Su Vida
Historiador y doctor de la Iglesia, nació en 672 ó 673 y murió en
735. En el último capítulo de su gran obra sobre la "Historia
Eclesiástica del Pueblo Inglés", Beda nos contó algo de su propia vida,
prácticamente todo lo que sabemos de él. Sus palabras, escritas en 731,
cuando su muerte no estaba demasiado lejos, no sólo muestran la
sencillez y piedad características del hombre, sino que arrojan luz
sobre la composición de la obra por la cual se le recuerda mejor en todo
el mundo. Escribió así:
Y es así que, muy interesado en la historia eclesiástica de
Bretaña, especialmente en la raza de los ingleses, yo, Beda, sirviente
de Cristo y sacerdote del monasterio de los benditos apóstoles San Pedro
y San Pablo, el cual se encuentra en Wearmouth y Jarrow (en
Northumbria), con la ayuda del Señor he compuesto, cuanto he logrado
recabar de documentos antiguos, de las tradiciones de los ancianos y de
mi propio conocimiento. Nací en el territorio del monasterio ya
mencionado, y a la edad de siete años fui dado, por el interés de mis
familiares, al reverendísimo abad benedictino Biscop, y después a
Ceolfrid, para recibir educación. Desde entonces he permanecido toda mi
vida en dicho monasterio, dedicando todas mis penas al estudio de las
Escrituras, a observar la disciplina monástica y a cantar diariamente en
la iglesia, siendo siempre mi deleite el aprender, enseñar o escribir. A
los diecinueve años, fui admitido al diaconado, a los treinta al
sacerdocio, ambas veces mediante las manos del reverendísimo obispo Juan
[san Juan de Beverley], y a las órdenes del abad Ceolfrid. Desde el
momento de mi admisión al sacerdocio hasta mis actuales 59 años me he
esforzado por hacer breves notas sobre las sagradas Escrituras, para uso
propio y de mis hermanos, ya sea de las obras de los venerables Padres
de la Iglesia o de su significado e interpretación.
Después de esto, Beda inserta una lista de Indiculus, de sus
anteriores escritos y, finalmente, termina su gran obra con las
siguientes palabras:
Y os ruego, amoroso Jesús, que así como me habéis concedido la
gracia de tomar con deleite las palabras de vuestro conocimiento, me
concedáis misericordiosamente llegar a ti, la fuente de toda sabiduría, y
permanecer para siempre delante de vuestro rostro.
Es evidente, en la carta de Beda al obispo Egberto, que el
historiador visitaba ocasionalmente a sus amigos durante algunos días,
alejándose del monasterio de Jarrow; pero salvo esas raras excepciones,
su vida parece haber transcurrido como una pacífica ronda de estudios y
oración dentro de su propia comunidad. El cariño que ésta le tenía queda
manifiesto en el conmovedor relato de la última enfermedad y la muerte
del santo, legada a nosotros por Cuthbert, uno de sus discípulos. Su
búsqueda del conocimiento no fue interrumpida por su enfermedad y los
hermanos le leían mientras él estaba en cama, pero la lectura era
reemplazada constantemente por las lágrimas. "Puedo declarar con toda
verdad," escribe Cuthbert sobre su amado maestro, "que nunca vi con mis
ojos, ni oí con mis oídos a nadie que agradeciera tan incesantemente al
Dios vivo. Incluso el día de su muerte (la vigilia de la Ascensión de
735) el santo estaba ocupado dictando una traducción del Evangelio de
San Juan. Al atardecer, el muchacho Wilbert, que la estaba escribiendo,
le dijo: “Hay todavía una oración, querido maestro, que no está
escrita.” Y cuando la hubo entregado, y el muchacho le dijo que estaba
terminada, "Habéis hablado con verdad…", contestó Beda, "…está
terminada. Tomad mi cabeza entre vuestras manos, pues es de gran placer
sentarme frente a cualquier lugar sagrado donde haya orado, así sentado
puedo llamar a mi Padre.” Y así, sobre el suelo de su celda, cantando
"Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo", y el resto, exhaló su
último aliento.
