EXODO 7,14 -- 12,51.
Primera Plaga: el agua del Nilo (Sab 11,6; Ap 8,8s; 16,3-7)
Primera Plaga: el agua del Nilo (Sab 11,6; Ap 8,8s; 16,3-7)
14El Señor dijo a Moisés:
-El Faraón se ha puesto terco y se niega a dejar marchar al pueblo. 15Acude mañana al Faraón, cuando salga al río, y espéralo a la orilla del Nilo, llevando contigo el bastón que se convirtió en serpiente. 16Y dile: El Señor, Dios de los hebreos, me ha enviado a ti con este encargo: deja salir a mi pueblo para que me rinda culto en el desierto; hasta ahora no me has hecho caso. 17Ahora dice el Señor: Con esto sabrás que yo soy el Señor: con el bastón que llevo en la mano golpearé el agua del Nilo, y se convertirá en sangre; 18los peces del Nilo morirán, el río apestará y los egipcios no podrán beber agua del Nilo.
19El Señor dijo a Moisés:
-Dile a Aarón: Agarra tu bastón, extiende la mano sobre las aguas de Egipto: ríos, canales, estanques y aljibes, y el agua se convertirá en sangre. Y habrá sangre por todo Egipto: en las vasijas de madera y en las de piedra.
20Moisés y Aarón hicieron lo que el Señor les mandaba. Levantó el bastón y golpeó el agua del Nilo a la vista del Faraón y de su corte. Toda el agua del Nilo se convirtió en sangre. 21Los peces del Nilo murieron, el Nilo apestaba y los egipcios no podían beber agua, y hubo sangre por todo el país de Egipto.
22Los magos de Egipto hicieron lo mismo con sus encantamientos, de modo que el Faraón se empeñó en no hacer caso, como lo había anunciado el Señor.
23El Faraón se volvió a palacio, pero no aprendió la lección. 24Los egipcios cavaban a los lados del Nilo buscando agua de beber, pues no podían beber el agua del Nilo.
Segunda plaga: ranas (Sab 11,16; 16,3; 19,10)
25A los siete días de haber golpeado el Nilo, 26el Señor dijo a Moisés:
-Preséntate al Faraón, y dile: Así dice el Señor: deja marchar a mi pueblo para que me rinda culto. 27Si tú te niegas a dejarlo marchar, yo infestaré todo tu territorio de ranas; 28bullirá el Nilo de ranas que subirán, se meterán en tu palacio, por habitaciones y alcobas y hasta tu cama; lo mismo pasará en casa de tus ministros y de tu pueblo, en hornos y artesas. 29Las ranas os acosarán a ti, a tu corte, a tu pueblo.
81El Señor dijo a Moisés:
-Dile a Aarón: Extiende la mano con el bastón sobre ríos, canales y estanques, y haz salir ranas por todo el territorio egipcio.
2Aarón extendió la mano sobre las aguas de Egipto e hizo salir ranas que infestaron todo el territorio egipcio. 3Pero lo mismo hicieron los magos con sus encantamientos: hicieron salir ranas por todo el territorio egipcio.
4El Faraón llamó a Moisés y a Aarón, y les pidió:
-Rezad al Señor para que aleje las ranas de mí y de mi pueblo, y dejaré marchar al pueblo para que ofrezca sacrificios al Señor.
5Moisés respondió al Faraón:
-Dígnate indicarme cuándo he de rezar por ti, por tu corte y por tu pueblo, para que se acaben las ranas en tu palacio y queden sólo en el Nilo.
6Respondió:
-Mañana.
Dijo Moisés:
-Así se hará, para que sepas que no hay otro como el Señor, nuestro Dios. 7Las ranas se alejarán de ti, de tu palacio, de tu corte y de tu pueblo, y quedarán sólo en el Nilo.
8Moisés y Aaraón salieron del palacio del Faraón. Moisés suplicó al Señor por lo de las ranas, como había convenido con el Faraón. 9El Señor cumplió lo que pedía Moisés: las ranas fueron muriendo en casas, patios, campos, 10y las reunían en montones, de modo que todo el país apestaba. 11Viendo el Faraón que le daban respiro, se puso terco y no les hizo caso, como lo había anunciado el Señor.
Tercera plaga: mosquitos (Sab 19,10)
12Dijo el Señor a Moisés:
-Dile a Aarón: Extiende tu bastón y golpea el polvo del suelo, y se convertirá en mosquitos por todo el territorio egipcio.
13Así lo hicieron. Aarón extendió la mano y con el bastón golpeó el polvo del suelo, que se convirtió en mosquitos que atacaban a hombres y animales. Todo el polvo del suelo se convirtió en mosquitos por todo el territorio egipcio.
14Intentaron los magos hacer lo mismo sacando mosquitos con sus encantamientos, y no pudieron. Los mosquitos atacaban a hombres y animales.
15Entonces los magos dijeron al Faraón:
-Es el dedo de Dios.
Pero el Faraón se empeñó en no hacerles caso, como lo había anunciado el Señor.
Cuarta plaga: moscas
16Dijo el Señor a Moisés:
-Madruga mañana, preséntate al Faraón cuando sale hacia el río y dile: Así dice el Señor: deja marchar a mi pueblo para que me rinda culto; 17yo soltaré moscas contra ti, contra tu corte, tu pueblo y tu familia, se llenarán de moscas las casas de los egipcios y también los terrenos donde viven. 18Ese día daré trato diverso al territorio de Gosén, donde reside mi pueblo, de modo que allí no habrá moscas; para que sepas que yo, el Señor, estoy en el país. 19Haré distinción entre mi pueblo y el tuyo. Mañana sucederá este signo.
