Noción y origen. Se entiende por
a. (iciuniuln, castimonia) la situación de quien no ha tomado alimento,
o el acto, voluntario y consciente, por el que alguien se abstiene de
comer o beber. Con el a. ha ocurrido lo que con las prácticas ascéticas
en general (v. ASCETISMO). Consideradas casi siempre al principio como
un modo de disciplinar el cuerpo para mantenerle en forma física
adecuada, son vistas posteriormente como medio de alcanzar el ideal de
la sabiduría. Más tarde reciben también sentido ético (camino hacia la
virtud); y, finalmente, cobran relevancia religiosa. Es ésta una
apreciación históricoantropológica general de intención metodológica. No
implica que todas las religiones, antiguas o contemporáneas, que
recomiendan o exigen prácticas de a., hayan recorrido el proceso arriba
mencionado. Quiere decirse solamente que, en muchas ocasiones, un grupo
que practica el a. con sentido religioso puede haberlo practicado antes
con sentido puramente profano. También es frecuente que el a. sea vivido
por una misma comunidad con fines a la vez profanos y religiosos.
Fines. En la (Medicina popular grecoromana, estrechamente vinculada a la magia, el a. de la mujer se utiliza, entre otras cosas, para asegurar el nacimiento de un varón (Plinio, Historia Naturalis, 27, 62) y para vencer la esterilidad (Hipócrates, De mulierum Inorb., I). Otras veces, se considera remedio eficaz contra mordeduras de perro, enfermedades de los pies, desequilibrios glandulares, etc. Prácticas de a. en torno a fertilidad y menstruación femeninas existen también entre los melanesios, diversas tribus de indios sudamericanos y de la Columbia británica, wagogo africanos, y ten'a de Alaska.
En el ámbito de la magia propiamente dicha, la abstención total o parcial de ciertos alimentos se practica con el fin de alejar las energías y fuerzas malignas (demoníacas) que se consideran presentes en ciertos animales y plantas (macho cabrío: Babilonia, Grecia, Roma; cerdo: pueblos semitas; perro: magos del Oriente Medio, Grecia, Roma; gallo, peces y vegetales: pitagóricos). Otras veces, determinados a. se prescriben como preparación o acompañamiento de algunas ceremonias si éstas deben producir el efecto buscado.
En la preparación y realización del culto se requiere el a. de sacerdotes y sacerdotisas, p. ej., de Zeus Cretense, Poseidón de Megara, Hera de Argos, etc. Asimismo, se impone una rigurosa obligación de a. a los iniciandos en los misterios de Isis, Mitra (v.), Cibeles, Attis y Démeter (v. MISTERIOS Y RELIGIONES MISTÉRICAS). Como medio de producir trances extáticos y visiones, se usa el a. en la religión grecoromana, el budismo, y algunas religiones de índole más primitiva (zulús, esquimales, etc.).
Como acto de penitencia, el a. aparece por lo general unido a la oración, e implica naturalmente cierto sentido de culpa personal y colectiva, y el reconocimiento de unos vínculos religiosos de dependencia respecto a la divinidad. Es éste el contexto del a. en los egipcios (medio de expiar el pecado), en la religión asiriobabilónica (cfr. Ion 3, 5) y, más tarde, en el islamismo (v.), que reco1nienda y alaba el a. como una «buena obra», y lo exige para vivir los 30 días del Ramadán.
La religión hebrea insiste sobre todo en el cumplimiento de la voluntad de Yahwéh, pero conoce también el a. y lo desarrolla hasta convertirlo en práctica religiosa de importancia. La Biblia da testimonio del a. como expresión personal de sometimiento a Dios, humillación y penitencia (1 Sam 7, 6; 2 Sam 1, 12; 2 Par 20, 3; Is 58, 3.5; Ps 35, 13; Ioel 1, 14; 2, 15); como obra meritoria que puede, en su caso, sustituir a los sacrificios; como medio de reflejar el dolor por los familiares o amigos desaparecidos (1 Sam 31, 13; 1 Par 10, 12; 2 Sam 1, 12); como preparación para recibir comunicaciones divinas (Ex 34, 28; Dt 9, 3). El a. colectivo es prescrito en determinadas ocasiones (Ley 16, 29; Num 29, 7), que son aumentadas en número después del exilio (Zach 7, 3.5; 8, 19). El Evangelio habla de los dos a. semanales practicados por los fariseos (Lc 18, 12; Mt 9, 14). La Biblia informa también ampliamente de la crítica profética dirigida al a. que ha perdido su sentido religioso y su intención de agradar a Dios (Is 58, 15; Ier 14, 12).
El a., además de acción penitencial, puede tener un sentido ascético, de dominio sobre el propio cuerpo, y así se halla presente en muchas religiones (en ocasiones vinculado a un cierto dualismo cuerpoespíritu), o incluso practicado en un contexto sólo profano. Florece sobre todo en Grecia como costumbre religiosa colectiva, que tiene, sin embargo, origen en la conducta ascética de algún personaje paradigmático, histórico o legendario. Aparece con rasgos vigorosos en los pitagóricos y neopitagóricos (vegetarianismo y abstención del alcohol), que ejercieron gran influjo en el Oriente. También está presente en la religión del orfismo (v.), en los neoplatónicos (v.) y en los estoicos (v.).
