Arranca de la convicción de que un texto significa propiamente algo distinto, más profundo, de lo que expresa a primera vista, incluso cuando no hay señales de lenguaje figurado.
Pablo usa la exégesis alegórica, por ejemplo, en Gá. 4:21-32; 1 Co. 10:4. Con ello no va formalmente más allá de las reglas válidas de su tiempo. Mas, si se mira el contenido, su exégesis y su predicación son totalmente nuevas. En toda exégesis alegórica es esencial dar un sentido actual a un texto ya fijado, de acuerdo o no con su sentido literal. Esto es causa de enriquecimiento espiritual. Hay veces, también, en las que la fantasía invade el texto y entonces la exégesis no es auténtica y da lugar a fantasías pueriles, de forma que la «interpretación» ya nada tenga que ver con el sentido original del texto.
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