20El Señor lo cumplió: nubes de moscas invadieron el palacio del Faraón y de su corte y todo el territorio egipcio, de modo que toda la tierra estaba infestada de moscas.
21El Faraón llamó a Moisés y a Aarón, y les dijo:
-Id a ofrecer sacrificios a vuestro Dios en mi territorio.
22Respondió Moisés:
-No nos es lícito hacerlo, porque habríamos de ofrecer en sacrificio al Señor, nuestro Dios, lo que abominan los egipcios; si inmolamos a su vista lo que ellos abominan, nos apedrearán; 23tenemos que hacer un viaje de tres jornadas por el desierto para ofrecer sacrificios al Señor, nuestro Dios, como nos ha mandado.
24Replicó el Faraón:
-Yo os dejaré marchar al desierto con vuestras víctimas para el Señor, vuestro Dios, a condición de que no os alejéis. Rezad por mí.
25Dijo Moisés:
-Cuando salga de tu presencia rezaré al Señor para que aleje las moscas de ti, de tu corte y de tu pueblo mañana mismo. Pero que el Faraón no vuelva a usar fraudes para no dejar salir al pueblo a ofrecer sacrificios al Señor.
26Moisés salió de la presencia del Faraón, y rezó al Señor. 27El Señor hizo lo que Moisés pedía: alejó las moscas del Faraón, de su corte y de su pueblo, hasta no quedar ni una. 28Pero el Faraón se puso terco también esta vez y no dejó salir al pueblo.
Quinta plaga: peste
91El Señor dijo a Moisés:
-Preséntate al Faraón y háblale: Así dice el Señor, Dios de los hebreos: deja salir a mi pueblo para que me rinda culto. 2Si te niegas a dejarlos salir y sigues reteniéndolos a la fuerza, 3la mano del Señor se hará sentir en el ganado del campo, caballos, asnos, camellos, vacas y ovejas con una peste maligna. 4Pero el Señor hará distinción entre el ganado de Israel y el egipcio, de modo que no muera ni una res de los israelitas. 5El Señor ha establecido un plazo: mañana cumplirá el Señor su palabra contra el país.
6El Señor cumplió su palabra al día siguiente: murió todo el ganado de los egipcios, y del ganado de los israelitas no murió ni una res.
7El Faraón mandó averiguar, y del ganado de los israelitas no había muerto ni una res. Pero el Faraón se puso terco y no dejó salir al pueblo.
Sexta plaga: úlceras (Ap 16,2.11)
8El Señor dijo a Moisés y a Aarón:
-Tomad un puñado de hollín del horno y que Moisés lo avente hacia el cielo a la vista del Faraón; 9se convertirá por todo el territorio egipcio en polvo que caerá sobre hombres y animales produciendo úlceras y llagas en todo el territorio egipcio.
10Tomaron hollín del horno, y a la vista del Faraón, Moisés lo aventó hacia el cielo, y hombres y animales se cubrieron de úlceras y llagas.
11Los magos no pudieron resistir delante de Moisés, a causa de las úlceras, que les habían salido como a todos los demás egipcios.
12Pero el Señor hizo que el Faraón se empeñase en no hacerles caso, como lo había anunciado el Señor.
Séptima plaga: tormenta (Ap 11,19; 16,17s; Sal 18; Sab 16,22)
13El Señor dijo a Moisés:
-Madruga mañana, preséntate al Faraón y dile: Esto dice el Señor, Dios de los hebreos: deja salir a mi pueblo para que me rinda culto. 14Pues esta vez voy a soltar todas mis plagas contra ti mismo, tu corte y tu pueblo, para que sepas que no hay nadie como yo en toda la tierra. 15Podía haber soltado ya mi mano para heriros hasta que desaparecierais. 16Pero con este fin te he mantenido en tu puesto, para mostrarte mi fuerza y para que se difunda mi fama en toda la tierra. 17Todavía alzas tu barrera frente a mi pueblo para no dejarlo marchar. 18Pues mira, mañana a estas horas haré caer un terrible pedrisco como no lo ha habido en Egipto desde su fundación hasta hoy. 19Ahora, pues, manda poner en seguro tu ganado y lo que tienes en el campo. A los hombres y a los animales que se encuentren en el campo y no se refugien en los establos, les caerá encima un granizo que los matará.
20Los ministros del Faraón que respetaron la palabra del Señor hicieron refugiarse a sus esclavos y metieron corriendo el ganado en los establos; 21los que no atendieron a la palabra del Señor, dejaron sus esclavos y ganado en el campo.
22El Señor dijo a Moisés:
-Extiende tu mano hacia el cielo y caerá granizo en todo el territorio egipcio: sobre hombres y animales y sobre la hierba del campo.
23Moisés extendió su bastón hacia el cielo, y el Señor lanzó truenos, granizo y rayos zigzagueando hacia la tierra; el Señor hizo granizar en el territorio egipcio. 24Vino el granizo, con rayos que se formaban entre el granizo, un pedrisco grueso como no se había visto en Egipto desde que comenzó a ser nación. 25El granizo hizo destrozos en todo el territorio egipcio: hirió a todo lo que se encontraba en el campo, hombres y animales, destrozó la hierba del campo y tronchó los árboles silvestres. 26Pero en territorio de Gosén, donde vivían los israelitas, no cayó granizo.
27Entonces el Faraón mandó llamar a Moisés y a Aarón, y les dijo:
-Esta vez he obrado mal. El Señor tiene razón, y yo y mi pueblo somos culpables. 28Rezad al Señor, que ya basta de truenos y granizo, y os dejaré marchar sin reteneros más.
