Tras
la muerte de Buda y antes del reino del emperador Asoka (273-231
a.e.c.), la comunidad budista, a pesar de la expansión misionera, no
dejó de ser un grupo minoritario. Era una religión a pequeña escala
centrada en la definición de dogmas que permanentemente se escindía en
vías diversas y de la que se pueden tener, en realidad, muy pocas
certezas históricas. Sin embargo, esta religión nacida en el norte de la
India se convertiría gracias a Asoka en uno de los grandes credos
mundiales.
Su
carácter universalista, al plantear un mensaje aceptable por cualquier
ser humano independientemente de sus circunstancias y origen, favoreció
su expansión y, de hecho, los budistas fueron grandes misioneros.
Más
adelante veremos el interesante paralelismo entre el proceso que se
produjo en la India y que llevó a la expansión del budismo, y lo que
ocurrió en el mundo mediterráneo con el cristianismo: llegaron a ser
religiones con millones de fieles al convertirse en religiones del
poder.
Un
momento muy importante en la expansión del budismo se produjo durante el
reinado del emperador indio Asoka (273-231 a.e.c.). Gran conquistador,
sus ejércitos dominaron un territorio muy extenso en el que había muchas
religiones. El budismo tenía la ventaja de que servía para cualquiera
de sus súbditos. Asoka se hizo budista y no solo ganó para el budismo a
gran parte de la India, sino que envió misioneros a los reinos y
territorios con los que tenía contacto, incluso hasta occidente.
Con
el tiempo, el budismo, siguiendo las rutas del comercio, y en especial
la ruta de la seda, llegó a Afganistán, a China y luego a Japón; y por
el sur, a Sri Lanka, a Indonesia e Indochina, y, posteriormente, por el
norte, al Tíbet. Hace mil años era la religión con mayor número de
fieles en todo el mundo.
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