El calificativo Venerabilis parece haber sido agregado al nombre
de Beda antes de haber transcurrido las dos generaciones posteriores a
su muerte. Por supuesto, no existe una autoridad anterior que corrobore
la leyenda repetida por Fuller acerca del “monje torpe” que al componer
un epitafio sobre Beda se quedó sin palabras para completar la frase Hac
sunt in fossa Bedae… ossa y a la mañana siguiente se encontró con que
los ángeles habían llenado el espacio con la palabra venerabilis. El
calificativo es utilizado por Alcuin, Amalarius y al parecer por Paulo
el Diácono, y el importante Consejo de Aachen de 835 lo describe como
venerabilis et modernis temporibus doctor admirabilis Beda. Este decreto
se mencionaba especialmente en la petición que el Cardenal Wiseman y
los obispos ingleses enviaron a la Santa Sede en 1859, rogando que Beda
fuera declarado Doctor de la Iglesia. El tema ya había sido discutido
antes de la época de Benedicto XIV, pero no fue hasta el 13 de noviembre
de 1899 que León XIII decretó que el 27 de mayo toda la Iglesia debía
celebrar la fiesta del Venerable Beda, con el título de Doctor
Ecclesiae. Durante toda la Edad Media se había celebrado en York y en el
Norte de Inglaterra el culto local al Santo Beda, pero la fiesta no era
tan popular en el sur, donde se seguía la Liturgia de Sarum.
La influencia de Beda entre los eruditos ingleses y extranjeros
fue muy grande, y probablemente habría sido mayor si los monasterios del
norte no hubieran sido devastados por las invasiones Danesas menos de
un siglo después de la muerte de Beda. En innumerables formas, pero
especialmente por su moderación, amabilidad y gran visión, Beda se
distingue entre sus contemporáneos. En lo referente a erudición,
indudablemente fue el hombre más sabio de su tiempo. Una característica
muy notable, observada por Plummer (I, p. HSI), es su sentido de
propiedad literaria, una particularidad extraordinaria en esa época. Él
mismo anotaba escrupulosamente en sus escritos los pasajes que había
tomado prestados de otros e incluso rogaba a los copistas de sus obras
que conservaran las referencias, una recomendación a la que ellos
pusieron muy poca atención. A pesar de lo elevado de su cultura, Beda
aclara repetidamente que sus estudios están subordinados a la
interpretación de las Escrituras. En su "De Schematibus" lo dice así:
“Las Sagradas Escrituras están sobre todos los demás libros, no sólo por
su autoridad Divina, o por su utilidad pues son una guía hacia la vida
eterna, sino también por su antigüedad y su forma literaria” (positione
dicendi). Tal vez el mayor tributo al genio de Beda es que con una
convicción tan desprovista de compromiso y tan sincera de que la
sabiduría humana es inferior, haya podido adquirir tanta cultura
verdadera. Aunque el Latín fue para él una lengua todavía viva, y aunque
no parece haber volteado conscientemente hacia la Era de Augusto de la
Literatura Romana que preservaba modelos más puros de estilo literario
que la época de Fortunato o San Agustín, ya sea por genio natural o por
el contacto con los clásicos, Beda es extraordinario por la relativa
pureza de su lenguaje y también por su lucidez y sobriedad,
especialmente en temas de crítica histórica. En todos estos aspectos
presenta un marcado contraste con san Aldhelm quien se aproxima más al
tipo Celta.
Obras y Ediciones
Nunca se ha publicado una edición de las obras completas de Beda
basada en el cotejo cuidadoso de los manuscritos. El texto impreso por
Giles en 1884 y reproducido por Migne (XC-XCIV) muestra pocas o ninguna
mejora con respecto a la edición básica de 1563 o la edición de Colonia
de 1688. Por supuesto, a Beda se le recuerda principalmente como
historiador. Su gran obra, "Historia Ecclesiastica Gentis Anglorum"
(Historia eclesiástica del pueblo inglés), que relata el cristianismo en
Inglaterra desde sus inicios hasta la época de Beda, es la base de
todos nuestros conocimientos acerca de la historia británica –una obra
maestra elogiada por los eruditos de todas las épocas. Plummer produjo
una edición de esta obra, de la "Historia Abbatum" (Historia de los
Abades) y la "Carta a Egberto", que con toda justicia puede llamarse la
versión final (2 volúmenes, Oxford, 1896). En la introducción, Plummer
ilustró admirablemente la extraordinaria diligencia de Beda para la
recopilación de documentos y su uso crítico de ellos (págs.