29Moisés le contestó:
-Cuando salga de la ciudad extenderé las manos hacia el Señor, y cesarán completamente truenos y granizo, para que sepas que toda la tierra es del Señor. 30Aunque tú y tu corte ya sé que todavía no respetáis al Señor Dios.
31(El lino y la cebada se perdieron, pues la cebada estaba en espiga y el lino estaba floreciendo, 32el trigo y el mijo no se perdieron, porque son tardíos).
33Moisés salió del palacio y de la ciudad, y extendió las manos al Señor: cesaron truenos y granizo y la lluvia no azotó la tierra.
34Viendo el faraón que habían cesado la lluvia, el granizo y los truenos, volvió a pecar y se puso terco, él con su corte, 35y se empeñó en no dejar salir a los israelitas, como lo había anunciado el Señor por medio de Moisés.
Octava plaga: langosta (Jl 1,2-12; Ap 9,1-11)
101El Señor dijo a Moisés:
-Preséntate al Faraón, porque yo lo he puesto terco a él y a su corte, para realizar en medio de ellos mis signos; 2para que puedas contar a tus hijos y nietos cómo traté a los egipcios, y los signos que ejecuté en medio de ellos; así sabréis que yo soy el Señor.
3Moisés y Aarón se presentaron al Faraón y le dijeron:
-Esto dice el Señor, Dios de los hebreos: ¿Hasta cuándo te negarás a humillarte ante mí y a dejar marchar a mi pueblo para que me rinda culto? 4Si te niegas a dejar marchar a mi pueblo, mañana enviaré la langosta a tu territorio: 5cubrirá la superficie de la tierra, de modo que no se vea el suelo; se comerá todo el resto y residuo que se haya salvado del granizo, se comerá todas las plantas que brotan en vuestros campos; 6llenarán tu casa, las casas de tus ministros y de todos los egipcios; algo que no vieron tus padres ni tus abuelos desde que poblaron la tierra hasta hoy.
Moisés dio media vuelta y salió de la presencia del Faraón.
7Los ministros del Faraón dijeron:
-¿Hasta cuándo nos estará llevando ése a la ruina? Deja marchar a esa gente para que rinda culto al Señor, su Dios. ¿No acabas de comprender que Egipto se está arruinando?
8Hicieron volver a Moisés y a Aarón a presencia del Faraón, y éste les dijo:
-Andad a rendir culto al Señor, vuestro Dios, indicando quiénes tienen que ir.
9Moisés respondió:
-Tenemos que ir con chicos y ancianos, con hijos e hijas, con ovejas y vacas, para celebrar la fiesta del Señor.
10Él replicó:
-El Señor os acompañe, si yo os dejo marchar con vuestros niños. Malas intenciones tenéis. 11No; que vayan los varones a ofrecer culto al Señor; es lo que habéis pedido.
Y el Faraón los despachó.
12El Señor dijo a Moisés:
-Extiende tu mano sobre Egipto, haz que la langosta invada el país y se coma la hierba y cuanto se ha salvado del granizo.
13Moisés extendió la vara sobre Egipto. El Señor hizo soplar sobre el país un viento de levante todo el día y toda la noche; a la mañana siguiente, 14el viento trajo la langosta, que invadió todo Egipto, y se posó por todo el territorio; langosta tan numerosa como no la hubo antes ni la habrá después. 15Cubrió la superficie, destrozó las tierras, devoró la hierba y todos los frutos, cuanto se había salvado del granizo, y no quedó cosa verde, ni árboles ni hierba, en todo el territorio egipcio.
16El Faraón llamó a toda prisa a Moisés y a Aarón, y les dijo:
-He pecado contra el Señor, vuestro Dios, y contra vosotros. 17Perdonad mi pecado esta vez, rezad al Señor, vuestro Dios, para que aleje de mí este castigo mortal.
18Moisés salió de su presencia, y rezó al Señor. 19El Señor cambió la dirección del viento, que empezó a soplar con toda fuerza del poniente, y se llevó la langosta, empujándola hacia el Mar Rojo: no quedó un solo animal en todo el territorio.
20Pero el Señor hizo que el Faraón se empeñase en no dejar marchar a los israelitas.
Novena plaga: tinieblas (Sab 17; Ap 16,10)
21El Señor dijo a Moisés:
-Extiende tu mano hacia el cielo, y se extenderá sobre el territorio egipcio una oscuridad palapable.
22Moisés extendió la mano hacia el cielo, y una densa oscuridad cubrió el territorio egipcio durante tres días. 23No se veían unos a otros ni se movieron de su sitio durante tres días, mientras que todos los israelitas tenían luz en sus poblados.
24El Faraón llamó a Moisés y a Aarón, y les dijo:
-Id a ofrecer culto al Señor; también los niños pueden ir con vosotros, pero dejad las ovejas y las vacas.
25Respondió Moisés:
-Tienes que dejarnos llevar víctimas para los sacrificios que hemos de ofrecer al Señor nuestro. 26También el ganado tiene que venir con nosotros, sin quedar ni una res, pues de ellos tenemos que ofrecer al Señor, nuestro Dios, y no sabemos qué hemos de ofrecer al Señor hasta que lleguemos allá.
27Pero el Señor hizo que el Faraón se empeñara en no dejarlos marchar.
28El Faraón, pues, le dijo:
-Sal de mi presencia, y cuidado con volver a presentarte; si te vuelvo a ver, morirás inmediatamente.
