricio, La Rioja
Introducción
La basílica de Santa María de los Arcos se encuentra en la localidad riojana de Tricio, un municipio muy cercano a Nájera, a unos 30 km. de Logroño. Se trata del monumento religioso más antiguo de toda La Rioja, y un importante ejemplo de arquitectura altomedieval hispana. El valor histórico-artístico del edificio y de los restos conservados en su interior fueron el principal motivo por el que en el año 1978 fue declarado Monumento Nacional.
Los orígenes de la basílica: cronología constructiva
No están claras las fechas de la construcción de la basílica, a pesar de que en los últimos años se han sucedido las campañas de excavaciones arqueológicas y de restauración que han dado lugar a varios estudios e interpretaciones.
¿Paleocristiana, visigoda o de repoblación?
Mientras que tradicionalmente se había fechado en el siglo V o VI, en época paleocristiana o visigoda, los recientes estudios de los profesores Caballero, Arce y Utrero la retrasan hasta el periodo de la reconquista, a los siglos IX o incluso X, fundamentalmente por razones técnicas e históricas. Pero en realidad esta cronología tan sólo es una hipótesis, dado que no se ha podido encontrar ningún elemento que permita establecer con seguridad las fechas de construcción.
La documentación en este caso no ayuda, pues la primera vez que el edificio se cita es a mediados del siglo XI, en un documento en donde se describen las posesiones del monasterio de Santa María de Nájera entre las cuáles se mencionan unas tierras cercanas a Santa María de los Arcos.
Algunos autores, como Andrés Valero, han indicado que la iglesia responde a la adaptación al culto cristiano de un antiguo mausoleo romano edificado en el siglo I d. C. a las afueras de la ciudad de Tritium Magallum. Este edificio funerario se ubicaría en la zona del ábside, y en el siglo V se adaptaría como templo cristiano.
Sin embargo el estudio de Caballero, Arce y Utrero que ya hemos mencionado pone en duda la existencia de esta construcción romana, indicando que lo que puede verse en la cabecera son tan sólo algunos restos de una basílica paleocristiana construida con materiales romanos, y de la que de la que tan sólo se han conservado algunos sillares del punto de arranque de la bóveda en el lienzo occidental del ábside.
El análisis de la arquitectura evidencia que la construcción del edificio se ejecutó en dos fases diferentes. Por un lado se encuentra la zona del ábside, que se realizó con gruesos sillares de piedra reutilizados de un edificio romano, y cubierto con una cúpula de pechinas, elaborada con piedra toba.
Las tres naves del cuerpo de la basílica corresponden a una segunda fase constructiva, y seguramente sustituyeron a un edificio anterior, que podría tener una o tres naves. Aquí se siguen reutilizando materiales romanos, pero a simple vista puede verse como el aparejo de los muros es más pequeño e irregular que en la zona de la cabecera.
La iglesia en el periodo altomedieval constaría de tres naves de diferente altura, rematadas en un único ábside cuadrangular, y cuya estructura se traduciría al exterior con una cubierta de madera a dos aguas en la central y a una en las laterales. Seguramente habría ventanas en el muro que marcaba la diferencia de altura entre las naves laterales y la central, y esta última se remataba con un único ábside cuadrangular.
Las alteraciones del edificio en la Edad Media
El aspecto original de esta basílica era bastante diferente del actual, pues el primitivo edificio altomedieval ha sufrido diversas transformaciones a lo largo de los siglos.
El 8 de noviembre de 1181 el obispo de Calahorra Rodrigo de Cascante consagró la basílica como iglesia y en este momento debieron realizarse algunas intervenciones importantes, como la reconstrucción completa del muro meridional del edificio. El obispo depositó en este momento un cofre con el documento de consagración y las reliquias de algunos santos, que seguramente se instaló debajo del altar, y que se menciona en documentos posteriores, aunque no ha llegado hasta nuestros días.
En la centuria siguiente, a finales del siglo XIII o quizás en los primeros años del XIV, se abrió en el ábside el nicho que acoge en la actualidad la copia de la talla de la Virgen de Santa María de los Arcos, y se decoraron los muros de la cabecera con pinturas al fresco, aunque algunos autores han adelantado su cronología hasta el siglo XII, relacionándolas con el maestro de Pedret, autor de los frescos de Sant Pere de Àger. En este momento también se abrieron dos vanos de acceso al exterior en los muros norte y sur, en el cuarto tramo de las naves.
Intervenciones en la Edad Moderna
En los siglos XV y XVI las transformaciones en el edificio se fueron sucediendo. Además de la construcción de algunas dependencias en el exterior, se emprendió la construcción de dos claustros de los que nada se ha conservado más allá de su mención en los documentos.
La agresiva transformación del siglo XVIII
Pero fue a comienzos del siglo XVIII, entre 1700 y 1703 aproximadamente, cuando la basílica altomedieval sufrió la agresiva intervención que ha dado lugar a la ermita que configura su aspecto actual. En este momento se añadieron tres estancias en la cabecera, y se abrieron además vanos de acceso a estas salas, destruyendo una parte del ciclo pictórico. En la estancia central se instaló un pequeño altar y un retablo barroco de madera policromada. También se amplió el tamaño del nicho que se había abierto en el siglo XIII, destruyendo de nuevo una parte de la policromía original y se amplió el arco de acceso al ábside.
