En octubre / noviembre se producían las inestimables "primeras lluvias", después de la larga sequía del verano. Desde entonces hasta enero era tiempo de arar y sembrar. El arado solía ser una sencilla esteva de madera con una mancera para agarrarla y una reja de hierro (o de bronce, antes de la época de David). Estaba acoplado a un yugo. Y tiraban de él uno o dos bueyes. El labrador podía agarrar el arado con una mano, mientras que con la otra empuñaba una vara para fustigar a los bueyes. Como el arado era ligero, no resultaba difícil levantarlo para sortear piedras grandes. Abría un surco de 80 a 100 centímetros de profundidad. La semilla (trigo, cebada o lino) se sembraba a voleo, y luego solía darse otra pasada con el arado para cubrir de tierra la simiente. En algunas ocasiones se rastreaba el terreno con ramas afiladas para ablandarlo. La maleza se arrancaba con azadones.
La siembra tardía iba de enero a marzo. Caían las lluvias de invierno y seguía sembrándose: mijo, guisantes, lentejas, melones y pepinos.
La siembra tardía iba de enero a marzo. Caían las lluvias de invierno y seguía sembrándose: mijo, guisantes, lentejas, melones y pepinos.
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