Expulsión de los judíos en 1492, grabado coloreado del siglo XIX. Madrid, Biblioteca Nacional.
La
caída del reino nazarí de Granada fue la consecuencia de un acuerdo
firmado entre el rey Boabdil y los Reyes Católicos en el que se
garantizaba a los musulmanes una serie de seguridades. Las condiciones
del acuerdo entre Boabdil y los Reyes Católicos eran la libertad de
culto islámico, la seguridad de sus bienes y de sus personas, el respeto
a sus mezquitas y a la ley coránica, junto con la palabra de que no se
tomarían represalias contra ellos.
Estas
cláusulas nunca se cumplieron, sino que se impusieron las conversiones
forzosas que llevaban a muchos moriscos a mantener en secreto las
prácticas islámicas. La violencia que se ejerció contra ellos condujo a
la insurrección de las Alpujarras (1568-1571), que fue reprimida de
forma sangrienta. En 1609 se decretó la definitiva expulsión de los
moriscos de España.
Con
anterioridad a los musulmanes, los judíos habían sufrido una suerte
semejante. A partir del siglo XIII, aumentaron las persecuciones contra
ellos en toda Europa y esta política de intolerancia llegó a los reinos
hispanos algo más tarde.
Ya
en 1391 se desataron terribles persecuciones antijudías que llevaron a
muchos a la conversión. Pero a finales del siglo XV se optó en toda la
Península por una solución radical: la expulsión de todos los judíos.
En
1492 se les obligó a convertirse al catolicismo o marcharse de los
reinos de Castilla y Aragón. En 1497 se les impuso la conversión forzosa
en el reino de Portugal y en 1498 fueron expulsados del reino de
Navarra.
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