En el NT numerosos personajes reciben el título de apóstol: los
doce discípulos escogidos por Jesús para fundar su Iglesia
Mt 10,2 Ap 21,14, así como Pablo, Apóstol de las
naciones por excelencia
Rm 11,13, son bien conocidos. Pero hay además, según el uso
constante de Pablo mismo, «los otros apóstoles, y los hermanos del
Señor, y Cefas... y Bernabé».
1Cor 9,5s, todos los cuales llevan el
mismo titulo; junto a Pedro y a los doce tenemos a «Santiago y los
apóstoles»
1Cor 15,5ss Gal 1,19, para no hablar del carisma del
apostolado
1Cor 12,28 Ef 4,11, ni de los «falsos profetas» y los
«archiprofetas» denunciados por Pablo
2Cor 11,5.13 12,11. Un
uso tan extendido de este titulo plantea un problema: ¿qué relación
hay entre estos diferentes «apóstoles»? Para resolverlo, a falta de
una definición neotestamentaria del apostolado que convenga a
todos, hay que situar en su propio lugar a los diferentes personajes
que llevan este titulo, después de haber recogido las indicaciones
concernientes al término y a la función no específicamente cristiana.
El sustantivo apostolos es ignorado por el griego literario (si se
exceptúa a Heródoto y a Josefa, que parecen reflejar el lenguaje
popular), pero el verbo del que deriva (apostel lo), enviar, expresa
bien su contenido; éste se precisa mediante las analogías del AT y
las costumbres judías. El AT conocía el uso de los embajadores que
deben ser respetados como el rey que los envía
2Sa 10; los
profetas ejercen
misiones del mismo orden
Is 6,8 Jer 1,7 Is 61,1ss, aun cuando no reciben nunca el titulo de apóstol. Pero el
judaismo rabínico, después del año 70, conoce la institución de
enviados (seli hîn),cuyo uso parece muy anterior, según los textos
mismos del NT. Pablo pide cartas para las sinagogas de Damasco,
con objeto de perseguir a los fieles de Jesús
Act 9,2 p: es un
delegado oficial provisto de credenciales oficiales
Act 28,21 s.
La Iglesia sigue esta costumbre cuando de Antioquía y de Jerusalén
envía a Bernabé y a Silas con sus cartas
Act 15,22, o hace a
Bernabé y a Pablo sus delegados
Act 11,30 13,3 14,26 15,2;
Pablo mismo envía a dos hermanos que son los apóstoles de las
Iglesias
2Cor 8,23. Según la palabra de Jesús, que tiene
antecedentes, en la literatura judía, el apóstol representa al que le
envía: «El servidor no es mayor que su amo, ni el apóstol mayor que
el que lo ha enviado».
Jn 13,16.
Así, a juzgar por el uso de la época, el apóstol no es en primer
lugar un misionero, o un hombre del Espíritu, y ni siquiera un
testigo:
es un emisario, un delegado, un plenipotenciario, un embajador.
El apostolado, antes de dar derecho a un titulo, fue una función.
En efecto, sólo al cabo de una lenta evolución, el circulo restringido
de los doce heredó en forma privilegiada el titulo de apóstoles
Mt 10,2, designación que acabó por atribuirse, tardíamente sin duda, a
Jesús mismo
Lc 6,13. Pero si este titulo de honor pertenece sólo a
los doce, se ve también que otros con ellos ejercen una función que
puede calificarse de «apostólica».
Desde el principio de su vida pública quiso Jesús multiplicar su
presencia y propagar su mensaje por medio de hombres que fueran
como él mismo. Llama a los cuatro primeros discípulos para que sean
pescadores de hombres
Mt 4,18-22 p; escoge a doce para que
estén «con él» y para que, como él, anuncien el evangelio y expulsen
a los demonios
Mc 3,14 p; los envia en
misión a hablar en su
nombre
Mc 6,6-13 p, revestidos de su autoridad: «El que os recibe
a vosotros, a mí me recibe, y el que me recibe a mí, recibe al que me
envió»
Mt 10,40 p; aprenden a distribuir los panes multiplicados en
el desierto
Mt 14,19 p, reciben autoridad especial sobre la
comunidad que deben dirigir
Mt 16,18 18,18. En una palabra,
constituyen los fundamentos del nuevo
Israel, cuyos jueces serán el
último día
Mt 19,27 p, que es lo que simboliza el
número 12 del
colegio apostólico. A ellos es a quienes el resucitado, presente
siempre con ellos hasta el fin de los siglos, da el encargo de
reclutarle discípulos y de bautizar a todas las naciones
Mt 28,18ss.
