Cuando en 2015 investigadores del Museo Drents, en Holanda escanearon una antigua estatua china en forma de Buda, descubrieron que en su interior albergaba un esqueleto humano perfectamente acoplado a la forma de la figura. Se trataba de una momia conseguida a través de la automomificación. Este terrible proceso empezaba con el seguimiento de una dieta muy estricta por parte del monje que deseaba inmolarse. Durante mil días, este solo ingería frutos secos y semillas para reducir al máximo la masa corporal, a los que seguían otros mil días exclusivamente a base de raíces de cortezas de árbol.
Una vez convertido prácticamente en esqueleto, bebía un té venenoso que le provocaba vómitos y le hacía perder fluidos. El cuerpo quedaba tan intoxicado que ahuyentaba a insectos y bacterias. Entonces lo metían en una tumba o una tinaja sentado en la posición de loto, donde esperaba la muerte, que se confirmaba cuando dejaba de sonar la campana que tenía en la mano. Así quedaba el cuerpo durante otros mil días. Al final lo encerraban en una figura como la del Museo Drents para ser venerado como un Buda.
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