29Respondió Moisés:
-Lo que tú dices: no volveré a presentarme.
Décima plaga: muerte de los primogénitos
111El Señor dijo a Moisés:
-Todavía tengo que enviar una plaga al Faraón y a su país. Después os dejará marchar de aquí, es decir, os echará a todos de aquí. 2Habla a todo el pueblo: que cada hombre pida a su vecino y cada mujer a su vecina utensilios de plata y oro.
3El Señor hizo que el pueblo se ganase el favor de los egipcios, y también Moisés era muy estimado en Egipto por los ministros del Faraón y por el pueblo.
4Dijo Moisés:
-Así dice el Señor: A medianoche yo haré una salida entre los egipcios; 5morirán todos los primogénitos de Egipto, desde el primogénito del Faraón que se sienta en el trono hasta el primogénito de la sierva que atiende al molino, y todos los primogénitos del ganado. 6Y se oirá un inmenso clamor por todo Egipto como nunca lo ha habido ni lo habrá. 7Mientras que a los israelitas ni un perro les ladrará, ni a los hombres ni a las bestias; para que sepáis que el Señor distingue entre egipcios e israelitas. 8Entonces todos estos ministros tuyos acudirán a mí, y postrados ante mí me pedirán: "Sal con el pueblo que te sigue". Entonces saldré.
Y salió airado de la presencia del Faraón.
9Así pues, el Señor dijo a Moisés:
-El Faraón no os hará caso, y así se multiplicarán mis prodigios en Egipto.
10Y Moisés y Aarón hicieron todos estos prodigios en presencia del Faraón; pero el Señor hizo que el Faraón se empeñara en no dejar marchar a los israelitas de su territorio.
Pascua (Lv 23,5-8; Nm 9,1-14; Dt 16,1-8; Jos 5,10)
121En aquellos días, el Señor dijo a Moisés y a Aarón en Egipto:
2-Este mes será para vosotros el principal, será para vosotros el primer mes del año. 3Decid a toda la asamblea de Israel: El diez de este mes cada uno procurará una res para su familia, una por casa. 4Si la familia es demasiado pequeña para terminarla, que se junte con el vecino de casa; según el número de comensales y lo que coma cada uno, se repartirá la res. 5Será un animal sin defecto, macho, añal, cordero o cabrito. 6Lo guardaréis hasta el día catorce del mes, y entonces toda la asamblea de Israel lo matará al atardecer. 7Con algo de la sangre rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo hayáis comido. 8Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, acompañada de pan sin fermentar y verduras amargas. 9No comeréis de ella nada crudo ni cocido en agua, sino asado a fuego: con cabeza, patas y entrañas. 10No dejaréis restos para la mañana siguiente, y si sobra algo, lo quemaréis. 11Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua del Señor. 12Esa noche atravesaré todo el territorio egipcio dando muerte a todos sus primogénitos, de hombres y de animales; y haré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo soy el Señor. 13La sangre será vuestra contraseña en las casas donde estéis: cuando vea la sangre, pasaré de largo; no os tocará la plaga exterminadora cuando yo pase hiriendo a Egipto. 14Este día será para vosotros memorable, en él celebraréis fiesta al Señor. Ley perpetua para todas las generaciones.
Los ázimos (Nm 9,11; 1 Cor 5.7s)
15-Durante siete días comeréis panes ázimos; el día primero haréis desaparecer de vuestras casas toda levadura, pues el que coma algo fermentado será excluido de Israel. Así del primero al séptimo día. 16El día primero hay asamblea lítúrgica y lo mismo el día séptimo: no trabajeréis en ellos; solamente prepararéis lo que haga falta a cada uno para comer. 17Observaréis la ley de los ázimos, porque en tal día sacó el Señor a sus escuadrones de Egipto. Haréis fiesta ese día: es ley perpetua para todas vuestras generaciones. 18Desde el día catorce por la tarde del mes primero al día veintiuno por la tarde comeréis panes ázimos; 19durante siete días no habrá levadura en vuestras casas, pues quien coma algo fermentado será excluido de la asamblea de Israel, sea forastero o indígena. 20No comáis nada fermentado, sino comed panes ázimos en todos vuestros poblados.
Órdenes de Moisés
21Moisés llamó a todas las autoridades de Israel y les dijo:
-Escogeos una res por familia y degollad la víctima de Pascua. 22Tomad un manojo de hisopo, mojadlo en la sangre del plato y untad de sangre el dintel y las dos jambas, y ninguno de vosotros salga por la puerta de casa hasta la mañana siguiente. 23El Señor va a pasar hiriendo a Egipto, y cuando vea la sangre en el dintel y las jambas, el Señor pasará de largo y no permitirá al exterminador entrar en vuestras casas para herir. 24Cumplid este mandato del Señor: es ley perpetua para vosotros y vuestros hijos. 25Y cuando entréis en la tierra que el Señor os va a dar, según lo prometido, observaréis este rito. 26Y cuando os pregunten vuestros hijos qué significa este rito, 27les responderéis: es el sacrificio de la Pascua del Señor. Él pasó en Egipto, junto a las casas de los israelitas, hiriendo a los egipcios y protegiendo nuestras casas.
28El pueblo se inclinó y se prosternó. Y los israelitas fueron y pusieron por obra lo que el Señor había mandado a Moisés y a Aarón.
Salida de Israel (Sab 18,5-19; Sal 105,36-38)
29A medianoche, el Señor hirió de muerte a todos los primogénitos de Egipto: desde el primogénito del Faraón que se sienta en el trono hasta el primogénito del preso encerrado en el calabozo, y los primogénitos de los animales. 30Aún de noche, se levantó el Faraón y su corte y todos los egipcios, y se oyó un clamor inmenso en todo Egipto, pues no había casa en que no hubiera un muerto.
