sábado, 2 de agosto de 2014

Ira.

              La ira puede presentarse como simple sentimiento de enfado no agresivo (2 Re 5,12), puede inducir a la venganza (Gn 27). Proverbios menciona la ira del marido celoso (Prov 6,34), del rey "heraldo de muerte" (Prov 16,14), menciona al "hombre colérico" de temperamento (Prov 15,18); aconsejan evitarla (Prov 24,25; 30,32; Sal 37,8). A ejemplo de la ira humana se representa la ira divina. Es su reacción personal y apasionada contra el pecado, su incompatibilidad con él, sea pecado contra Dios o contra el hombre. La ira de Dios toma a veces aspecto de sentencia judicial y de ejecución (Ez 38,18-23). Puede dirigirse contra los enemigos y también contra el pueblo, por su infidelidad (Is 9; Sal 70). Instrumentos de la ira son la vara, que dice castigo limitado (Is 10,5), y el fuego, que denota el castigo definitivo (Ez 22,17); además se habla de la mano (Is 5,24), la espada y otras armas cósmicas de la teofanía. La ira alcanza a personas, pueblos e incluso al cosmos (Dt 32,22). A veces parece que la ira de Dios es injustificada (Éx 4,24; Nm 22,22, en la presente redacción). En realidad, es magnánimo, paciente (Sal 86,15; 103,8; 145,8). La ira se acumula hasta que llega al colmo y suceden un "día de ira" (Sof 3,15). La copa de la ira es un castigo que Dios por sí o por otros suministra: perturba antes de la ejecución o es su instrumento (Is 51,17.22; Sal 75; Jr 25; Ez 23,33).

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