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Abraham en el Islam |
El Islam concede gran importancia al patriarca bíblico,
que ocupa además un lugar central en el Corán; siendo
el personaje veterotestamentario más citado. Su nombre aparece unas setenta
veces y en veinticinco suras, treinta y siete pasajes y
ciento cuarenta versos[1]. Y aparece en textos de todas las
épocas de la predicación de Mahoma, desde los comienzos de
sus actividades en la Meca (610 – 622), hasta el
final del tiempo transcurrido en Medina (622- 632).
Mahoma dice
basarse en “los libros de Abraham y de Moisés”, para
demostrar que su predicación es la continuidad de la predicación
de sus predecesores. Evoca la fidelidad de Abraham, (sura 53,38)
y cita episodios narrados en el libro del Génesis (Gn.
18 ), como la visita de los ángeles y el
anuncio del nacimiento de un hijo (sura 11,69-74 ); la
predicción y el castigo ejemplar de Sodoma (sura 11,77- 82).
Mahoma destaca dos aspectos en el patriarca: la lucha de
Abraham contra la idolatría (sura 37,83-99), y la alusión al
sacrificio de Isaac en Gn. 22, con el matiz de
que el patriarca ha decidido inmolar a su hijo con
el consentimiento de éste, sin aclarar si es Isaac o
Ismael (sura 37,102- 108). Mahoma se atiene más a las
tradiciones judías que al texto del Antiguo Testamento, al que
no conoció directamente. Por lo demás Mahoma no solo se
dice el continuador de la misión del patriarca, sino que
incluso ha buscado, conscientemente o no, retener rasgos de las
tradiciones sobre Abraham como propios, para confirmar su experiencia personal
y demostrar su continuidad con el patriarca bíblico. La tradición
musulmana hace decir a su profeta: “En cuanto a Abraham,
yo soy de sus hijos el que más se parece
físicamente” y llega incluso a afirmar que el tamaño de
sus pies es idéntico al del patriarca (cfr. R. Martin-
Achard, Actualité d` Abraham, pag. 168)
Abraham sería un destructor
de ídolos, y su intransigencia le ha llevado a la
persecución del politeísmo con un celo ejemplar (sura 26,69-76). Mahoma
considera que en resumen el Islam no es otra cosa
que la religión de Abraham, y por tanto el patriarca
sería el primer musulmán, y por tanto la piedra angular
del monoteísmo. Además hace resaltar leyendas sobre el patriarca, tales
como las luchas con su padre en relación al monoteísmo;
o las luchas brutales contra los ídolos; la revuelta del
pueblo contra Abraham, y el triunfo final de este último,
que no tendría otra finalidad que consolidar la apologética mecana
contra los idólatras.
Los musulmanes, además, atribuyen gran importancia a las
genealogías, y sostienen que la revelación divina se halla depositada
en los pueblos de la estirpe de Abraham, encontrando ellos
esta filiación justificada en la Biblia. Pero es ciertamente distinta
la filiación de Abraham desde un punto de vista teológico
a la meramente carnal. Tanto el pueblo de Israel como
el de Ismael, claman sobre ellos la paternidad de Abraham.
Pero las genealogías establecidas al inicio de los evangelios de
San Lucas y de San Mateo (cfr. Mt.1, 1
Lc.3, 23), afirman la ampliación de Israel según la carne
a la humanidad entera (Lc.) y la inserción en Jesús
de Nazaret de toda la historia de Israel: el
Israel según la descendencia y el Israel de Dios (Mt.).
Jesús es denominado en el Evangelio como “Hijo de Abraham”,
expresión que puede ser tomada en sentido carnal, dado que
era judío, de la familia de David. Pero ser hijo
de Abraham, significa en el Evangelio entrar en una nueva
y perenne relación con Dios, (Jn.8, 39-42). Se llega a
ser verdadero hijo de Abraham mediante la fe en Jesucristo.
“Los que viven de la fe, esos son los hijos
de Abraham” (Gal.3, 7). Dios que iba a justificar a
los gentiles por medio de la fe, anunció a Abraham
esta buena nueva, “en ti serán bendecidas todas las gentes”
(Gal.3, 8; Gn.12, 3). “Por tanto, quienes viven de la
fe son bendecidos con Abraham, el creyente… si sois
de Cristo, ya sois descendencia de Abraham, herederos según la
promesa” (Gal. 3, 7-9. 29).
Por cierto el Islam disfruta
de una cierta posición espiritual privilegiada y singular. Ya que
confiesa a Dios como creador y soberano del mundo y
de los hombres; como remunerador de justos y pecadores. Afirmaciones
que son un requisito para la verdadera fe. Y de
este modo Abraham también ocupa un lugar central dentro del
Islam.
Pero la fe de Abraham, no es solamente la
fe en la unicidad de Dios, sino que conlleva
de modo inseparable la promesa de un “brote” en
que serán bendecidas todas las gentes, es decir todos los
pueblos. Esta promesa fue dirigida a Abraham y a su
descendencia. No se dice “a los descendientes”, como si fueran
muchos, sino a uno solo, “a tu descendencia”, es decir
a Jesucristo, (Gal. 3,16). Es por tanto en Jesucristo en
quien son bendecidos todos los pueblos de modo que no
hay otro nombre en el cielo y en la tierra
en el que podamos salvarnos.
La Declaración Nostra Aetate del
Concilio Vaticano II, habla de los musulmanes como los hombres
y mujeres “que procuran someterse con toda el alma a
los ocultos designios de Dios, como se sometió Abraham, a
quien la fe islámica mira con complacencia” (nº 3). En
la conmemoración de Abraham “Nuestro Padre en la fe”, celebrada
en Roma el 23 de febrero del año 2000, el
Papa Juan Pablo II, recordaba que “Dios omnipotente estrechó en
la fe de Abraham una alianza eterna con el género
humano, y Jesucristo es su definitivo cumplimiento”.
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