31El Faraón llamó a Moisés y a Aarón de noche, y les dijo:
-Levantaos, salid de en medio de mi pueblo, vosotros con todos los israelitas, id a ofrecer culto al Señor como habéis pedido; 32llevaos también las ovejas y las vacas, como decíais; despedíos de mí y salid.
33Los egipcios urgían al pueblo que saliese cuanto antes del país, pues temían morir todos. 34El pueblo sacó de las artesas la masa sin fermentar, la envolvió en mantas y se la cargó al hombro. 35Además, los israelitas hicieron lo que Moisés les había mandado: pidieron a los egipcios utensilios de plata y oro y ropa; 36el Señor hizo que se ganaran el favor de los egipcios, que les dieron lo que pedían. Así despojaron a Egipto.
37Los israelitas marcharon de Ramsés hacia Sucot: eran seiscientos mil hombres de a pie, sin contar los niños; 38y les seguía una turba inmensa, con ovejas y vacas y enorme cantidad de ganado. 39Cocieron la masa que habían sacado de Egipto haciendo hogazas de pan ázimo, pues no había fermentado, porque los egipcios los echaban y no podían detenerse, y tampoco se llevaron provisiones.
40La estancia de los israelitas en Egipto duró cuatrocientos treinta años. 41Cumplidos los cuatrocientos treinta años, el mismo día, salieron de Egipto los escuadrones del Señor. 42Noche en que veló el Señor para sacarlos de Egipto: noche de vela para los israelitas por todas las generaciones.
Rito de la Pascua
43El Señor dijo a Moisés y a Aarón:
44-Este es el rito de la Pascua. Ningún extranjero la comerá. Los esclavos que te hayas comprado, circuncídalos y sólo entonces podrán comerla. 45Ni el criado ni el jornalero la comerán. 46Cada cordero se ha de comer dentro de una casa sin sacar afuera nada de la carne, y no le romperéis ningún hueso. 47La comunidad entera de Israel la celebrará. 48Y si el emigrante que vive contigo quiere celebrar la Pascua del Señor, hará circuncidar a todos los varones, y sólo entonces podrá tomar parte en ella: será como un indígena. Pero ningún incircunciso la comerá. 49La misma ley vale para el indígena y para el emigrante que vive con vosotros.
50Así lo hicieron los israelitas: todo lo que el Señor había ordenado a Moisés y a Aarón lo cumplieron. 51Y aquel mismo día el Señor sacó de Egipto a los israelitas, por escuadrones.
COMENTARIOS A LAS PLAGAS.
7,14-24 (Reparto en fuentes: J 14,15a.16.17ab*.18.21a.24; E 15b.17b*.20b.23: P 19.20a.21b-22). La combinación de docuemtos explica repiticiones e incoherencias: en un caso se trata del Nilo, en otro de toda el agua del país; el bastón actúa en manos de Aarón o de Moisés. No se entiende cómo los magos hacen lo mismo si toda el agua ya se ha convertido en sangre.
El Nilo es la vida de Egipto: sirve para beber y regar y es cauce de comunicación y hasta lugar de celebraciones cúlticas. La primera plaga acierta en la arteria vital; véase el desarrollo de Is 19,5-10. El nombre del Nilo se repite catorce veces.
La sangre, sede de la vida, se vuelve causa de muerte. La plaga es subversiva. Además la sangre, como muerte, puede intimar el último golpe mortal (en nuevas lecturas).
7,25-811 La segunda plaga también se relaciona con el Nilo y pasa al reino animal. (Reparto en fuentes: J 25-29. 8,4-11a; P 8,1-3.11b). La invasión incontenible de menudos batracios está descrita con viveza: el narrador parece seguirlas en sus movimientos irrespetuosos.
8,4 El Faraón parece ceder a la petición, pero al no especificar las circunstancias concretas del permiso, la concesión queda ambigua.
8,6 La intercesión prueba la autoridad de Moisés; el fin de la plaga y el plazo fijado por el soberano prueban que el Señor controla los sucesos. No tiene igual: Is 46,9; Sal 86,10.
8,12-15 (Asignada a P). Aunque breve y despojada de varias fórmulas, es importante porque rompe la ambigüedad. Los mismos magos se ven forzados a reconocer una intervención divina que la magia no puede controlar. En adelante asistirán como comparsa muda.
8,16-28 (Asignada a J). Empieza una nueva onda, de cuatro plagas, marcada por el nuevo verbo "madrugar" (retornará en 9,13). Repite datos de la primera y añade dos datos nuevos al proceso. El primero es la distinción de trato entre hebreos y egipcios: un hecho que el Faraón podrá comprobar y que confirmará la identidad del Dios de los hebreos y de su poder en el territorio egipcio.
El segundo es el proceso de las negociaciones: el Faraón repite el permiso concedido ya en términos vagos y lo limita "en mi territorio", excluyendo la peregrinación por el desierto. Moisés no acepta esa cláusula y busca una escapatoria de signo cúltico; algo en que el Faraón no pueda ser experto. El narrador no precisa en qué consiste la abominación. El Faraón cede un poco, en términos vagos, con tal de asegurarse la intercesión de Moisés y verse libre de moscas. Moisés accede, pero añade una advertencia.
No sabemos si el término hebreo designa "moscas" en general o una especie, como tábanos, cínifes, etc. El término se repite siete veces.
