Rey de Inglaterra perteneciente a la dinastía Tudor, Enrique VIII se levantó en contra de la Reforma protestante lanzada por Lutero en 1520. Además de someter por entero a la Iglesia a la autoridad real, pasó a la Historia por decapitar a dos de sus seis mujeres. Su primera esposa fue Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos y viuda del propio hermano del monarca. No consiguió colmar las esperanzas del Rey de tener un hijo varón: después de varios abortos, dio a luz a una niña, María. Enrique VIII anuló el matrimonio con la española, declaró ilegítima a su hija María y se casó con su amante, Ana Bolena, a la que nombró reina. Pronto se deshizo de ella acusándola de adulterio y brujería, y fue ejecutada junto con sus supuestos amantes. A su hija en común, Isabel, la apartó de la línea sucesoria. Con Jane Seymour tuvo por fin un hijo, Eduardo, pero tras la muerte de su esposa en el parto y la delicada salud del príncipe, volvió a casarse con Ana de Cleves. Sin embargo, también consiguió anular este matrimonio, argumentando que no se había consumado. La quinta esposa, Catalina Howard, corrió la misma suerte que su prima, Ana Bolena, y con 18 años fue ejecutada por adúltera.
Un hijo débil
Y a la sexta va la vencida. Su nueva esposa, la rica viuda Catalina Parr, fue la única que le sobrevivió. Enrique VIII murió en 1547 demasiado obeso, enfermo de gota y sifilítico. La corona fue heredada por su único hijo varón, Eduardo VI, que entonces contaba 9 años de edad.
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