Juan Vicente Joaquín Arbeláez Gómez nació el 8 de marzo de 1822 en
San Vicente (Antioquia) y falleció el 29 de junio de 1884 en
Bogotá. Fue un eclesiástico y político
colombiano destacado por su posición de mesura y conciliación frente a los reiterados ataques a la
Iglesia católica por parte de los líderes del
Partido Liberal Colombiano en la segunda mitad del
Siglo XIX.
Biografía
Primeros Años
Hijo de Fermín Arbeláez y doña María Gómez, realizó sus estudios en el Colegio de San José de
Marinilla en 1838 y posteriormente en el
Seminario de San José en Bogotá. En 1845 fue ordenado sacerdote y graduado en derecho civil de la
Universidad Central de Bogotá. Posteriormente, a los 23 años de edad fue encomendado como cura de
Abejorral y director del colegio donde había hecho sus estudios en Marinilla hasta 1848.
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En estos años Arbeláez, como miembro del clero, no fue extraño a las
controversias que se dieron en torno a los métodos de educación en el
país. En el año 1835 se libró un primer debate acerca de la conveniencia
del estudio de
Jeremy Bentham en las cátedras de derecho que oponía a los sectores tradicionales del clero contra el gobierno del
Presidente Santander.
Para los primeros, tales enseñanzas eran corruptoras de la juventud e
iban en contra de toda moral cristiana y la religión misma. Para el
Gobierno, las ideas de Bentham ilustraban el entendimiento y ejercitaban
las únicas fuentes reales del conocimiento, la razón y la naturaleza.
2 Tales enfrentamientos ideológicos entre
Iglesia y
Estado
aumentarían con el paso de los años y serían una constante en la vida y
en el ejercicio de las labores del después Arzobispo Arbeláez.
Tras su paso como rector de
Marinilla, fue enviado a la
Diócesis de Santa Marta en 1859 y nombrado Obispo de Maximopolis in partibus infidelum. Un año después fue consagrado por el
Arzobispo Antonio Herrán a la
Catedral de Bogotá.
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Para este momento las relaciones entre la
Iglesia y el
Estado se habían deteriorado aún más. Según el historiador Fernán González, los años que vivió Arbeláez en
Santa Marta y después en
Bogotá
correspondieron al segundo de tres periodo de guerras, específicamente
centradas en definir el régimen político que se debía adoptar
4 en el país, dentro de lo cual también se definía el papel de la
Iglesia en la sociedad, especialmente en cuanto si la educación debía ser laica o religiosa,
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punto de importancia para Arbeláez que centraría muchos de sus
discursos en la importancia de la educación guiada por la moral
católica.
Primer Destierro
Durante la
Guerra civil colombiana de 1860-1862, el General
Tomás Cipriano de Mosquera tomó el control del gobierno nacional tras invadir Bogotá con sus tropas. Entonces el papel de la
Iglesia fue reconsiderado en cuanto a su prominencia económica e influencia en la educación,
6 en un proceso que autores como Bushnell denominan
“la República radical”7 caracterizada por un alejamiento sustancial entre las instituciones Eclesiásticas y el
Estado.
Las medidas que tomó el General Mosquera se enmarcaban en considerar
un exceso las riquezas que tenía el clero, la inutilidad de las
propiedades bajo su tutela y en la falta de subordinación al Estado.
Tal pensamiento llevó a la
expulsión de los jesuitas en 1861 y la expropiación de sus bienes.
8 También, a la implementación de la tuición de cultos que buscaba subordinar la jerarquía eclesiástica al
Estado,
9 de allí, a que todo acto o nombramiento debía ser informado al
Ejecutivo antes de hacerse efectivo y tanto los párrocos como los obispos debían presentar juramento condicional de obedecer la
ley civil
antes que la eclesiástica. Otra medida fue la condena a destierro de
cualquier autoridad eclesiástica que no contara con el permiso para
ejercer sus actividades. Según el decreto del 20 de julio de 1861, en su
artículo tercero:
“Los contraventores a este Decreto serán tratados
como usurpadores de las prerrogativas de las Unión Granadina, y en
consecuencia serán extrañados del territorio”. Dentro de tales
contraventores se encontraba el cura Arbeláez según expone José Restrepo
Posada al describir la dura situación por la que pasaba la
Iglesia en 1862.
