La religión de los a., al igual
que la de otros muchos pueblos de la América prehispánica, y, en
concreto, del área mesoamericana, constituía en la época de máximo
desarrollo del imperio un elemento de extraordinaria vitalidad, dentro
de su contexto sociocultural, hasta el punto de que fue el factor más
decisivamente influyente de su cultura.
Cosmogonía. En el estratificado mundo celeste de los a., Ometecuhtli y Omecihuatl se hallaban a la cabeza, como la pareja creadora, como la creación misma hecha principio masculino y femenino. Esta primitiva pareja de dioses tuvo cuatro hijos: los cuatro Tezcatlipoca, relacionados con las cuatro direcciones del mundo: el Tezcatlipoca Rojo, del E.; el Tezcatlipoca Negro, del N.; el Tezcatlipoca Blanco, del O., equivalente a Quetzalcoatl y el Tezcatlipoca Azul, del S., o Huitzilopochtli. Después de 600 años de inacción, Quetzalcoatl y Huitzilopochtli iniciaron las sucesivas creaciones con la del primer hombre, Oxomoco y la primera mujer, Cipactonal, de los cuales descienden los macehualtin o plebeyos (v. i). Después serían creados Mictlantecuhtli y Mictecacihuatl, los señores del mundo subterráneo.
Según otro mito, Quetzalcoatl sería el responsable de la creación del hombre, al descender al mundo subterráneo o Mictlan, donde recogería los huesos de las generaciones pasadas, los que, siendo regados con su propia sangre, darían origen al hombre.
El sentido temporal de la creación y la narración del misterioso pasado del hombre, se halla encerrado en el mito de los cinco soles. Según éste, Quetzalcoatl, como dios benefactor y civilizador, se halla en lucha constante con Tezcatlipoca, dios maligno y nocturno. El primer sol o Sol de Tigre presenció la ascensión de Tezcatlipoca como sol. En esa época vivieron los gigantes, que no sabían cultivar la tierra. El día Cuatro Tigre, Quetzalcoatl dio un bastonazo a Tezcatlipoca, haciéndole caer al agua. Durante el segundo sol o Sol de Viento, Quetzalcoatl hizo el papel de astro solar. Esta época terminó con un gran vendaval que lo destruyó todo, excepto algunos hombres que sobrevivieron convertidos en monos. Durante el tercer sol, o Sol de Lluvias, los dioses comisionaron a Tlaloc para que hiciese el papel de sol. El día Cuatro Lluvia, Quetzalcoatl hizo que lloviese fuego, lo que destruyó a los hombres, de los cuales algunos se convirtieron en pájaros. Al comenzar el cuarto sol o Sol de Agua, Quetzalcoatl colocó como sol a la hermana de Tlaloc, Chalchiuhtlicue. Tezcatlipoca provocó un diluvio que inundó la tierra, haciendo que pereciesen los hombres, que se convirtieron en peces. Tezcatlipoca y Quetzalcoatl levantaron la tierra, pero el último sol había perecido en la catástrofe. Finalmente el quinto sol, que era el sol bajo el cual vivían los a. Para elevar ese quinto sol se reunieron todos los dioses en Teotihuacán (v.), tras lo cual uno de ellos fue convertido en sol, mientras otro se transformaba en la luna. A pesar de ello, el sol se hallaba inmóvil y para hacer que se trasladase pidió el sacrificio de los demás dioses. Al negarse éstos, fueron muertos por el mismo sol, quedando convertidos en estrellas. Este quinto sol debía terminar con una nueva catástrofe semejante a las anteriores. Para evitar ese cataclismo, los a. idearon el sistema de ofrecer vidas humanas, como alimento, a Huitzilopochtli, el cual aseguraba así el mantenimiento del orden establecido.
El Panteón azteca. A la llegada de los españoles, la religiosidad a. se hallaba en un momento de pleno politeísmo, con algunos incipientes atisbos de monoteísmo, especialmente en ciertas cortes literarias, como la de Texcoco. Una multitud de divinidades, a veces emparentadas por nexos familiares, se repartían el ámbito de fenómenos y campos de la naturaleza, mediante atribuciones específicas. El complejo sistema calendárico, junto con un no menos complicado sistema ceremonial y ritual, con el que los dioses se hallaban relacionados, hacía más difícil aún el esquema del panteón a. Por último, la incorporación al panteón imperial de dioses locales o regionales, pertenecientes a los pueblos conquistados, complicaba aún más el no sencillo panorama religioso en el momento de la conquista. De ese conjunto, destacaremos a continuación algunas de las más importantes divinidades.
