Con motivo del estreno de la película bíblica “Noé”, dirigida por Darren Aronofsky y protagonizada por Russell Crowe, Jennifer Connelly y Emma Watson, hemos contactado con un arqueólogo e historiador que acaba de viajar al monte Ararat, en Turquía, el lugar donde, según la tradición judeocristiana, encalló la gran arca de madera con los supervivientes de la expiatoria inundación.
Francisco Vivas, especializado en la rama de Historia de la Religión, no es el primero ni será el último en explorar la “gran montaña del dolor”, ya que una interpretación literal del Antiguo Testamento nos lleva a su falda en la búsqueda de los vestigios de la embarcación. Allí se han hallado en el último siglo fragmentos de madera que datan de miles de años y que han servido para alimentar la leyenda, aunque ninguno de ellos sea una prueba fehaciente capaz de contrariar las teorías de arqueólogos y geólogos, que sostienen que el Arca de Noé es un relato ficticio inspirado en un antiguo mito mesopotámico, probablemente inspirado a su vez en una gran inundación que ocurrió hace 8.000 años.
¿Ha encontrado alguna reliquia en su reciente expedición al monte Ararat?
Francisco Vivas: Lo cierto es que sí, que reliquias, aunque uno no quiera encontrarlas, las encuentra. Pero no resulta fácil. Pese a que la región del Ararat está, a día de hoy, lejos de ser un foco turístico masificado, cuenta con algunos puntos concretos relacionados directamente con la historia del Arca de Noé en los que algunos arqueólogos aficionados, fieles peregrinos de tinte creacionista o simples montañeros afirman haber encontrado tal pedazo de madera o tal huella fósil que, sin género de dudas, aseguran que pertenece al navío bíblico. Lo interesante de este viaje es conocer esos lugares, ver y reencontrar esas reliquias y luego, a título personal, decidir, más allá de lo excitante de la búsqueda, la veracidad de lo encontrado.
Imágenes satelitales, “la gran anomalía”, travesaños de madera… A día de hoy no existen evidencias rigurosas de que lo narrado en el mito del Arca de Noé esté basado en hechos reales. ¿Cree personalmente que la historia aconteció tal y como cuenta el Génesis?
Francisco Vivas: Como con todos los textos que nos narran las escrituras religiosas, ya sean del Antiguo Testamento, del Nuevo, o de otros libros más o menos canónicos y heterodoxos, hemos de centrarnos más en la búsqueda del mito que en la realidad de un hecho histórico. Y no quiero decir con ello que no pueda existir un acontecimiento real detrás del mito. Simplemente, creo que el relato del Génesis desarrolla, de forma anecdótica y muy simbólica, o simbolista, un cuento, una alegoría, una fantasía que, probablemente, persigue más el trasfondo moralizante de la historia que la importancia de los acontecimientos en sí mismos. El diluvio universal, desde esta perspectiva, para mí encarna la antítesis de lo que supuso el acto divino de la creación que lo precede en las escrituras: frente al acto de separar las aguas para crear la tierra que habitará el hombre, se llega al acto inverso de hacer que las aguas vuelvan a juntarse, las del cielo con las de la tierra, para hacer regresar todo al caos primigenio que supone el océano infinito, no sólo en la religión hebrea, sino en muchas otras culturas de Próximo Oriente. Y, en el centro del relato, como protagonista, la figura de un patriarca elegido entre toda la humanidad por su rectitud, severidad y moralidad, que luego a la postre resulta no ser tan perfecto: es un símbolo de la redención que merece el ser humano, como colectivo pero también como individuo, que no es por naturaleza bueno o malo, sino que alberga en sí mismo la dualidad que tan patente queda en las religiones antiguas.
La comunidad científica coincide en que se trata de una alegoría, es decir, una representación simbólica que no ha de tomarse al pie de la letra. No obstante, el mito del Arca de Noé guarda paralelismo con los de otras culturas y religiones de todo el mundo, lo que plantea la posibilidad de que esté inspirado en una inundación del pasado remoto que elevó el nivel del mar 1,4 metros. ¿Qué opina de esta teoría?
Francisco Vivas: Teorías que tratan de explicar de forma científica un diluvio, universal o no, existen muchas. Desde los que buscan los orígenes del mito en las crecidas fluviales de los ríos del creciente fértil, hasta los que directamente se decantan por hablar de la “Teoría de la catástrofe de Toba”. Pasando por tsunamis en el mediterráneo, la inundación de la cuenca de lo que hoy es el Mar Negro al final de la última era glaciar. Y sin olvidar a quienes ven en los gigantes, los nefilim y los ángeles vigilantes del relato, esos que Aronofsky ha representado en su película como gigantes de piedra, seres de otro planeta que en su día poblaron el nuestro. También hay quienes, de forma más global, creen que la universalidad del mito se debe a un intento de explicar ciertas observaciones y evidencias geológicas o paleontológicas, como la existencia de fósiles marinos lejos de la costa o la existencia de restos de animales ya extintos, en un contexto cultural previo al actual análisis científico. En mi opinión, como suele ocurrir generalmente cuando se aborda la historia, no se puede ni se debe analizar un hecho aislado. El mito del diluvio y de Noé no puede separarse de otros relatos, igualmente simbólicos, como lo son Adán y Eva y la expulsión del Jardín del Edén o la muerte de Abel a manos de Caín. En torno al noveno milenio antes de Cristo se produjo un drástico cambio climático que acabó provocando la desertización del Sáhara y del Próximo Oriente. El escenario, hasta entonces rico y fértil, se vio yermo y desolado sin que las culturas que lo poblaban, ahora obligadas a sumarse a lo que se llamó la Revolución Neolítica, comprendieran la causa y el motivo de aquello. Sin duda, debía tratarse de un castigo divino por algo que habían hecho mal: el pecado original. La idea de la destrucción de esa humanidad pecaminosa que sufre, con la intención de volver a lo que existía antes, puede estar en el origen del mito del diluvio y un reinicio con un nuevo Adán, que sería Noé. Y lo cierto es que esa idea la película la aborda a la perfección.