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Arbeláez desterrado huye hacia la costa, encontrando su camino a
Roma, donde en audiencia con el papa
Pio IX, es nombrado
Vicario General y
Obispo Coadjutor de la
Arquidiócesis de Bogotá con derecho a suceder al actual Arzobispo, el señor
Antonio Herrán.
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Gracias al cambio de gobierno de manos de Mosquera a
Manuel Murillo Toro en 1864 el Coadjutor Arbeláez encuentra una situación favorable para su retorno y regresa a
Bogotá el 29 de marzo de 1865 en donde asume las tareas de sus nuevos cargos.
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Segundo Destierro
Desafortunadamente para Arbeláez en 1866
Mosquera regresa a la
Presidencia y continúa con sus medidas anticlericales. Reflejo de este momento es el asunto de los
diezmos, de lo cual Restrepo Posada rescata las comunicaciones entre el
Arzobispo Antonio Herrán y el Dr. Rojas Garrido, representante del
Poder Ejecutivo,
en donde se tilda de estafas a éstas contribuciones y se prohíbe
cualquier medio coactivo para reclamarlas, llegando al punto de decir en
comunicación del 5 de octubre de 1866 que
“Tan persuadido se halla
el sacerdocio, de que a las buenas nadie contribuye con el diezmo, que
se ha visto precisado a ocurrir al infierno por la sanción penal, con
que hacer efectivo el cobro”.
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Así las cosas, Restrepo Posada narra los acontecimientos que llevaron
al segundo destierro de Arbeláez del cual se tiene mayor conocimiento
que del primero.
Hacia finales de 1866 un cura de apellido Molano reclamó como suya
una casa contigua a la Iglesia de San Carlos que pertenecía a la
Iglesia.
El Obispo Coadjutor Arbeláez denegó las pretensiones de éste que en
respuesta nombró un abogado que dirigió una carta a la Presidencia de la
República. Esta oportunidad no fue desaprovechada por el
Poder Ejecutivo que en menos de dos días respondió acusando a Arbeláez de usurpar la jurisdicción civil
“…negando en lo material al Gobierno de su independencia y supremacía”.
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Con base en tales hechos Arbeláez es expulsado del territorio nacional
en 1866, su oficina ocupada por la fuerza militar y sus registros y
documentos confiscados por la autoridad.
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Arzobispado
Vicente Arbeláez Gómez como Arzobispo de Bogotá.
El padre Arbeláez regresa a
Roma para encontrarse de nuevo con el papa
Pio IX,
con quien había quedado en buenos términos tras su primera visita, de
lo cual se da testimonio por el intercambio de obsequios y la función de
emisario para los regalos enviados al
Arzobispo Herrán.
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Posteriormente con la caída y enjuiciamiento de
Mosquera en 1867 por las diferencias entre éste y la facción radical del
partido liberal, que veía como una amenaza las nuevas medidas, en especial la decisión de disolver el
Congreso.
17 Arbeláez regresa a
Bogotá en medio de la alegría de la gente que según Restrepo, citando al periódico La Prensa, tenían
“…el placer propio de los hijos que volvían a ver su padre”.
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En 1868 el
Arzobispo Antonio Herrán fallece en
Villeta y Arbeláez es llamado a ocupar su lugar, iniciando 16 años de prelado como Arzobispo de Bogotá.
Nombrado Arzobispo, Arbeláez se enfrentó con una situación crítica para la
Iglesia,
no solo continuaban las medidas anticlericales de la seguidilla de
gobiernos liberales, sino que además, en diferentes regiones del país
aumentaba la tensión entre
conservadores y
liberales por la inconformidad hacia el Gobierno liderado por la facción radical de estos últimos.
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La guerra que estalló en 1876 fue vista como una cruzada, como una batalla entre el bien y el mal
20 en donde los
conservadores
marchaban a la guerra defendiendo su religión y su patria. De allí que
Arbeláez recibiera críticas de la facción más conservadora de la Iglesia
por intentar evitar que la guerra se convirtiera en asunto de fe.
21 De todas formas sus intentos fueron en vano y el ejército
conservador fue derrotado por una coalición de fuerzas entre los
Estados liberales.
