viernes, 6 de mayo de 2016

Exégesis.

(Del verbo griego «exomai», «yo narro o explico»).

Es la explicación de la Biblia, y sus reglas están sometidas a los principios de la hermenéutica; tanto los rabinos como los estudiosos cristianos antiguos de las Sagradas Escrituras usaron diversos métodos para entender los pasajes oscuros.

Ya en tiempos de Filón se formaron dos escuelas principales: la de Alejandría, que daba mayor importancia a la alegoría, en su explicación de la Biblia, y sus representantes más característicos fueron Clemente de Alejandría y Orígenes. La escuela de Antioquía, por el contrario, se caracterizó por una interpretación literal del texto sagrado; entre sus exponentes más destacados se cuentan S. Juan Crisóstomo y Teodoro de Mopsuestia. Con el correr de los siglos ambas escuelas se juntaron, y ya en tiempos de Agustín y Jerónimo, que son los mayores expositores de la Biblia en Occidente, estaban prácticamente unidas, aunque el primero es más alegórico y el segundo más literalista en su exégesis.

La Teología Escolástica usó cuatro sentidos (literal, alegórico, moral y analógico) para interpretar la Escritura, con el resultado de que se olvidaba el verdadero sentido de lo que la Biblia dice, para sacar conclusiones, muchas veces, en abierta contradicción.

La Reforma introdujo un nuevo principio en la exégesis: debe ser la Biblia misma la que nos dé el sentido de los textos oscuros. Antes de Lutero y de los reformadores era el dogma de la Iglesia Católica-Romana lo que debía fijar el sentido de la Sagrada Escritura; a partir de entonces la Biblia es, para las Iglesias Evangélicas, el fundamento y la base para toda interpretación teológica o dogma de fe.

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