9,1-7 (Asignado a J). La quinta plaga se ensaña con el ganado doméstico de Egipto. El narrador repite el tema de la distinción entre hebreos y egipcios, cosa que el Faraón comprueba. La presentación es esquemática.
9,8-12 (Asignado a P). Hay cierto paralelismo entre la peste del ganado y las úlceras de los hombres: son epidemias generales. La diferencia fundamental es que el ganado muere y los hombres experimentan en el dolor de sus cuerpos el castigo de Dios. Un dato nuevo e importante es que los magos, afligidos por el castigo común, tienen que retirarse y dejar el terreno de la contienda.
9,13-35 Séptima plaga (Repartida así: J 13,17-18,23b.24a*.24b.25b.26-30.33-34; E 22-23a.24a*.25a.35a; P 35b; adición 14-16.19-21.31-32). Por su dimensión, por ser la séptima y por su carácter, es claro que el narrador atribuye una importancia especial a esta plaga, en la que la palabra clave "granizo" se repite catorce veces. Una tormenta de lluvia y granizo, con rayos y truenos, no es fenómeno metereológico normal en Egipto. En la concepción del narrador, compartida con otras culturas, la tormenta es teofanía: lo que otros pueblos atribuyen a un Dios particular, los hebreos se lo atribuyen a Yhwh. La tormenta dice sin ambigüedad que Yhwh domina en el territorio egipcio; es como una síntesis "todas mis plagas".
El narrador no explota ni menciona el estupor o espanto de los egipcios ante el inusitado fenómeno; pero añade una serie de detalles importantes.
9,15-16 Con otros autores, leemos unidos estos dos versos, como adversativos, explicando la sucesión de las plagas: "Podía haber soltado ya mi mano para heriros de peste a ti y a tu pueblo hasta que desaparecierais de la tierra. Pero te he mantenido en tu puesto con este fin..." (Citado en Rom 9,17). Como si el lector, llegado el anuncio de la séptima, se preguntara: ¿no podía el Señor haber resuelto el pleito a la segunda o a la tercera?; y el narrador respondiera: si podía, pero. Y en la respuesta ofrece su interpretación teológica condensada. Dios es el soberano que nombra reyes y los "mantiene" en sus puestos (Eclo 10,4s) para sus designios: el Faraón ha de experimentar el poder controlado de Dios y por su experiencia pública, se difundirá universalmente la fama de Dios (Sal 98,3).
9,18 La expresión es hiperbólica.
9,19-21 Otro elemento nuevo es condicionar los efectos del castigo a la actuación libre (compárese con la función del profeta en Ez 33,2-9). O sea que los mismos egipcios serán artífices de su destino próximo: el juego es limpio, están avisados.
9,23 Is 30,30.
9,23-24 Descripción teofánica en Sal 18.
9,26 Esta distinción comenzó en la cuarta plaga.
9,27 Ez 5,16.
9,27-28 Confesión del culpable en juicio contradictorio. El hebreo lo subraya enfáticamente poniendo artículos: el inocente / los culpables. El faraón se declara dispuesto a soltar al pueblo, en cuanto cese la tormenta. Pudo ser el desenlace positivo; pero tanto la condición como la actuación posterior revelan que no ha habido conversión auténtica. Que la promesa brota del Faraón estrujado por el miedo, que pasado el susto, retirará la concesión.
9,29 "La tierra" podría ser el territorio egipcio, con énfasis particular: aquí manda Yhwh. Si en la tierra entera, se rebaja el énfasis, pero Egipto queda incluido.
9,31-32 Nota erudita, inserta quizá para justificar la próxima plaga de langosta.
9,34-35 También el final es fortísimo al acumular (¿por combinación de documentos?) las expresiones de pecado, terquedad y contumacia. Aquí corresponde una pausa narrativa.
10,1-20 Con la octava plaga comienza la terna final (Repartida así: J 1a.3-11-13b-14b-¡15a*.15b-19; E 12-13a-15a*.20; adición 1b-2). Trae elementos nuevos, especialmente la introducción y la negociación ampliada en etapas. Repite siete veces la palabra "langosta".
10,1-2 Lo nuevo es la finalidad de las plagas para el pueblo hebreo: se han de transmitir en la tradición sucesiva, y por ellas relatadas el pueblo ha de "reconocer" al Señor. Así entran en la catequesis. La noticia puede reflejar una práctica: hemos visto que dos salmos las recogen (78 y 105) y Sabiduría las amplifica y comenta.
10,3 Las negociaciones se desenvuelven en tres tiempos: anuncio (4-6); intervención de los ministros y nuevo diálogo (7-11); nuevo encuentro (16-17). El Faraón se debe "humillar" reconociendo la soberanía de Dios, la justicia de su causa, y renunciando a sus ventajas económicas. La langosta es plaga común.
10,7 Se acentúa la distinción dentro de los egipcios: los cortesanos disienten del soberano. El narrador juega con el verbo que significa reconocer (al Señor) y aquí equivale a "comprender" la situación. Los ministros apelan a la responsabilidad política y económica del soberano: más pierde Egipto con esta serie de catástrofes que soltando la mano de obra que son los esclavos.
10,8-11 Esta ronda es más calculada. El Faraón cede una baza con cautela, pidiendo a Moisés que descubra sus cartas, "quiénes han de ir". Moisés se siente fuerte: todos, sin distinción de edad, de sexo, de ganado mayor o menor. El Faraón se burla, considera que Moisés ha descubierto demasiado su juego. Para una peregrinación con sacrificios bastan los varones adultos y unas cuantas reses.