En estas condiciones la elección de un duodécimo apóstol en
sustitución de Judas aparece indispensable para que se descubra en
la Iglesia naciente la figura del nuevo Israel
Act 1,15-26. Deberán
ser
testigos de Cristo, es decir, atestiguar que el Cristo resucitado
es el mismo Jesús con el que habían vivido
1,8.21; testimonio
único, que confiere a su apostolado (entendido aquí en el sentido más fuerte del término) un carácter único. Los doce son para
siempre el fundamento de la Iglesia: «El muro de la ciudad tenía doce
hiladas, y sobre ellas los nombres de los doce apóstoles del
cordero»
Ap 21,14.
2. El apostolado de la Iglesia naciente.
Si los doce son los apóstoles por excelencia, en cuanto que la
Iglesia es «apostólica», sin embargo, el apostolado de la Iglesia,
entendido en sentido más amplio, no se limita a la acción de los
doce. Asi como Jesús, «apóstol de Dios»
Heb 3,1, quiso constituir
un colegio privilegiado que multiplicara su presencia y su palabra, así
también los doce comunican a otros el ejercicio de su misión
apostólica. Ya en el AT Moisés había transmitido a Josué la plenitud
de sus poderes
Num 27,18; así también Jesús quiso que el cargo
pastoral confiado a los doce continuara a lo largo de los siglos: aun
conservando un vinculo especial con ellos, su presencia de
resucitado desbordará infinitamente su estrecho circulo.
Por lo demás, ya en su vida pública Jesús mismo abrió el camino a
esta extensión de la misión apostólica. Al lado de la tradición
prevalente que contaba la misión de los doce, conservó Lucas otra
tradición, según la cual Jesús «designó todavía a otros setenta y dos
(discípulos) y los envió delante de él»
Lc 10,1. Idéntico objeto de
misión que en el caso de los doce, idéntico carácter oficial: «El que a
vosotros oye, a mi me oye, y el que a vosotros desecha, a mi me
desecha, y el que me desecha a mi, desecha al que me envió»
Lc 10,16 Mt 10,40 p. La misión apostólica no está, pues, limitada a
la de los doce en la mente de Jesús.
Los mismos doce actúan también con este espíritu. En el momento
de la elección de Matías sabían que buen número de discípulos
podían llenar las condiciones necesarias
Act 1.21ss: Dios no
designa propiamente un apóstol, sino un testigo duodécimo. Ahi está
además Bernabé, un apóstol del mismo renombre que Pablo
14,4.14; y si bien a los siete no se los llama apóstoles
6,1-6,
pueden, sin embargo, fundar una nueva iglesia: así Felipe en
Samaria, aun cuando sus poderes estén limitados por los de los doce
8,14-25. El apostolado, representación oficial del resucitado en la
Iglesia, queda para siempre fundado sobre el colegio «apostólico» de
los doce, pero se ejerce por todos los hombres a los que éstos
confieren autoridad.
La existencia de Pablo confirma a su manera lo que Jesús había
insinuado en la tierra enviando a los setenta y dos, además de los
doce. Desde el cielo envía el resucitado a Pablo, además de los
doce; a través de esta misión apostólica se podrá precisar la
naturaleza del apostolado.
Cuando Pablo repite con insistencia que ha sido «llamado» como
apóstol
Rom 1,1 Gal 1,15 en una visión apocaliptica del resucitado
Gal 1,16 1Cor 9,1 15,8 Act 9,5.27, manifiesta que el origen de
su
misión dependió de una
vocación particular. Como apóstol, es
un «enviado», no de los hombres (aunque ellos mismos sean apóstoles), sino personalmente de Jesús. Recuerda sobre todo este
hecho cuando reivindica su autoridad apostólica: «Somos
embajadores de Cristo, como si Dios os exhortase por medio de
nosotros»
2Cor 5,20: «la palabra de Dios que os predicamos, la
acogisteis no como palabra de hombre, sino como palabra de Dios»
1Tes 2,13. Dichosos los que le han «acogido como a un ángel de
Dios, como a Cristo Jesús»
Gal 4,14. Porque los apóstoles son
«cooperadores de Dios».
1Cor 3,9 1Tes 3,2. Además, a través de
ellos se realiza el ministerio de la
gloria escatológica
2Cor 3,7-11.
