martes, 22 de marzo de 2016

LA SHARIA ¿SE ACABARÁ IMPONIENDO EN EUROPA?

Juan Eslava Galán
Historia del Mundo contada para escépticos

La necesidad de mano de obra barata (y cierta mala conciencia por un pasado de explotación colonial) ha favorecido la entrada en Europa de veinticinco millones de musulmanes de baja cualificación, muchos de ellos analfabetos (1)

Algunos partidos europeos siembran la alarma como la Casandra troyana al señalar que estos inmigrantes no se integran (2) y que constituyen un caldo de cultivo favorable al fundamentalismo islámico (3).

No tienen en cuenta que la tolerancia, la convivencia pacífica y el respeto a las culturas diferentes (la multiculturalidad) son esenciales en el sistema de valores de Occidente (4). Los antiguos colonialistas y negreros hemos evolucionado y ahora nos hemos vuelto tan bondadosos que toleramos incluso a quienes no respetan nuestras normas y leyes.

Hay partidos que quieren persuadirnos de que los emigrantes musulmanes son el caballo de Troya que ingresa en Europa para destruirla. "Vienen huyendo de una forma de vida que los condena a la miseria, pero la traen consigo y pretenden imponérnosla", nos dicen, y citan profusamente a Montalambert: "Cuando soy débil os reclamo la libertad en nombre de vuestros principios; cuando soy fuerte os la niego en nombre de los nuestros."

Esos partidos nos advierten que lo que puede parecer fanatismo religioso, intolerancia o discriminación de la mujer son idiosincrasias culturales que deben encuadrarse en su propio contexto y valorarse por sus propios principios.

Es cierto que, confrontados con los valores de la democracia occidental y su sistema de libertades, los musulmanes experimentan un visceral rechazo. Pero ¿acaso no constituyen la esencia misma de nuestra cultura la tolerancia y el contraste de pareceres? ¿No caben sus costumbres  bajo el amable paraguas de la multiculturalidad que ya va siendo amplia como la carpa de un circo? ¿No aportan los que llegan soluciones a nuestra angustia existencial? (5).

La gente sencilla e impresionable se alarma, pero ¿por qué hemos de ver la botella medio vacía y no medio llena? ¿Por qué no pensar que el islam ha desembarcado en la vieja y decrépita Europa, tercamente aferrada a sus democracias liberales y a sus derechos humanos, para renovarla con la savia joven de su sangre y con las exquisitas formas de vida ancestral que su cultura aporta? Considerémoslo en su verdadera dimensión: una inyección de vigor en esta sociedad occidental abotargada y exhausta que ha perdido el pulso y el rumbo, un estilo de vida renovado y fresco que floreció en lejanos desiertos y que nos permitirá recuperar superados atavismos (6).

Por otra parte, ¿qué objeto tiene resistirse a lo inevitable? Debido a las altas tasas de natalidad de los emigrantes, que contrastan con las bajas tasas de los europeos, la población musulmana aumenta sin cesar (7).  Nosotros quizá no lo veamos, pero nuestros nietos asistirán a la instauración de la civilización islámica en Europa. Es posible que esos nietos gasten barba y usen turbante o velo. Lo único discutible es la fecha en que la entidad política Europa dejará de serlo para transformarse en Eurabia. Si mantenemos al mismo ritmo la tasa de nacimientos, el feliz acontecimiento ocurrirá hacia el año 2050 (8).  Entonces más de la mitad de los europeos serán musulmanes y estarán en condiciones de imponer la sharia democráticamente (9).

Los romanos se dieron a la buena vida y permitieron que los esclavos hicieran su trabajo. Después otorgaron la ciudadanía romana a los pueblos sometidos y abrieron las fronteras a los bárbaros. No es necesario esforzarse mucho para establecer un paralelo entre la Roma antigua y el hedonista mundo occidental que importa mano de obra barata del Tercer Mundo para que le haga el trabajo sucio (10).

