lunes, 27 de agosto de 2012

VIÑA.

(heb. kerem; gr. ampelon). Específicamente, un conjunto de vides comunes; un campo plantado de vides que, si es grande, se llama viña, y si es pequeño se llama viñedo. El cultivo de la vid aparece muy pronto en la Biblia (Gn. 9:20); también se nos dice que las viñas siempre abundaron en Palestina (fig 194). En las Escrituras hay abundantes referencias a la plantación, al cuidado, a la poda y a la cosecha de las uvas. Una descripción bastante compleja de los pasos que debía dar una familia para cultivar su Viña aparece en la parábola de Is. 5:1-6, y en las ilustraciones y parábolas de Cristo (Mt. 20:1-16; 21:28-31; Mr. 12:1-9; Jn. 15:1-6). A veces se hacían terrazas para que las viñas pudieran estar ya sea en las laderas o en las cumbres de las colinas (cf Is. 5:1; Jl. 3:18, BJ). Alrededor del terreno se levantaba un cerco de piedra para evitar la entrada de animales merodeadores (Nm. 22:24; Sal. 80:8-13; Pr. 24:30, 31; Cnt. 2:15; Is. 5:5), y además había una torre para el vigía, que tenía la responsabilidad de cuidar de la Viña (Mt. 21:33; fig 515). La época de la vendimia empezaba en Palestina en junio en el cálido valle del Jordán, seguía en agosto en las llanuras de la costa y culminaba en septiembre en la región de las colinas y montañas. Esta era la gran fiesta del año, y la alegría de la vendimia era proverbial (ls. 16:10; etc.). Las viñas les proporcionaron muchas ilustraciones y lecciones espirituales a los profetas y maestros de los tiempos bíblicos. Morar a la sombra de la propia higuera o de la Viña era símbolo de alegría, paz y abundancia (1 R. 4:25; Mi. 4:4; Zac. 3:10). Se comparaba a Israel con una Viña que había sido transplantada desde Egipto (Sal. 80:8-16). Se decía que los hebreos rebeldes eran como una vid de buena clase que se había echado a perder (Jer. 2:21). Cristo se comparó con una vid, cuyos pámpanos eran los discípulos, y de quienes se esperaba que dieran mucho fruto (Jn. 15:1-8). Para los hebreos, una Viña se contaba entre sus posesiones más preciadas, y la promesa de que dispondrían para siempre de los frutos de la vid era un símbolo de seguridad, prosperidad y recompensa (ls. 65:21). Véase Vino. Bib.: PB 240-244.

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