Más allá de su vigencia religiosa los mitos perduran, aun cuando se eclipsan o desaparecen las creencias que los sustentaban.
En la mayoría de culturas los mitos están ligados a las creencias religiosas. Forman la narrativa esencial de las religiones y se conjugan con los ritos y ceremonias que, con frecuencia, evocan y representan los momentos estelares de los mitos.
Pero, incluso, más allá de su vigencia religiosa los mitos perduran, aun cuando se eclipsan o desaparecen las creencias que los sustentaban.
Desarraigados de la ingenua fe primitiva, los relatos y las figuras míticas pueden perdurar en la literatura y en el imaginario colectivo. Eso es lo que sucede, en la cultura occidental, con la que llamamos mitología clásica, es decir, el repertorio de mitos heredados de griegos y romanos.
Por su función social, los mitos se han usado también, sobre todo en el mundo moderno, como arma política. Proporcionan imágenes y figuras emotivas que pueden servir a la propaganda ideológica en una sociedad de masas.
Como sabemos, las estampas heroicas o los clichés míticos llaman la atención y sirven de reclamo. La propaganda comercial actual, más sutil e inocua, recurre a estampas míticas para promocionar algún producto.
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