10,12-15 Las negociaciones han diferido la ejecución de la amenaza, que llega a continuación, según el esquema repetido. Para la descripción de la plaga véase Jl 1-2.
10,16-17 La fórmula es nueva porque une al Señor y a sus representantes (el verbo "pecar" ha salido en 9,27.34).
10,21-29 (Se reparte así: J 24-26.28-29; E 21-23.27). Es una plaga de tipo cósmico, como la séptima. El tema de una oscuridad prodigiosa y prolongada se prestaba a la descripción psicológica y a la explotación simbólica: lo ha hecho el autor del libro de la Sabiduría (cap.17) en una de sus mejores páginas. El narrador presente se limita al hecho, y a esa calificación feliz: palpable, se podía tocar.
El Faraón cede otro poco, extiende el permiso a los niños. Pero quiere retener -como rehenes- el ganado. La respuesta de Moisés no es convincente en términos objetivos; a través de su debilidad deja entrever la verdadera intención de Moisés. El autor lo deja a la interpretación del lector.
10,28-29 El final es decisivo: se han roto definitivamente las negociaciones. Pero no cuadra con la plaga siguiente. De alguna manera, la plaga décima queda así aislada, a pesar de los otros factores de enlace.
11,1-10 (Se reparte así: J 4-8; E 1-3; P 9-10). Llega por fin la última plaga, la decisiva; pero aquí sucede una sacudida violenta en la curva del relato. Es que la muerte de los primogénitos pertenece a dos o tres constelaciones temáticas. Pertenece lógica y estilísticamente a la serie de las plagas: lo demuestra con la posición y los elementos comunes. Pertenece al mundo litúrgico de las celebraciones de la Pascua; lo cual ocasiona una interrupción larga entre anuncio del castigo y ejecución. Pertenece también a la ley de los primogénitos, a la cual se dedica una sección particular.
La imbricación de estos campos de atracción pudo tener valor teológico y emotivo para los israelitas. El curso narrativo sufre con esta afluencia de aguas ajenas, con estos remansos que detienen y distraen. No queda más remedio que irlos tomando como llegan en el texto actual.
11,1 Anuncio formal del Señor, que controla los sucesos y comunica su certeza.
11,2-3 Gloria para Moisés y riqueza para los hebreos. Lo primero cuadra a medias con los datos precedentes y siguientes; lo segundo pertenece al tema del "despojo de los egipcios" (12,36).
11,4 ¿A quién se dirige Moisés? Si depende del v.2, se dirige todavía al pueblo. Pero el v.8, supone enfáticamente que habla al Faraón en su presencia (contra lo dicho en 10,29); el uso de las personas en los versos 7-8 lo confirma: "israelitas" en tercera persona, "tus ministros" en segunda. Esta "salida" del Señor es como una salida militar y preludia la gran salida de los israelitas. Ex 12,12.
11,5 Recordemos que en 4,23 se mencionaba sólo el primogénito del soberano. ¿Por qué se amplía el castigo? ¿Responde todavía a la ley del talión? Podemos razonar que el "primogénito" de Yhwh es una colectividad, por lo cual el castigo debe ser colectivo.
11,6-7 Parece que el narrador opone al gran clamor de queja de los egipcios el silencio de los perros que no se atreven a ladrar hostilmente a los israelitas. El perro era animal despreciable, muchas veces semiferoz.
11,8 La eficacia de este verso la apreciaremos imaginando plásticamente la escena, escuchando la triplicación del verbo "salir" hasta el portazo final. Salida del Señor, de Moisés, del pueblo.
11,9-10 Recogen en inclusión el comienzo del cap. 7, como clausurado el ciclo de las plagas; pero queda pendiente la ejecución. Puede leerse Sab 11-12 y 16-19 como comentario midrásico de las plagas. En Ap 16 resuenan temas de las plagas.
12,1-13,16 Este texto es muy difícil a una primera lectura, porque está compuesto de materiales heterogéneos no bien integrados: piezas narrativas, prescripciones litúrgicas, frases de catequesis.
Lo que complica más la lectura es la superposición de perspectivas. Supongamos dos elementos originarios independientes: unos hechos históricos, unas prácticas litúrgicas. En un momento dado los dos elementos se funden: la historia justifica y explica el rito, la liturgia conmemora y actualiza dramáticamente los hechos pasados. El autor superpone ambos elementos con perspectiva cambiante.
Podemos imaginar una acción litúrgica en primer plano, dentro de la cual se recuerda y se representa su supuesto origen histórico. Podemos pensar en la narración histórica, sobre la cual se va proyectando su versión litúrgica posterior. En la narración y el cine de nuestros días procedimientos semejantes no son raros, y nos ayudan a asomarnos al texto bíblico.
La parte narrativa incluye: la muerte de los primogénitos, la comida ritual del cordero y el rito de untar de sangre las jambas, la comida apresurada del pan sin fermentar, la huida precipitada con los regalos o préstamos de los egipcios.
La parte litúrgica incluye: el rito de pascua con sus rúbricas y ceremonias, los panes ázimos, la consagración de los primogénitos. Con dos adiciones de carácter cateqúetico, para instrucción de los niños.
La comida ritual de un cordero es práctica de pastores, la de los panes ázimos supone un pueblo agricultor; la consagración de primogénitos no tiene fronteras culturales. La comida del cordero se liga al recuerdo de la protección de los israelitas durante la noche trágica; la comida de los ázimos se liga al recuerdo de la salida apresurada; la consagración de los primogénitos se liga a la matanza de los primogénitos de Egipto. Así quedan historificadas y reunidas esas tres prácticas, así se asegura el recuerdo perpetuo de tradiciones históricas.