La derrota de los
conservadores paradójicamente ayudó al ascenso de
Núñez, un personaje que provenía del
partido liberal con una visión moderada en su entendimiento de la sociedad, según Gonzales:
“donde jugaban un papel importante la familia y la Iglesia”.
22 Instaurado en el poder en 1880
Núñez, retira algunas de las medidas contra la
Iglesia ayudando a alivianar las cargas del Arzobispo Arbeláez, en especial al derogar los decretos de tuición.
23 Durante su periodo la situación para la
Iglesia mejoró, aunque políticamente la intrigas de los radicales aún continuaba, cuestión que derivó en
la guerra de 1885 y
la Constitución de 1886, que reconciliaba al
Estado y la
Iglesia definitivamente e imponía un orden
centralista como forma de gobierno.
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Hacia 1875 fundó la
Basílica de Lourdes en el entonces poblado de
Chapinero,
25 por lo que se le considera el fundador de la actual localidad de
Bogotá que lleva el mismo nombre.
El Arzobispo Arbeláez termina su periodo en 1884 cuando muere en
Bogotá.
Pudiendo disfrutar de cuatro años de situaciones más favorables para la
Iglesia pero sin verla aun reconciliada completamente con el Estado.
Pensamiento
Pastoral 28 de noviembre de 1868 del Arzobispo Arbeláez.
Llama la atención del Arzobispo Arbeláez la forma en como se tomaron
sus discursos por parte de algunos autores. Fue citado como voz de
conciliación y mediación, en una época en donde las posiciones radicales
de los
liberales y sus acciones contra la
Iglesia generaron a su vez respuestas extremas entre algunas facciones del
clero y de los
conservadores. Según afirma Fernán González; Arbeláez,
“…exhortaba al clero a no mezclar el ministerio sacerdotal con la política”.
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El mismo José Restrepo Posada, al comentar y trascribir comunicados
de Arbeláez, resalta su tono cordial y neutro, incluso en temas
marcadamente conflictivos como la secularización de la educación, a la
cual el Arzobispo encontraba aceptable y necesaria siempre y cuando no
fuera utilizada para hacer propaganda anticatólica.
27 De igual manera, intercedía por la no instrumentalización de la Iglesia por parte de la facción ultraconservadora del
clero que se oponía enfáticamente a cualquier tipo de acuerdo con los
liberales28 y que criticaba duramente al Arzobispo por presentar los juramentos mandados por ley
29 o llegar a pequeños acuerdos con los
liberales.
Cabe anotar que Restrepo Posada toma el punto de vista de la Iglesia, y
en los textos consultados mantiene un apoyo constante a los miembros
del clero, condenando a su vez las actuaciones gubernamentales. Esta
limitación del autor influye en la forma en como escribe acerca de los
eventos de la época y las fuentes que elige para hacer su trabajo, por
lo cual las descripciones del
Arzobispo Herrán
y del Arzobispo Arbeláez están encuadradas en tal posición. Sin
embargo, los eventos narrados por alguien desde dentro de la Iglesia
brindan una visión diferente a la narrada por otro tipo de autores con
lo cual, teniendo en cuenta sus limitaciones, se hace interesante al
momento de narrar la vida de las figuras eclesiásticas, al brindar una
visión más completa y diferente a los registros oficiales de los
encuentros entre Iglesia y
Estado.
La lectura de Arbeláez por parte de estos autores contrasta con la lectura de cartas y
pastorales que Arbeláez dirigía a sus feligreses en las ceremonias de fechas importantes para el
catolicismo. En ellas, se ve a un sacerdote mucho más
conservador y tradicional al mostrado en las anteriores referencias.
En
pastoral de 1861 escrita en
Ocaña,
Arbeláez hace una dura crítica a las medidas de tuición y afirma en
varias ocasiones que por constitución y por mandato divino el poder
temporal estará siempre subordinado al mandato espiritual,
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y como tal, la Iglesia no tiene por qué responder ni someterse al poder
temporal del Estado. Tales críticas se repiten, desde otro ángulo, en
la
pastoral de 1869. En ella, se reitera la prohibición para todo
católico
de colaborar en cualquier forma a la publicación, impresión,
distribución, financiación y lectura de textos considerados
anticatólicos, recordando a los padres de familia que todos los colegios
en donde se den enseñanzas de autores protestantes están expresamente
prohibidos para sus hijos.
