Las
etapas de guerra entre monarcas cristianos y musulmanes se alternaron
con largas etapas de relaciones pacíficas, en las que los intercambios
comerciales conllevaban también un mutuo influjo cultural y de ideas. La
península Ibérica medieval fue un territorio fronterizo y
multicultural. Por ejemplo, Fernando III de Castilla (1217-1252) se
hacía nombrar «rey de las tres religiones», una denominación muy
significativa de la voluntad de gobernar sobre una sociedad
caracterizada por la diversidad.
Un
ejemplo de intelectual abierto a la diversidad lo ofrece uno de los
grandes sabios medievales, Raimon Llull (1232-1316), que escribió una
muy variada obra literaria en latín, catalán y árabe, y fundó en
Mallorca una escuela para el estudio de lenguas orientales, con la
finalidad de formar evangelizadores que consiguiesen convertir por medio
del convencimiento y el respeto de las culturas diferentes, en lugar de
hacerlo por la imposición violenta.
En
el ámbito artístico también se produjo un fecundo mestizaje cultural,
cuyo mejor testimonio es el arte mudéjar, que se desarrolla a partir del
siglo XII en los territorios cristianos peninsulares. Se caracteriza
por el empleo de materiales, técnicas y motivos ornamentales propios del
arte islámico en edificios de estructura y finalidad cristiana.
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