Quetzalcoatl, que fue uno de los dioses más antiguos y de mayor influencia en toda Mesoamérica, era considerado por una parte como dios de la Vida, por otra como dios del Viento, con el nombre de Ehecatl y como planeta Venus bajo el nombre de Tlahuizcalpantecuhtli. Su nombre específico de Quetzalcoatl puede traducirse tanto por serpiente emplumada, como por gemelo precioso, aludiendo al cielo venusino. Como dios civilizador, es el descubridor del maíz y el maestro que enseña a los hombres a pulir el jade, a tejer el algodón o a contar el tiempo mediante el uso del calendario. En su difusión por otras áreas, dentro de Mesoamérica, recibirá nombres diferentes: Chuchulchan entre los tzeltales de Chiapas; Kukulkan, entre los mayas (v.) de Yucatán; Gucumatz entre los quichés de Guatemala, etc. El oponente de Quetzalcoatl es, de acuerdo con la tradición tolteca, Tezcatlipoca, patrón de los príncipes, de los guerreros jóvenes, de los hechiceros y malvados y espíritu nocturno por excelencia. Como dios del Norte es el oponente de Huitzilopochtli.
A pesar de la importancia de esta pareja de dioses, la divinidad que imprime carácter a la religión a. en el momento de la conquista española, es Huitzilopochtli, el dios tribal o colibrí sagrado, que guía a los a. desde la lejana Aztlán hasta Tenochtitlan (v. AZTECAS, Historia), y que, gracias a la influencia de Tlacaelel, representa un papel preponderante en la constitución de los ideales que hacen posible el imperio a. en el s. XV. Huitzilopochtli, comg dios solar, está emparentado con Tonatiuh, es hijo de Coatlicue, la tierra, hermano de Coyolxahuqui, la luna y de los 400 surianos, o estrellas del Sur, y como mantenedor del quinto sol, impone el sacrificio de miles de seres humanos en los altares de sus templos, y como consecuencia, la puesta en marcha de un sistema de conquistas en el que lo más importante es la obtención de prisioneros.
Para una cultura de economía básicamente agrícola, los dioses del agua y de la vegetación tenían una importancia excepcional. A la cabeza de éstos figuraba él dios Tlaloc, dios del rayo y de la lluvia, fecundador de la tierra y padre de todo lo bueno que ésta produce. Otros dioses de este grupo eran: Chalchiuhtlicue, esposa o hermalia de Tlaloc; Chicomecoatl, o Siete Serpiente; Cinteotl, o maíz deificado; Xochipilli, príncipe de las flores, dios del baile, los juegos y el amor; Xilonen, la tierna espiga del maíz; Xochiquetzal, flor preciosa, especie de Afrodita a., diosa de la belleza y el amor; Mayahuel, diosa del maguey, del que se hace el pulque y madre de los 400 Centzon Totochtin, o dioses de la embriaguez; Xipe Totec, nuestro señor el desollado, dios de la primavera, etcétera.
un peso extraordinario. El acceso a la clase sacerdotal estaba abierto a todos, nobles y plebeyos, aunque los primeros, educados en,el calmecac (v. I), tenían una preparación y dedicación más específica. El novicio era consagrado a Quetzalcoatl, patrono de los sacerdotes, cuando aún era muy niño, pero no se convertía en auténtico sacerdote o tlamacazqui hasta los 20 años.
El sacerdocio estaba organizado, al igual que el resto de las clases sociales, de un modo piramidal. Los tlenamacac eran sacerdotes distinguidos, que podían formar parte del consejo elector del soberano. Había dos sumos sacerdotes: el Quetzalcoatltotec tlamacazqui, consagrado al culto de Huitzilopochtli, y el Quetzalcoatl Tlaloc tlamacazqui, dedicado al culto de Tlaloc. Estos dos jerarcas elegían a un único sumo sacerdote o Mexicatl teohuatzin, quien estaba encargado de ordenar el culto en todas las provincias del imperio y entendía de la disciplina del cuerpo sacerdotal y de la educación que se impartía en el calmecac.