Otra virtud fundamental romana, la honestidad (pudicitia) estaba en entredicho en tiempos de Amiano Marcelino después de que cada generación relajara un poco más las costumbres sexuales de la anterior.

A ello se unía el drástico descenso de la natalidad, especialmente la de las clases dirigentes. Unos siglos antes de Amiano Marcelino, en pleno auge del Imperio Romano, César Augusto abroncaba a los patricios de Roma porque se habían entregado de tal manera a la molicie y a la comodidad que ni siquiera querían tener hijos, por evitar la obligación de criarlos. Augusto afeaba a los romanos que perdieran sus valores morales y se entregaran al lujo y al sexo desenfrenado (lo que incluía la prostitución, la homosexualidad y el adulterio). "¡Roma no son  las columnas ni las estatuas -clamaba el emperador en vista del descenso de la natalidad-: son los romanos, sus hijos!"

Para redondear la similitud entre el tiempo viejo supuestamente virtuoso y el tiempo nuevo claramente depravado, añadamos que, en tiempos de Amiano Marcelino, el ejército romano, que una vez fue invencible y extendió el dominio de Roma por casi todo el orbe conocido, estaba prácticamente integrado por mercenarios procedentes de los pueblos sometidos, que llegaron para hacer el trabajo sucio y terminaron quedándose con el negocio y expulsando a sus amos (las invasiones bárbaras). Hoy los ejércitos de occidente, y no digamos el español, alistan cada vez más soldados profesionales en el Tercer Mundo (11).

¿Qué nos depara el futuro? Eso nadie lo sabe. Que Europa se precipita a su decadencia es cosa segura: pensemos que sólo somos el 7 por ciento de la población mundial, una peninsulita en el extremo occidental del continente euroasiático, una pilila encogida, de viejo prostático, que vive su decrepitud adormecida en el sueño de sus pasados esplendores, los de su dorada mocedad, cuando ordenaba, y ordeñaba, el mundo. Dos devastadoras guerras mundiales y enconadas rencillas familiares nos han conducido a esta postración de la que ni siquiera la pertenencia al disciplinado Cuarto Reich alemán, capital Eleuro, parece que baste para salvarnos.  El futuro, mejor o peor, parece que será de los emergentes, de los que pronto alcanzarán a Estados Unidos (e incluso lo superarán), o sea China, la India, Brasil y hasta puede que Rusia.
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(1) En España sólo hay un millón y pico, pero en Francia hay cuatro millones; en Alemania, tres millones; en Inglaterra, casi dos millones; Holanda, Bélgica y los países nórdicos también tienen su cuota.

(2) Algunas minorías resultan inasimilables (recordemos el caso de los gitanos, que mantienen tercamente sus costumbres), especialmente si en las raíces de la cultura anida el rechazo a esa asimilación. En el caso de los musulmanes "pueden casarse con cristianas, dejándolas incluso practicar su fe, pero ninguna musulmana puede casarse con un cristiano, por ser delito religioso y social penado con la muerte" (Emilio García Gómez, Diario ABC, 26 de enero de 1982).

(3) Según estos críticos, lo demuestra el hecho de que los terroristas de los autobuses de Londres y de los atentados de Francia fueran musulmanes de segunda y tercera generación, nacidos en el país, jóvenes privilegiados que tenían a su disposición libertades cívicas, escuelas, seguridad social, modernos servicios y la posibilidad de una vida muy superior a la que llevan sus correligionarios en los países islámicos.

(4) Un ejemplo de su negativismo: al pie de un póster amable y conciliador del Ministerio de Asuntos Sociales que señala que los emigrantes de procedencia tercermundista "nos traen mundo", añaden a rotulador, "...que creíamos superados". Otros critican las sugestivas declaraciones al sheij ("sabio") Mohamed Bakri, un hombre cuyo fundado discurso se respeta en la comunidad islámica, cuando avisa: "España es un país que ocupa tierra árabe, como ha hecho Israel con la tierra palestina [...] Todo musulmán, incluso los españoles convertidos, tiene que combatir contra las fuerzas que ocupan al-Andalus hasta su liberación total y su entrega a la comunidad islámica" (declaraciones a Tiempo, 24 de marzo de 2003).

