Lo comenzado por Jesús se halla en proceso evolutivo de alcance universal (-> Evolución), pero aún no ha llegado a su consumación. He aquí una de las afirmaciones fundamentales de la -> escatología neotestamentaria. Con su -> resurrección de entre los muertos, Cristo ha iniciado una resurrección universal, ha empujado hacia una nueva dimensión. El es «primicia de los que están muertos» (iCor 15,20) y «primogénito entre muchos hermanos» (Rom 8,29). Ha abierto a todos los hombres nueva -> vida, existencia valedera y permanente. Pero los hombres se hallan todavía en camino hacia esta nueva vida, aún no la poseen; se les abre como -> posibilidad e -> invitación. Ha comenzado ya en aquellos que se han insertado de hecho en Cristo; comienza en todos los que, como Jesús, «son» -> por los otros; pero está siempre en devenir. Puede detenerse, disminuir, desaparecer incluso. Puede ocurrir también que el que confiesa a Cristo, abandone esta nueva dimensión. La «redención de nuestro cuerpo» debe seguir esperando todavía (Rom 8,23).
Los que se
incorporan a Cristo se sitúan en la dimensión de la -> esperanza. Sólo en el
ámbito de la esperanza acontece en ellos, a modo de comienzo, la -> redención y
la -> salvación (Rom 8,24). El destino del cristiano es estar en camino. La vida
está permanentemente marcada por el «aún no». Con la muerte y resurrección de
Cristo ha comenzado Dios a reinar definitivamente sobre su creación; Cristo ha
recibido el encargo y la plenitud de poder para implantar el reino de Dios en el
mundo. El Padre lo ha sometido todo en el mundo al Hijo, para que éste le ayude
en sus derechos soberanos (iCor 15,28). Ahora bien, también el dominio de Cristo
es sólo un comienzo; aún no se ha consumado, ni se ha impuesto plenamente. Aún
no se ha producido el desenlace final. En su resurrección, Cristo ha comenzado a
reinar y su empeño es extender este dominio al mundo entero. Donde los hombres
viven en -> seguimiento de Jesús, está llegando este dominio.
A este «aún no» de
Dios y de Cristo se le ha hecho depender de la colaboración humana (->
Colaborador). El que ha sido bautizado en el nombre de Cristo, ha recibido ya
las «arras del espíritu» (2Cor 5,5); el Espíritu de Dios actúa en él,
pero el bautizado aún no ha llegado a ser un hombre totalmente determinado por
el espíritu (cf. iCor 15,44). Quien vive en el ámbito de Cristo es ya «nueva
creación de Dios» (2Cor 5,17). Pero también esto es todavía un -> principio; la
-> consumación aún no existe. La realidad de la resurrección de Cristo y el
reino de Dios son un proceso en evolución, que aún no ha tocado fin, cuyo
desenlace final no está todavía a la vista (-> Futuro de Dios), se halla todavía
muy en sus comienzos, puede ser retrasado y entorpecido, pero en el que no es
posible volverse atrás (-> De una vez para siempre). En la resurrección de Jesús
se ha decidido Dios definitivamente en favor de la evolución del mundo. De ahí
que el cristiano viva esencialmente en el «aún no». Esta es la fuerza impulsora
de su vida, que significa que Dios está constantemente ante el hombre y llega a
él, y requiere del hombre una esperanza creadora que transforme el mundo.
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