Fines. En la (Medicina popular grecoromana, estrechamente vinculada a la magia, el a. de la mujer se utiliza, entre otras cosas, para asegurar el nacimiento de un varón (Plinio, Historia Naturalis, 27, 62) y para vencer la esterilidad (Hipócrates, De mulierum Inorb., I). Otras veces, se considera remedio eficaz contra mordeduras de perro, enfermedades de los pies, desequilibrios glandulares, etc. Prácticas de a. en torno a fertilidad y menstruación femeninas existen también entre los melanesios, diversas tribus de indios sudamericanos y de la Columbia británica, wagogo africanos, y ten'a de Alaska.
En el ámbito de la magia propiamente dicha, la abstención total o parcial de ciertos alimentos se practica con el fin de alejar las energías y fuerzas malignas (demoníacas) que se consideran presentes en ciertos animales y plantas (macho cabrío: Babilonia, Grecia, Roma; cerdo: pueblos semitas; perro: magos del Oriente Medio, Grecia, Roma; gallo, peces y vegetales: pitagóricos). Otras veces, determinados a. se prescriben como preparación o acompañamiento de algunas ceremonias si éstas deben producir el efecto buscado.
En la preparación y realización del culto se requiere el a. de sacerdotes y sacerdotisas, p. ej., de Zeus Cretense, Poseidón de Megara, Hera de Argos, etc. Asimismo, se impone una rigurosa obligación de a. a los iniciandos en los misterios de Isis, Mitra (v.), Cibeles, Attis y Démeter (v. MISTERIOS Y RELIGIONES MISTÉRICAS). Como medio de producir trances extáticos y visiones, se usa el a. en la religión grecoromana, el budismo, y algunas religiones de índole más primitiva (zulús, esquimales, etc.).
Como acto de penitencia, el a. aparece por lo general unido a la oración, e implica naturalmente cierto sentido de culpa personal y colectiva, y el reconocimiento de unos vínculos religiosos de dependencia respecto a la divinidad. Es éste el contexto del a. en los egipcios (medio de expiar el pecado), en la religión asiriobabilónica (cfr. Ion 3, 5) y, más tarde, en el islamismo (v.), que reco1nienda y alaba el a. como una «buena obra», y lo exige para vivir los 30 días del Ramadán.
La religión hebrea insiste sobre todo en el cumplimiento de la voluntad de Yahwéh, pero conoce también el a. y lo desarrolla hasta convertirlo en práctica religiosa de importancia. La Biblia da testimonio del a. como expresión personal de sometimiento a Dios, humillación y penitencia (1 Sam 7, 6; 2 Sam 1, 12; 2 Par 20, 3; Is 58, 3.5; Ps 35, 13; Ioel 1, 14; 2, 15); como obra meritoria que puede, en su caso, sustituir a los sacrificios; como medio de reflejar el dolor por los familiares o amigos desaparecidos (1 Sam 31, 13; 1 Par 10, 12; 2 Sam 1, 12); como preparación para recibir comunicaciones divinas (Ex 34, 28; Dt 9, 3). El a. colectivo es prescrito en determinadas ocasiones (Ley 16, 29; Num 29, 7), que son aumentadas en número después del exilio (Zach 7, 3.5; 8, 19). El Evangelio habla de los dos a. semanales practicados por los fariseos (Lc 18, 12; Mt 9, 14). La Biblia informa también ampliamente de la crítica profética dirigida al a. que ha perdido su sentido religioso y su intención de agradar a Dios (Is 58, 15; Ier 14, 12).
El a., además de acción penitencial, puede tener un sentido ascético, de dominio sobre el propio cuerpo, y así se halla presente en muchas religiones (en ocasiones vinculado a un cierto dualismo cuerpoespíritu), o incluso practicado en un contexto sólo profano. Florece sobre todo en Grecia como costumbre religiosa colectiva, que tiene, sin embargo, origen en la conducta ascética de algún personaje paradigmático, histórico o legendario. Aparece con rasgos vigorosos en los pitagóricos y neopitagóricos (vegetarianismo y abstención del alcohol), que ejercieron gran influjo en el Oriente. También está presente en la religión del orfismo (v.), en los neoplatónicos (v.) y en los estoicos (v.).
J. MORALES MARíN.
BIBL.: F. WULF,
Ascética, en Conceptos fundamentales de la Teología, I, Madrid 1967,
164175; P. R. ARBESMANN, Das Fasten be¡ den Griechen und Rdmern, Giessen
1929 (reimpresión, Berlín 1966); J. MACCULLOCH, Fasting, en Encyc1opedia
of Religion and Ethics, V, Edimburgo 1912, 758 ss.; M. VERENOI.
SCHILDENBERGER, Fasten, en LTK IV, 3234; J. GOETZ, Ayuno, en F. KdNIG,
Diccionario de las Religiones, Barcelona 1964, 157159.
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