(5) En una reciente manifestación islámica celebrada en Londres (también denominado Lodostán) se leía en una pancarta: "Europa es el cáncer, el islam es la medicina."

(6) Hay que reconocer que a veces son los propios musulmanes los que no ayudan. En un programa de televisión catarí Al Yazeera (21 de febrero de 2006) la psicóloga y periodista siria nacionalizada estadounidense Wafa Sultán se despachó con los siguientes comentarios: "El enfrentamiento que estamos padeciendo en el mundo no es un enfrentamiento entre dos religiones ni entre dos civilizaciones. Es un enfrentamiento entre una mentalidad que pertenece a la Edad Media y otra mentalidad que pertenece al siglo XXI. Es un enfrentamiento entre el progreso y el atraso, entre lo civilizado y lo primitivo, entre la barbarie y lo racional. Es un enfrentamiento entre la libertad y la opresión, entre la democracia y la dictadura. Es un enfrentamiento entre derechos humanos por una parte y la violación de esos derechos por la otra. Es un enfrentamiento entre aquellos que tratan a las mujeres como animales y aquellos que las tratan como seres humanos".
Wafa Sultán

(7) El especialista en temas de islam Piero Gheddo señala que "el islam tiene en sus manos, demográficamente, el futuro de Europa. Todos los años, los italianos disminuyen en ciento treinta mil. Pero aumentamos en cien mil inmigrantes, que son, en gran parte, musulmanes. Antes o después, el islam conquistará la mayoría de Europa. Por lo pronto en las cuatro ciudades más pobladas de los Países Bajos -Ámsterdam, Rotterdam, La Haya y Utrecht- el nombre Mohammed es el más difundido entre los recién nacidos. En Marsella y Rotterdam, el porcentaje islámico alcanza el 25 por ciento; en Malmo (Suiza) el 20; en Bruselas, el 15; en Londres, París y Copenhague, el 10.
Piero Gheddo

(8) Los jóvenes musulmanes daneses se muestran más impacientes y quieren adelantar la fecha a tenor por lo que declaran en una popular camiseta: "2030 y tomaremos el control".

(9) El ideólogo islámico Omar Bin Bakri lo ha avisado claramente: "Usaremos vuestra democracia para destruir vuestra democracia". La misma opinión encontramos en el converso Ali González: "¿Cómo no vamos a creer en la democracia si con el voto pacífico y democrático de nuestra creciente población en vuestros países, creéis que os vamos a arrebatar el gobierno de Europa? (Rodríguez Magda, 2006, p. 160). Piet Hein Donner, primer ministro holandés, admite la posibilidad de que "grupos musulmanes suban al poder (en Holanda) por medios democráticos. Cada ciudadano debe poder argumentar la razón para cambiar una ley, y que se obedezca tal ley... Si dos terceras partes de Holanda mañana desean introducir la ley sharia, hay que darles esa posibilidad... La mayoría es lo que cuenta. Ésa es la esencia de una democracia."
Omar Bin Bakri 
Ali González
Piet Hein Donner

(10) Haciendo gala de nuestro refrán "donde comen tres, comen cuatro", la hidalga España se ha convertido en un permanente ejemplo para Europa y para el mundo desarrollado en lo tocante a facilidades de acogida de inmigrantes tercermundistas. Hace diez años los inmigrantes legales en nuestro territorio eran menos de un millón. En 2010 son seis millones, la mayor tasa de crecimiento de la Unión Europea. La población inmigrante registrada alcanza ya el 12 por ciento. El mayor aporte de riqueza étnica procede de Rumanía y de Marruecos, lo que conforma un prometedor futuro intercultural.

(11) Los soldados musulmanes en las guarniciones de Ceuta y Melilla (ciudades que Marruecos reclama como suyas) son ya más del 30 por ciento, cifra nada escandalosa si tenemos en cuenta que los emigrantes establecidos en España rondan el millón y medio.


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