Ninguna de las inundaciones documentadas que ha sufrido nuestro planeta ha alcanzado una cota de altitud que permitiese a una embarcación apostarse sobre la cima de una montaña. Si así fuera, ¿cuáles serían las posibilidades de conservación de unos materiales depositados hace 4.000 años?
Francisco Vivas: Materiales similares y de una antigüedad semejante no es difícil encontrarlos, si se dan las condiciones precisas y necesarias para su conservación. No hay más que viajar a El Cairo y visitar el Museo del barco Solar de Keops junto a la Gran Pirámide para darse cuenta de ello. Ahora bien, la fosa excavada y aislada en el desierto egipcio es el contexto radicalmente opuesto a la cumbre de nieves perpetuas del Ararat. Por poder, podrían encontrarse materiales arqueológicos. Como ya decía antes, hay quien afirma haber encontrado restos de madera fosilizada, objetos metálicos e incluso anclas de piedra, hoy día visitables todos ellos en el centro de visitantes de Durupinar o en Arzap, en las inmediaciones de Dogubeyazit. Pero de ahí a poder demostrar que pertenecen a un navío de una antigüedad concreta y determinada, y que además fue pilotado por Noé, hay un trecho muy largo.
El último hallazgo en el Monte de Ararat se produjo en el año 2010. Un grupo de investigadores chinos y turcos aseguró haber encontrado una estructura de madera de 4.800 años de edad, pero sus resultados fueron tachados de fraudulentos al existir un vínculo con un parque de atracciones. ¿Cree que hay intereses turísticos detrás de la búsqueda del Arca de Noé?
Francisco Vivas: Sin duda, hay muchos menos de los que podría llegar a haber. El mito de Noé en este enclave podría llegar a convertirse en un motor económico importante, tal vez no a la altura de Jerusalén o La Meca, pero sí comparable a Bukhara en Uzbekistán o a Éfeso y Tarso en la propia Turquía. Pero la historia contemporánea de la región en la que se asienta el monte sagrado, en plena frontera entre Turquía, Irán y Armenia, ha hecho que primen otros intereses por encima de los turísticos. Aquí, el ejército turco vigila a la guerrilla kurda y también el contrabando en la frontera. Y eso hace que lugares elevados como el Ararat o el propio monte Judi, en Irán, sean lugares de importancia estratégica desde el punto de vista militar. De hecho, desde hace ya un tiempo, los ascensos al Ararat por su cara norte, que es la que enfila hacia Armenia, están completamente prohibidos y no se conceden permisos. Así, prima la estrategia militar por encima del interés turístico de convertir Ararat en un centro de peregrinación.
En mayo de 2007, Greenpeace reprodujo el Arca de Noé en el monte Ararat para advertir a los líderes de los del mundo del peligro de una catástrofe planetaria debido al cambio climático. ¿Es posible que exista un trasfondo ecológico en el mito del Arca de Noé?
Francisco Vivas: Existir existe, pero si lo llamamos “trasfondo ecológico” creo que lo estamos extrapolando a cuestiones sociopolíticas actuales. En el mito del diluvio existe una clara intencionalidad de recuperar esa naturaleza exuberante, pletórica e inagotable que era el Jardín del Edén, el paraíso perdido. No cabe duda de que todas las religiones derivan de un origen animista y naturalista que trata de explicar, a través de la intermediación de la divinidad, aquellos acontecimientos que son incomprensibles. Por tanto, un mito tan ancestral como el de Noé, debe enraizar con total seguridad en cuestiones de respeto a la naturaleza y de recuperación de un mundo idílico muy alejado del espacio urbanita e industrial, como lo es el actual contra el que lucha Greenpeace o el que se muestra en la película de Russell Crowe.
En vista de todo lo anterior, ¿cree que se debe continuar con la centenaria búsqueda de los restos del Arca de Noé?
Francisco Vivas: La búsqueda de los restos del Arca de Noé, como la búsqueda del Arca de la Alianza, del Santo Sepulcro de Jesús, de Shangri-La o del Santo Grial es la búsqueda de lo que hay de divino en nosotros mismos. En pleno siglo XXI aún no tenemos respuesta a todas las preguntas y la certeza absoluta en cuestiones espirituales aún se muestra muy lejana. La búsqueda del Arca de Noé no es importante, a mi parecer, por el hecho de que pueda revelar un trozo de madera fosilizada sobre el que debatir corrientes y pensamientos, sino que el viaje invita a conocer, vivir y comprender nuevas realidades que amplíen el espectro de lo que nuestra cultura nos ha inculcado. Y eso, sin duda, permite conocerse mejor a uno mismo.
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