Una
auténtica leyenda negra rodea la figura de Catalina Sforza (1463-1509),
la mujer que osó enfrentarse a la poderosa casa Borgia que dominaba el
Vaticano. En vida, fue conocida como diablesa encarnada y vampiresa,
pero en realidad su única ofensa consistió en no permitir que los Borgia
acrecentaran sus dominios sobre los de su familia. Para ello, llegó a
conformar un pequeño ejército, e incluso intentó envenenar al papa
Alejandro VI, una jugada que sin embargo no salió bien.
Sitiada
en su fortaleza de Forlì, cuya guarnición acabaría siendo masacrada, la
Sforza no pudo contener el empuje de las tropas papales. Para entonces,
estas ya habían tomado la ciudad de Imola, de la que también era
señora. Catalina fue hecha prisionera y encarcelada en el Castillo de
Sant’Angelo, en Roma. César Borgia la liberó poco después, y Catalina
pudo retirarse a un convento, en Florencia.
Se dice que su espectro continúa vagando inquieto por el castillo de Imola, con una luz en la mano.
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