Cada verano, unos 700.000 devotos hindúes se ponen en marcha para realizar el peregrinaje que les conducirá a la legendaria gruta de Amarnath, en la región de Cachemira, en el norte de la India. Aquella ha sido un lugar de culto desde tiempos remotos y se menciona en muchos textos antiguos.
La inmensa caravana humana se ve obligada a detenerse cuando atraviesa algunas de las estrechas cortaduras que hienden la cordillera del Himalaya, lo que aprovechan los peregrinos para recuperar fuerzas, al tratarse de las partes más duras y difíciles del viaje. Un nutrido número de voluntarios se ocupa de proporcionarles soporte y avituallamiento, pero el contingente más imprescindible son miles de soldados indios que protegen la caravana de beligerantes grupos independentistas. Tras varios días de marcha y afrontando temperaturas bajo cero, los peregrinos llegan a su meta: el bloque de hielo sagrado que alberga la cueva de Amarnath, una estalagmita que representa para los hindúes la encarnación de Shiva. Según la leyenda, se trata del lugar donde este dios reveló el secreto de la vida y la eternidad a su esposa, la diosa Parvati.
Sin embargo, el objeto sagrado está protegido de los fieles, que tienen terminantemente prohibido tocarlo por el peligro que corre de derretirse.
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