Es como si leyéramos un misal o libro litúrgico seguido, pasando de un texto narrativo a una rúbrica en letra roja, a una ley, a una explicación. La unión del hecho con su recuerdo litúrgico es experiencia vivida por el autor, y nos sirve a nosotros para entender y celebrar nuestra Pascua.
Podemos articular el texto así: instrucciones de Dios: pascua y ázimos (12,1-20): instrucciones de Moisés (21-27a); cumplimiento (27b-28); relato (29-39); sumario (40-42); instrucciones de Yhwh (13,1-2); instrucciones de Moisés (3-16). Se ha propuesto el siguiente reparto de fuentes: (P) 12,1-20.28.40-51; 13,1-2. (E) 12,35-36. (J) 12,12-23.27b.29-34.37-39. (D) 12,24-27a; 13,3-16.
12,1-14 Primera parte de las instrucciones del Señor. Hasta el v.11 se lee como ritual de ceremonias que se han de observar al celebrar la pascua: calidad del animal, los que lo han de comer, cómo adobarlo y comerlo, fecha exacta y tiempo del día. Los versos 12-13 funcionan como explicación histórica del rito; en el relato funcionan como anuncio del hecho inminente. El v.14 sanciona lo anterior como ley del Señor. Sobre el origen de esta fiesta, comida ritual de un cordero, sólo tenemos conjeturas.
12,2 El dato supone un calendario establecido, con un año que comienza en primavera (Nisán): diverso del que hace comenzar el año en otoño.
12,3-4 Tiene que haber un número mínimo, de modo que todos participen de un solo animal; y la fiesta ha de tener carácter familiar.
12,6 No sabemos la razón de los cuatro días: ¿para dedicarle cuidados especiales? El atardecer, antes de que comience la caída del sol el día 15.
12,7 El origen del rito puede ser apotropaico, para alejar influjos nefastos. El v.13 lo historifica. Según 11,7, el Señor se encarga de distinguir entre egipcios y hebreos, sin recurso a la señal de la sangre.
12,12 "Atravesar" o pasar: con el verbo psh, de la misma o de homófona raíz que "pascua". La Vulgata traducía: "id est transitus Domini". Supone que los hebreos habitan mezclados con la población, no aparte en la región de Gosén.
La confrontación con el rey se levanta al plano de las divinidades: Yhwh juzga y condena a los dioses de Egipto, demostrando que "no hay como él". Sal 82.
12,13 "Exterminadora": de esta expresión y del v.23 ha salido la fórmula del "ángel exterminador".
12,14 El día -sin antecedente inmediato- sería el 15, que comienza la tarde precedente. El autor atribuye al Señor la institución de la fiesta, la funda en un hecho del pasado, le asegura validez perpetua.
12,15-20 Sigue la instrucción del Señor, sobre la semana de ázimos. La explicación histórica es forzada. El carácter litúrgico domina. La prescripción se sigue practicando hoy rigurosamente. Pablo le da una interpretación espiritual: 1 Cor 5,7-8.
12,21-27a Moisés transmite al pueblo las órdenes del Señor. Como de costumbre, no es pura repetición. Según esta versión (J), no han de salir de casa hasta la mañana: toda la noche dura el pelibro del "exterminador" y el "paso" del Señor.
12,22 Heb 9,19.
12,23 Is 26,20.
12,24-27a El modo de inculcar el mandato, la referencia a la tierra y a la catequesis infantil recuerdan el lenguaje del Deuteronomio. Se explica el rito de pascua con una paronomasia del término pesah.
12,27b Se supone que en acto de homenaje al Señor, acatando sus órdenes.
12,29-42 Cumplido el rito, el ritmo narrativo se apresura sin lograr una composición clara; el autor quiere reunir todos los datos, y al final añade un sumario erudito.
El tema de la noche abre y cierra (29-30.42) con fuerza sugestiva: noche de muerte, espantada por un clamor inmenso, noche de urgencia, noche de vela. No concuerda con la orden precedente de esperar hasta la mañana. Véase el dramático desarrollo de Sab 18,5-19. En medio se desarrolla velozmente la salida: el Faraón ahora invita o manda salir, los egipcios apremian a los israelitas y les dan dones, éstos se ponen en marcha. Dos veces (34 y 39) los panes sin fermentar son señal de una prisa que contrasta con los minuciosos preparativos de la cena pascual.
El resto son informaciones tan puntuales como dudosas sobre el número de los que salieron (exageración fantástica), la dirección de la marcha (13,20), la duración de la estancia (cuatro generaciones según 6,14-27).
12,35 Ex 3,22.
13,37 Nm 33,1-5-
12,39 Dt 16,3.
12,40 Gn 15,13.
12,41 Ex 12,17.
12,43-51 Nuevo discurso del Señor a Moisés con normas para la celebración de la pascua (el título Rito de la Pascua es parte del texto bíblico y viene al final del v.43). El modo de hablar del emigrante delata una situación en la tierra de Canaán; criados y jornaleros que no son israelitas.
La Pascua será una fiesta de israelitas, que los une y distingue, y tendrá carácter familiar. La disposición se llama "rito" y "ley", con lo cual queda incluida en la legislación (Ex, Nm, Lv) y atribuida a Dios como autor. La exigencia de la circuncisión inspira el cap. 5 de Josué, Juan 19,36 recoge y aplica a Jesús, Cordero inmolado, la prescripción sobre no quebrarle ningún hueso.
12,44 Jos 5,2-9.
12,46 Jn 19,36.
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