Ceremonialismo. El complicado ceremonial de la religión de los a., estaba íntimamente relacionado con el ,tonalpohualli, o año ritual de 260 días y con el año solar de 365 días. Las ceremonias practicadas durante las correspondientes fiestas, eran sumamente variadas, y en ellas, no solamente' tomaban parte los sacerdotes, sino también todo el pueblo.
Los sacrificios humanos, el rasgo de la cultura a. que causó más horror en el ánimo de los conquistadores españoles, constituyó uno de los elementos básicos de su ideal de conquista y de imperio. Había varios tipos de sacrificio humano. El ordinario consistía en extraer de la víctima el corazón aún palpitante. Otros tipos de sacrificio eran: el desollamiento, el flechamiento y la incineración en vivo.
Templos. Los templos solían consistir en una pirámide escalonada, sobre la cual se elevaba una pequeña capilla donde quedaba oculta la imagen de la divinidad. Estos templos solían concentrarse en un recinto ceremonial situado, por lo general, en el centro de la ciudad. El Templo Mayor, dedicado a Tlaloc y Huitzilopochtli, y el Templo Circular dedicado a Ehecatl, en el recinto ceremonial de Tenochtitlan, pueden servir de ejemplo.
V. t.: AMÉRICA VI, 1 y 2; México IV; Máxlco III, 1; MAYAS 11; INCAS II.
Cosmogonía. En el estratificado mundo celeste de los a., Ometecuhtli y Omecihuatl se hallaban a la cabeza, como la pareja creadora, como la creación misma hecha principio masculino y femenino. Esta primitiva pareja de dioses tuvo cuatro hijos: los cuatro Tezcatlipoca, relacionados con las cuatro direcciones del mundo: el Tezcatlipoca Rojo, del E.; el Tezcatlipoca Negro, del N.; el Tezcatlipoca Blanco, del O., equivalente a Quetzalcoatl y el Tezcatlipoca Azul, del S., o Huitzilopochtli. Después de 600 años de inacción, Quetzalcoatl y Huitzilopochtli iniciaron las sucesivas creaciones con la del primer hombre, Oxomoco y la primera mujer, Cipactonal, de los cuales descienden los macehualtin o plebeyos (v. i). Después serían creados Mictlantecuhtli y Mictecacihuatl, los señores del mundo subterráneo.
Según otro mito, Quetzalcoatl sería el responsable de la creación del hombre, al descender al mundo subterráneo o Mictlan, donde recogería los huesos de las generaciones pasadas, los que, siendo regados con su propia sangre, darían origen al hombre.
El sentido temporal de la creación y la narración del misterioso pasado del hombre, se halla encerrado en el mito de los cinco soles. Según éste, Quetzalcoatl, como dios benefactor y civilizador, se halla en lucha constante con Tezcatlipoca, dios maligno y nocturno. El primer sol o Sol de Tigre presenció la ascensión de Tezcatlipoca como sol. En esa época vivieron los gigantes, que no sabían cultivar la tierra. El día Cuatro Tigre, Quetzalcoatl dio un bastonazo a Tezcatlipoca, haciéndole caer al agua. Durante el segundo sol o Sol de Viento, Quetzalcoatl hizo el papel de astro solar. Esta época terminó con un gran vendaval que lo destruyó todo, excepto algunos hombres que sobrevivieron convertidos en monos. Durante el tercer sol, o Sol de Lluvias, los dioses comisionaron a Tlaloc para que hiciese el papel de sol. El día Cuatro Lluvia, Quetzalcoatl hizo que lloviese fuego, lo que destruyó a los hombres, de los cuales algunos se convirtieron en pájaros. Al comenzar el cuarto sol o Sol de Agua, Quetzalcoatl colocó como sol a la hermana de Tlaloc, Chalchiuhtlicue. Tezcatlipoca provocó un diluvio que inundó la tierra, haciendo que pereciesen los hombres, que se convirtieron en peces. Tezcatlipoca y Quetzalcoatl levantaron la tierra, pero el último sol había perecido en la catástrofe. Finalmente el quinto sol, que era el sol bajo el cual vivían los a. Para elevar ese quinto sol se reunieron todos los dioses en Teotihuacán (v.), tras lo cual uno de ellos fue convertido en sol, mientras otro se transformaba en la luna. A pesar de ello, el sol se hallaba inmóvil y para hacer que se trasladase pidió el sacrificio de los demás dioses. Al negarse éstos, fueron muertos por el mismo sol, quedando convertidos en estrellas. Este quinto sol debía terminar con una nueva catástrofe semejante a las anteriores. Para evitar ese cataclismo, los a. idearon el sistema de ofrecer vidas humanas, como alimento, a Huitzilopochtli, el cual aseguraba así el mantenimiento del orden establecido.
