El 19 de mayo de 1536, Ana Bolena, la mujer del entonces rey de Inglaterra, Enrique VIII, fue decapitada en la Torre de Londres acusada de adulterio por su marido. Ana había sido doncella de la primera esposa del monarca, Catalina de Aragón, de quien Enrique se había divorciado en contra de la voluntad papal, lo que ocasionó el célebre cisma de la Iglesia católica que aún hoy perdura. Parece ser que Enrique deseaba tener un hijo varón y que ni Catalina ni Ana se lo pudieron dar, motivo por el que siguió acumulando esposas y locura, hasta su fallecimiento en 1547.
Se cuenta que Ana murió repudiada tanto por su esposo como por el pueblo, que la vio como una usurpadora al trono. Por este motivo su cuerpo fue enterrado en una fosa común en la capilla real de San Pedro ad Vincula, el mismo lugar donde seis años después descansarían los restos de la quinta esposa de Enrique VIII, Catalina Howard, también ejecutada. Aún hoy la leyenda relata cómo el fantasma de la Bolena se pasea, en ciertas horas, por el interior de la Torre de Londres, reclamando justicia con la cabeza bajo el brazo.
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