Y para que el embajador no desvíe en su provecho este poder divino
y esta gloria, el apóstol es un hombre despreciado por el mundo; ahí
está, perseguido, entregado a la muerte, para que sea dada la vida a
los hombres
2Cor 4,7-6,10 1Cor 4,9-13.
Concretamente, la
autoridad apostólica se ejerce a propósito de la
doctrina, del ministerio y de la jurisdicción. Con frecuencia invoca
Pablo su autoridad doctrinal, a la que estima capaz de fulminar
anatema contra quienquiera que anuncie un
Evangelio diferente del
suyo
Gal 1,8s. Pablo se considera capaz de delegar a otros sus
propios poderes, como cuando ordena a Timoteo
imponiéndole las
manos
1Tim 4,14 2Tim 1,6, gesto que éste podrá hacer a su vez
1Tim 5,22. Finalmente, esta autoridad se ejerce por una real
jurisdicción sobre las Iglesias que ha fundado Pablo o que le están
confiadas: juzga y adopta sanciones
1Cor 5,3ss 1Tim 1,20, arregla
todo a su paso
1Cor 11,34 2Cor 10,13-16 2Tes 3,4, sabe exigir
obediencia a la comunidad
Rm 15,18 1Cor 14,37 2Cor 13,3, a fin
de mantener la
comunión 1Cor 5,4. Esta autoridad no es tiránica
2Cor 1,24, es un servicio
1Cor 9,19, el de un
pastor Act 20,28 1Pe 5,2-5 que sabe, si es necesario, renunciar a sus derechos
1Cor 9,12; lejos de pesar sobre los fieles, los quiere como un padre,
como una madre
1Tes 2,7-12 y les da
el
ejemplo de la fe
1Tes 1,6 2Tes 3,9 1Cor 4,16.
2. El caso único de Pablo.
En esta descripción ideal del apostolado reconoceria Pablo sin
dificultad lo que esperaba de sus colaboradores, de Timoteo
1Tes 3,2 y de Silvano, a los que califica, a lo que parece, de
apóstoles
2,5ss, o también de Sóstenes y de Apolo
1Cor 4,9. Sin
embargo, Pablo se atribuía un puesto aparte en el apostolado de la
Iglesia: es el apóstol de las naciones paganas, tiene una inteligencia
especial del misterio de Cristo: esto pertenece al orden
carismático y
no se puede transmitir. El apóstol de las
naciones.
Pablo no fue el primero que llevó el Evangelio a los paganos:
Felipe había ya evangelizado a los samaritanos
Act 8, y el Espíritu
Santo había descendido sobre los paganos de Cesarea
Act 10.
Pero Dios quiso que al nacimiento de su Iglesia un apóstol estuviera
más especialmente encargado de la evangelización de los gentiles al
lado de la de los judíos. Esto es lo que Pablo hace reconocer por
Pedro. No ya que quisiera ser un enviado de Pedro: seguía siendo
enviado directo de Cristo; pero tenía interés en informar al jefe de los
doce, a fin de no «correr en vano» y de no introducir división en la
Iglesia
Gal 1-2. El misterio de Cristo es, para Pablo, «Cristo entre las naciones».
Col 1,27; ya Pedro había comprendido por revelación que no había
ya prohibición relativa a alimentos que separara a los judíos y a los
gentiles
Act 10,10-11,18. Pero Pablo tiene por la gracia de Dios un
conocimiento particular de este
misterio Ef 3,4 y ha recibido el
encargo de transmitirlo a los hombres; sufre persecución, soporta
sufrimientos, es prisionero con miras al cumplimiento de este misterio
Col 1,24-29 Ef 3,1-21.
Tal es la gracia particular, incomunicable, de Pablo; pero el
aspecto de embajada de Cristo y hasta, en cierto grado, la
inteligencia espiritual que tiene de su apostolado, puede ser
otorgada a todos los apóstoles por el señor del Espíritu
1Cor 2,6-16.
El apostolado de los fieles no es objeto de enseñanza explícita en
el NT, pero halla en algunos hechos un sólido punto de apoyo. El
apostolado, aun siendo por excelencia función de los doce y de
Pablo, se ejerció desde los principios por la Iglesia entera: por
ejemplo, las Iglesias de Antioquía y de Roma existían ya cuando
llegaron los jefes de la Iglesia. En sentido amplio, el apostolado es
cosa de todo
discípulo de Cristo, «luz del mundo y sal de la tierra»
Mt 5,13s. Según su rango debe participar en el apostolado de la
Iglesia, imitando en su celo apostólico a Pablo, a los doce y a los
primeros apóstoles.