XLIII-XLVII). La "Historia de los Abades" (de los monasterios gemelos de
Wearmouth y Jarrow), la "Carta a Egberto", las vidas en verso y prosa
de "San Cuthbert", y otras obras de menor tamaño, también tienen gran
valor por la luz que arrojan sobre el estado del cristianismo en
Northumbria en la época de Beda. La "Historia Eclesiástica" fue
traducida al anglosajón a petición del Rey Alfredo. Desde entonces se ha
reproducido con frecuencia, notablemente por T. Stapleton, quien la
imprimió en 1565 en Amberes como arma controversial contra los teólogos
de la Reforma en el reino de Elizabeth. El texto en latín apareció por
primera vez en Alemania en 1475. Vale la pena hacer notar que en
Inglaterra no se imprimió ninguna edición, ni siquiera la latina, antes
de 1643. El texto más preciso de Smith vio la luz en 1742.
Los tratados cronológicos de Beda "De temporibus liber" y "De
temporum ratione" (Sobre el cálculo del tiempo) también contienen
resúmenes de la historia general del mundo desde la creación hasta el
725 y el 703, respectivamente. Estas porciones históricas fueron
editadas satisfactoriamente por Mommsen en la "Monumenta Germaniae
historica" (1898), y pueden encontrarse entre los especímenes más
antiguos de este tipo de cronología general, por lo que han sido
copiados e imitados en gran medida. La obra topográfica "De locis
santis" (Sobre los lugares santos) es una descripción de Jerusalén y los
lugares santos basada en Adamnan y Arculfus. En 1898, la obra de Beda
fue editada por Geyer en "Itinera Hierosolymitana" para el "Corpus
Scriptorum" de Viena. El hecho de que Beda compiló un martirologio lo
sabemos por él mismo, pero la obra que se le atribuye en extensos
manuscritos ha sido tan complementada que es muy difícil saber
exactamente que escribió.
En su propia opinión, y en la de sus contemporáneos, las obras
exegéticas de Beda fueron las más importantes, pero la lista es
demasiado larga para describirla en este documento. Entre dichas obras
se encuentra un comentario sobre el Pentateuco completo, así como sobre
algunas partes seleccionadas. También hay comentarios sobre los libros
de Reyes, Esdras, Tobías, El Cantar de los Cantares, etcétera. En el
nuevo testamento, interpretó a san Marcos, san Lucas, los Hechos de los
Apóstoles, las Epístolas y el Apocalipsis; pero la autenticidad del
comentario de san Mateo, impreso con su nombre, es más que dudosa.
(Plaine en "Revue Anglo-Romaine", 1896, III, 61). Las homilías de Beda
toman la forma de comentarios sobre el evangelio. La colección de 50
(divididas en dos libros) atribuidas a Beda por Giles (y Migne) son en
su mayoría auténticas, pero se sospecha de la autenticidad de unas
cuantas. (Morin en "Revue Bénédictine", IX, 1892, 316).
Beda menciona varios escritos didácticos en la lista que nos dejó
de sus obras. La mayoría de ellos aún se conservan y no hay razón para
dudar de su autenticidad. Sus tratados de gramática "De arte metricâ" y
"De orthographiâ" han sido editados adecuadamente en tiempos modernos
por Keil en su "Grammatici Latini" (Leipzig, 1863). Sin embargo, las
obras más grandes "De natura rerum", “De temporibus", “De temporium
ratione", alrededor que tratan sobre ciencia, como era entendida en ese
entonces, y especialmente sobre cronología, nos han llegado solamente a
través de tres textos poco satisfactorios de los editores más antiguos y
Giles. Más allá de la vida métrica de san Cuthbert y algunos versos
incorporados a la "Historia Eclesiástica", no poseemos mucha poesía que
pueda ser atribuida con toda certeza a Beda, pero al igual que otros
eruditos de su época, seguramente escribió una buena cantidad de versos.
El mismo menciona su "libro de himnos" compuesto con diferentes
métricas o ritmos. De manera que Alcuin dice de él: Plurima versifico
cecinit quoque carmina plectro. Es posible que el más corto de sus dos
calendarios médicos impresos entre sus obras sea genuino. El Penitencial
atribuido a Beda, aunque aceptado como genuino por Haddan, Stubbs y
Wasserschleben, probablemente no sea suyo (Plummer, I, 157).
El Venerable Beda es el testigo más antiguo de la tradición
puramente gregoriana de Inglaterra. Sus obras "Musica theoretica" y "De
arte Metricâ" (Migne, XC) son consideradas especialmente valiosas por
los eruditos que hoy en día se avocan al estudio de la forma primitiva
del canto.
Fuente: Thurston, Herbert. "The Venerable Bede." The Catholic Encyclopedia. Vol. 2. New York: Robert Appleton Company, 1907. <
http://www.newadvent.org/cathen/02384a.htm>.
Traducido por Leonardo Molina D.