LOS SEIS PRIMEROS CUENCOS.
Ap 16,2-16.
2 Se alejó el primero, derramó su cuenco en la tierra y apareció una llaga maligna y enconada en los hombres que llevaban la marca de la fiera y veneraban su imagen.
3 El segundo derramó su cuenco en el mar y el mar se convirtió en sangre de muerto; todo animal marino murió.
4 El tercero derramó su cuenco en los ríos y manantiales y se convirtieron en sangre.
5 Oí que el ángel de las aguas decía:
- Tú, el que eras y que eres, el santo,
tienes razón en dar esta sentencia;
6 a los que derramaron sangre
de consagrados y profetas
les diste a beber sangre.
Se lo merecen.
7 Y oí que el altar decía:
- Así es, Señor Dios, soberano de todo,
tus sentencias son legítimas y justas.
8 El cuarto derramó su cuenco en el sol e hizo que quemara a los hombres con su ardor;
9 los hombres sufrieron quemaduras por el enorme calor y maldecían el nombre de Dios que dispone de tales plagas; en vez de arrepentirse y darle la razón.
10 El quinto derramó su cuenco sobre el trono de la fiera y su reino quedó en tiniebla; los hombres se mordían la lengua de dolor
11 y maldecían al Dios del cielo por los dolores y las llagas, pero no enmendaron su conducta.
12 El sexto derramó su cuenco sobre el gran río, el Éufrates, y se quedó seco, dejando preparado el camino a los reyes que vienen del Oriente.
13 De la boca del dragón, de la boca de la fiera y de la boca del falso profeta vi salir tres espíritus inmundos en forma de ranas.
14 Los espíritus eran demonios con poder de efectuar señales y se dirigían a los reyes de la tierra entera con el fin de reunirlos para la batalla del gran día de Dios, soberano de todo.
15 (Mirad, voy a llegar como un ladrón. Dichoso el que está en vela con la ropa puesta, así no tendrá que pasear desnudo dejando ver sus vergüenzas).
16 Y los reunieron en el lugar llamado en hebreo Harmagedón.
EXPLICACIÓN.
Primer cuenco (2): La sumisión al poder (marca) divinizado y opresor y la identificación con él (estatua), buscando la seguridad, corrompe y desintegra a los hombres (cf. Éx 9,10).
Segundo cuenco (3): El mar, fuente de riqueza y alimento (peces), se convierte en elemento de muerte; sangre de muerto; la naturaleza les muestra una imagen de sus crímenes.
Tercer cuenco (4): El agua dulce, necesaria para la vida, se convierte en sangre, como en Egipto (Éx 7,19-24; Sal 78,44); otro recuerdo de los asesinatos cometidos.
Los tres primeros cuencos muestran que la acción divina se hace manifiesta en los efectos de la opresión y la injusticia sobre el hombre y sobre la naturaleza a escala universal. El hombre sufre el dolor y la descomposición; el mundo se hace inhabitable.
Aprobación del ángel de las aguas (5-6); se atribuye a Dios lo que es efecto de la maldad humana (les diste a beber). El altar (7), que conoce la sangre de los mártires (6,9), muestra su acuerdo.
Cuarto cuenco (8-9): Siguen los efectos sobre la naturaleza; el sol, fuente de vida, se convierte en tormento para los hombres, como todos los beneficios divinos despreciados. Los hombres no reconocen su sinrazón ni rectifican; evaden su responsabilidad echando la culpa a Dios.
Quinto cuenco (10-11): Ataque al cuartel general del sistema opresor (el trono de la fiera). Dios hace todo lo posible para que los hombres reconozcan la vaciedad de sus ídolos: el antiguo esplendor es ahora confusión y perplejidad (tinieblas, cf. Éx 10,21); el régimen antes glorioso no puede ayudar a los suyos, pero éstos no se retractan: cuanto más evidente es su error, más acusan a Dios de injusticia.
Sexto cuenco (12): Se prepara la ruina del imperio, el camino queda abierto a la invasión (cf. 9,13-16).
Último recurso (13-14): La personificación del poder como fuerza maléfica (el dragón), su agente el poder político (la fiera) y la religión al servicio del Estado (el falso profeta), con palabras vacías y altisonantes (ranas, cf. Sal 77,45; 105,30) de abominable contenido (espíritus inmundos), lanzan un desesperado llamamiento, que no carece de eficacia (demonios con poder, etc.), a todos los que detentan el poder (a los reyes de la tierra), para que formen una coalición contra Dios.
En medio de la preparación guerrera, aviso del Señor a los suyos (15): tienen que estar alerta en todo momento (como un ladrón, cf. 3,3). Bienaventuranza para el que no se duerme; no estar vigilante en esta ocasión, motivo de vergüenza para el cristiano (solía dormirse desnudo) (15).
El ejército de los opresores, preparado para el combate; el desenlace se describe en 19,19-21 (16). Harmagedón significa "Monte Meguido"; esta ciudad, en la llanura de Esdrelón, al pie del monte Carmelo (cf. 1 Re 18), había sido escenario de sangrientas batallas (Jue 4,12-17; 2 Re 9,27; 23,29; cf. Zac 12,11).
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