El Panteón azteca. A la llegada de los españoles, la religiosidad a. se hallaba en un momento de pleno politeísmo, con algunos incipientes atisbos de monoteísmo, especialmente en ciertas cortes literarias, como la de Texcoco. Una multitud de divinidades, a veces emparentadas por nexos familiares, se repartían el ámbito de fenómenos y campos de la naturaleza, mediante atribuciones específicas. El complejo sistema calendárico, junto con un no menos complicado sistema ceremonial y ritual, con el que los dioses se hallaban relacionados, hacía más difícil aún el esquema del panteón a. Por último, la incorporación al panteón imperial de dioses locales o regionales, pertenecientes a los pueblos conquistados, complicaba aún más el no sencillo panorama religioso en el momento de la conquista. De ese conjunto, destacaremos a continuación algunas de las más importantes divinidades.
Quetzalcoatl, que fue uno de los dioses más antiguos y de mayor influencia en toda Mesoamérica, era considerado por una parte como dios de la Vida, por otra como dios del Viento, con el nombre de Ehecatl y como planeta Venus bajo el nombre de Tlahuizcalpantecuhtli. Su nombre específico de Quetzalcoatl puede traducirse tanto por serpiente emplumada, como por gemelo precioso, aludiendo al cielo venusino. Como dios civilizador, es el descubridor del maíz y el maestro que enseña a los hombres a pulir el jade, a tejer el algodón o a contar el tiempo mediante el uso del calendario. En su difusión por otras áreas, dentro de Mesoamérica, recibirá nombres diferentes: Chuchulchan entre los tzeltales de Chiapas; Kukulkan, entre los mayas (v.) de Yucatán; Gucumatz entre los quichés de Guatemala, etc. El oponente de Quetzalcoatl es, de acuerdo con la tradición tolteca, Tezcatlipoca, patrón de los príncipes, de los guerreros jóvenes, de los hechiceros y malvados y espíritu nocturno por excelencia. Como dios del Norte es el oponente de Huitzilopochtli.
A pesar de la importancia de esta pareja de dioses, la divinidad que imprime carácter a la religión a. en el momento de la conquista española, es Huitzilopochtli, el dios tribal o colibrí sagrado, que guía a los a. desde la lejana Aztlán hasta Tenochtitlan (v. AZTECAS, Historia), y que, gracias a la influencia de Tlacaelel, representa un papel preponderante en la constitución de los ideales que hacen posible el imperio a. en el s. XV. Huitzilopochtli, comg dios solar, está emparentado con Tonatiuh, es hijo de Coatlicue, la tierra, hermano de Coyolxahuqui, la luna y de los 400 surianos, o estrellas del Sur, y como mantenedor del quinto sol, impone el sacrificio de miles de seres humanos en los altares de sus templos, y como consecuencia, la puesta en marcha de un sistema de conquistas en el que lo más importante es la obtención de prisioneros.