31
La faceta más conservadora de Arbeláez se reitera a lo largo de los
años: Sin hacer referencia directa a las ideas de liberales colombianos,
el Arzobispo habla de falsos sistemas engendrados por el
racionalismo “que tienden a convertir al mundo en una nueva torre de Babel”.
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De igual forma, Arbeláez afirma que uno de las tareas y deberes del
cristiano es someter su razón a su creencia y de allí critica el
libertinaje de la prensa y reitera la prohibición de apoyar tales formas
de pensar incluso con el voto a legisladores que siguieran estas
tendencias.
33
La voz conciliadora de Arbeláez, se puede encontrar matizada en
algunos fragmentos de pastorales. En 1868, en su primera pastoral como
Arzobispo, Arbeláez decía a sus fieles que la
ley civil debía acatarse sólo si no es contraria a la
ley divina, quien desobedeciera una ley en esas condiciones se convertía en enemigo de Dios.
34 En la misma
pastoral se encuentra la referencia de Fernán González, en donde el Arzobispo reza
“que de ninguna manera se mezcle con el ejercicio de su sagrado ministerio…cosa alguna que tenga relación con la política”35
seguido de su explicación; la Iglesia no debe entrar en los debates de
lo humano y mucho menos para aumentar el fuego que ya la consume.
La educación es uno de los temas en que se cita a Arbeláez como voz
de calma dentro de la Iglesia, ya que éste aplaudía los esfuerzos para
aumentar la instrucción primaria
36 y consideraba la educación como la herramienta para la grandeza de las sociedades.
37
Tales fragmentos se contraponen a las afirmaciones del mismo Arbeláez
en el sentido que toda educación debía estar mediada por la Iglesia, en
que toda
ciencia es corruptora sin la guardia de la religión y que la educación debía ser principalmente
moral y moldear el corazón de los estudiantes.
38
Para Arbeláez la educación era un tema fundamental en la medida que era
un deber de la Iglesia el enseñar la verdad infalible del
cristianismo39 y como afirma en una de sus últimas
pastorales,
la educación católica era la única forma de evitar los ataques y las
conspiraciones dirigidas a que las nuevas generaciones abandonaran el
catolicismo, al fin y al cabo en un mundo en que la naturaleza lleva a la diferencia
“una sola cosa nos hace iguales: la Religión”.
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El contraste existente entre las conciliaciones de Arbeláez con los
liberales junto con su oposición a las facciones más tradicionales de la Iglesia y el tono más
conservador y rígido de sus
pastorales puede explicarse desde la naturaleza misma de los documentos consultados.
Las
pastorales son el texto que el sacerdote lee a sus feligreses en una ceremonia de importancia, más si se trata de una
misa dada por el Arzobispo de Bogotá, por tanto en el ejercicio de su labor no pueden entrar concepciones
liberales de manera tan expresa como en otro tipo de actividades. Ante todo Arbeláez es un sacerdote del
catolicismo
y como tal responde a una serie de ideales, posiciones y ordenes que no
puede ignorar. Es apenas normal que un sacerdote forme a sus
feligreses
en lo que considera beneficioso para la misma Institución de la que
hace parte, lo que resalta en la posición de Arbeláez es que incluso con
tales convicciones permitiría una brecha de conciliación de forma sutil
y moderada en sus
pastorales
entre las ideas de la Iglesia y las actuaciones del Estado. También se
debe resaltar que el ejercicio de Arbeláez se dio en una de las épocas
más duras para la
Iglesia católica en Colombia,
por lo cual era necesario dar ciertas concesiones y aflojar en ciertos
puntos el discurso religioso so pena de arriesgarse a más sanciones y
limitar aún más los ya disminuidos privilegios de la Iglesia.
Lo anterior refleja que la polarización entre
partidos y entre posiciones absolutamente contrarias no siempre fue una realidad del
siglo XIX,
como existieron extremos también existieron posiciones medias que no
buscaban la destrucción total de la idea contraria. Es por esta razón
que el Arzobispo Arbeláez destaca como voz de conciliación y mesura.
Véase también
Referencias
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Enlaces externos