En
la reflexión de K. Rahner, corresponde a lo que la teología tradicional indica
con el término «gracia». En efecto, « intenta significar realmente que Dios
en su realidad más propia se transforma en el constitutivo más íntimo del
hombre mismo»; gracias a ella, el hombre participa realmente de la vida de
Dios, tanto en su existencia terrena como en la bienaventuranza: la gracia y la
visión suponen un « aferrar» y un «poseer» verdaderamente a Dios y
constituyen «dos fases de la única autocomunicación de Dios a los hombres».
Puede ser acogida o rechazada por el hombre; pero «la aceptación de la gracia
es una vez más un acontecimiento de la misma gracia».
Aun
comunicándose al hombre, Dios sigue siendo « la realidad infinita y el
misterio infinito» y el hombre «no deja de ser el existente finito, distinto
de Dios»; sólo Dios es capaz de darse realmente, sin perderse, así como sólo
él es capaz de dar la existencia a seres distintos de sí mismo sin
subordinarse a ellos.
La
autocomunicación, escribe K. Rahner, «produce efectos "divinizantes" en el existente finito al que se dirige, efectos que, en
cuanto determinaciones de un sujeto finito, deben concebirse a su vez como
finitos y creados». La autocomunicación, en la que Dios es al mismo tiempo «donante,
don y fundamento de la aceptación del don», tiene un carácter de absoluta
gratuidad; es « indebida », aunque tenga como destinatario a un ser (el
hombre) que ha sido querido por Dios como «abierto» a ella. De aquí se deduce
que la autocomunicación tiene también un carácter universal, en el sentido de
que cada uno de los hombres constituye un destinatario potencial.
El
mensaje cristiano considera al hombre como «el acontecimiento de la
autocomunicación absoluta y perdonante por parte de Dios».
G.
M. Salvati
Bibl.:
K. Rahner, Curso fundamental sobre la fé, Herder, Barcelona 1979.
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