Para una cultura de economía básicamente agrícola, los dioses del agua y de la vegetación tenían una importancia excepcional. A la cabeza de éstos figuraba él dios Tlaloc, dios del rayo y de la lluvia, fecundador de la tierra y padre de todo lo bueno que ésta produce. Otros dioses de este grupo eran: Chalchiuhtlicue, esposa o hermalia de Tlaloc; Chicomecoatl, o Siete Serpiente; Cinteotl, o maíz deificado; Xochipilli, príncipe de las flores, dios del baile, los juegos y el amor; Xilonen, la tierna espiga del maíz; Xochiquetzal, flor preciosa, especie de Afrodita a., diosa de la belleza y el amor; Mayahuel, diosa del maguey, del que se hace el pulque y madre de los 400 Centzon Totochtin, o dioses de la embriaguez; Xipe Totec, nuestro señor el desollado, dios de la primavera, etcétera.
un peso extraordinario. El acceso a la clase sacerdotal estaba abierto a todos, nobles y plebeyos, aunque los primeros, educados en,el calmecac (v. I), tenían una preparación y dedicación más específica. El novicio era consagrado a Quetzalcoatl, patrono de los sacerdotes, cuando aún era muy niño, pero no se convertía en auténtico sacerdote o tlamacazqui hasta los 20 años.
El sacerdocio estaba organizado, al igual que el resto de las clases sociales, de un modo piramidal. Los tlenamacac eran sacerdotes distinguidos, que podían formar parte del consejo elector del soberano. Había dos sumos sacerdotes: el Quetzalcoatltotec tlamacazqui, consagrado al culto de Huitzilopochtli, y el Quetzalcoatl Tlaloc tlamacazqui, dedicado al culto de Tlaloc. Estos dos jerarcas elegían a un único sumo sacerdote o Mexicatl teohuatzin, quien estaba encargado de ordenar el culto en todas las provincias del imperio y entendía de la disciplina del cuerpo sacerdotal y de la educación que se impartía en el calmecac.
Ceremonialismo. El complicado ceremonial de la religión de los a., estaba íntimamente relacionado con el ,tonalpohualli, o año ritual de 260 días y con el año solar de 365 días. Las ceremonias practicadas durante las correspondientes fiestas, eran sumamente variadas, y en ellas, no solamente' tomaban parte los sacerdotes, sino también todo el pueblo.
Los sacrificios humanos, el rasgo de la cultura a. que causó más horror en el ánimo de los conquistadores españoles, constituyó uno de los elementos básicos de su ideal de conquista y de imperio. Había varios tipos de sacrificio humano. El ordinario consistía en extraer de la víctima el corazón aún palpitante. Otros tipos de sacrificio eran: el desollamiento, el flechamiento y la incineración en vivo.
Templos. Los templos solían consistir en una pirámide escalonada, sobre la cual se elevaba una pequeña capilla donde quedaba oculta la imagen de la divinidad. Estos templos solían concentrarse en un recinto ceremonial situado, por lo general, en el centro de la ciudad. El Templo Mayor, dedicado a Tlaloc y Huitzilopochtli, y el Templo Circular dedicado a Ehecatl, en el recinto ceremonial de Tenochtitlan, pueden servir de ejemplo.
V. t.: AMÉRICA VI, 1 y 2; México IV; Máxlco III, 1; MAYAS 11; INCAS II.
J. ALCINA FRANCH.
BIBL.: A. CAso, La
Religión de los Aztecas, en Enciclopedia Ilustrada Mexicana, I, México
1936; fD, El pueblo del Sol, México 1953; H. B. NiCHOLSON, PreHispanic
Central Mexico: Religion, en Handbook of Middle American Indians, VIII,
Washington 1964; L. SÉJOURNÉ, Pensamiento y religión en el México
Antiguo, México 1957; J. SousTELLE, La Pensée Cosmologique des Anciens
Mexicains, París 1940; M. AcosTA SAIGNES, Los Teopixque: Organización
social entre los Mexica, «Revista Mexicana de Estudios Antropológicos»
VIII México 1946, 147205; L. SÉJouRNÉ, El Universo de Quetzalcoatl,
México 1962; J. FERNÁNDEZ, Una aproximación a Xochipilli, «Estudios de
Cultura Nahuatl», ib. IV (1963) 3141; J. FERNÁNDEZ, Una aproximación a
Coyolxahuqui, ib. III (1962) 3753; V. T. MENDozA, El plano o mundo
inferior: Mictlan, Xibalbá, Nith y Hel, ib. III (1962) 7599.
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