Las pinturas de la cabecera se cubrieron con un revoco de yeso, ocultándolas por completo hasta que, por casualidad, se descubrieron en el año 1979. Encima de las naves laterales y de las tres estancias de la cabecera, se construyó un segundo piso, de forma que desde el exterior se enmascaró la planta basilical. Todo esto ocultó la verdadera naturaleza del edificio, creando el aspecto de iglesia salón con un tejado a dos aguas que cubre todo el diámetro. Se sustituyó la estructura de madera que cubría la nave central por la actual bóveda de medio cañón con lunetos, e igualmente se cambió la configuración las naves laterales, en donde se colocaron bóvedas de arista, todas ellas cubiertas con yeserías de escayola barrocas. Para acceder a la parte superior se construyó una escalera a los pies del edificio, que permite también el acceso al coro, instalado en este momento en el tramo occidental de la nave central. En el exterior se construyó una pequeña espadaña que acoge a las campanas, sobre la fachada de los pies.
Las últimas excavaciones y restauraciones
Ya a mediados del siglo XX se encalaron los tres muros exteriores, para preservarlos del deterioro que acuciaban debido a los estragos del paso del tiempo.
En el último tercio del siglo comenzaron las campañas de restauración y las excavaciones arqueológicas que, con mayor o menor fortuna, han dado lugar a la configuración actual del edificio.
El exterior del edificio
El exterior del edificio es sobrio, y nada hace presagiar la importancia artística y la belleza de su interior.
Ni siquiera parece un edificio altomedieval, sus fachadas son lisas y sin ornamentación, más allá de una pequeña espadaña barroca en su fachada principal, situada a los pies del edificio. Este lienzo es el único que deja ver el material con el que se encuentra construido el edificio, pues el resto se encuentra encalado. En el costado meridional se ubica el cementerio municipal de Tricio. Se accede al interior por un vano situado en esta fachada, con forma de sencillo arco de medio punto. Por encima del mismo, otros tres vanos de medio punto, el central más ancho y alto que los laterales, actúan a modo de ventanas para filtrar la luz al interior.
El interior
El interior tiene una sencilla planta basilical con tres naves de igual altura, que desembocan en una cabecera recta. Las tres naves de seis tramos se separan por medio de dos filas de gruesas columnas de piedra arenisca, con sus correspondientes basas, fustes con acanaladuras y capiteles corintios, reutilizados de un edificio romano y dispuestos de forma arbitraria, lo que le confiere un aire de monumentalidad desproporcionada.
Sobre éstos descansan unos toscos arcos formeros de medio punto realizados con piedra toba. Realmente no tuvo que suponer mucho esfuerzo trasladar y utilizar todos estos materiales, dado que la ciudad romana de Tritium Magallum, que comprendía tanto los territorios de la localidad actual de Tricio como la de Nájera, se encontraba a 500 metros.
El enorme diámetro de los fustes de las columnas es un indicador del tamaño que debía tener el edificio original de donde fueron sacados. Los arcos que se apoyan sobre ellas son de época altomedieval. La nave central se cubre con bóveda de medio cañón con lunetos y las laterales con bóvedas de arista adornadas con yeserías.
Las pinturas murales de la cabecera
En la cabecera pueden apreciarse restos de pinturas de finales del XIII, realizadas en época tardorománica. Aunque han llegado hasta nosotros muy deterioradas, todavía pueden identificarse algunas escenas del ciclo de la Pasión en la parte superior, mientras que en el nivel inferior hay una decoración formada por motivos geométricos.
En el lado norte puede verse la Entrada en Jerusalén -de la que tan sólo se conserva una palmera, un rostro y un arco que debía pertenecer a la vista de la ciudad, debido en parte a la construcción de un vano de acceso a la sacristía- y la Última Cena.
En el lienzo oriental se representa el Lavatorio de pies, el Prendimiento, la Flagelación -cuya escena también se cortó cuando se amplió el nicho que acoge la talla de la Virgen de Santa María de los Arcos-, y la Crucifixión.
No se ha conservado ningún resto de las pinturas del muro meridional, en donde seguramente hubiera escenas de la Resurrección. Todas ellas debieron de realizarse encima de la policromía original de época paleocristiana. Este espacio se cubre con una cúpula baída de piedra toba sobre pechinas, que arranca de un friso de arquillos, de una forma muy similar a la que puede verse en el cercano martirium de Santa Coloma (La Rioja).
Los restos musivarios
En el ábside también se conservan algunos restos del mosaico con el que se debió de cubrir la primera iglesia paleocristiana a la que nos referiremos después, y que es uno de los pocos ejemplos musivarios altomedievales conservados en la Península Ibérica, junto con el del mausoleo de Santiago de Compostela, también finales del siglo IX. Se asienta sobre unos cantos rodados, y su decoración debía estar formada por motivos geométricos, en tonos azules y parduzcos.
Los sepulcros y enterramientos
Durante las campañas de excavaciones que se realizaron en la década de los 80 aparecieron en el subsuelo una cantidad considerable de sepulcros y estelas funerarias de época romana, que fueron reutilizadas para enterramientos cristianos.
También aparecieron sepulturas de época medieval. De todas ellas destaca un resto de una estela realizado en mármol de Carrara, y con un crismón, siendo la única de estas características que puede verse en La Rioja.
Gracias a la instalación de un suelo metálico, el visitante puede pasear por encima de todo esto, para contemplar la riqueza artística de estos restos.
La talla de la Virgen de Santa María de los Arcos
En un nicho que se abre al presbiterio puede verse una copia de la talla de la Virgen de los Arcos, cuyo original se conserva en la iglesia parroquial de Tricio. Es una imagen gótica, realizada seguramente en el siglo XIV, pero que ha sido objeto de sucesivas transformaciones a lo largo de los siglos, por lo que a mediados de la pasada centuria se restauró, teniendo que volver a hacerla prácticamente por completo.
(Autor del texto del artículo de ARTEGUIAS:
Víctor López Lorente)
Víctor López Lorente)
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