El rey Fahd de Arabia Saudí, país donde el wahabismo es la doctrina imperante.
Las novedades, bid´a
o innovación en materia de teología y jurisprudencia, fueron rehuidas
por los musulmanes desde los primeros momentos y están en el origen de
un comportamiento que ahora se llama fundamentalismo.
Para
entender este fenómeno hay que ser conscientes de que un mundo
profundamente marginal como era el árabe de la época de Mahoma,
convertido en poco tiempo en el conquistador de la zona del globo en la
que la cultura escrita era más antigua y que había sido capaz de
asimilar pueblos muy diversos, tuvo que generar una serie de mecanismos
para preservar su identidad.
Esa
capacidad de defender los pilares fundamentales de la fe y la práctica
de vida consolidó una cultura bastante homogénea en un territorio
extremadamente diverso. Pero, por otro lado, al mismo tiempo las
tendencias centrífugas provocaron rupturas como la que surgió entre
chiitas y sunitas.
En
el pensamiento islámico, desde los orígenes, destacó la opción de vuelta
al pasado, a las raíces, a las costumbres primitivas, que siempre están
presentes en la vida del musulmán, dado el carácter nuclear que tiene
el Corán en la vida de un creyente, como un ideal de gran pureza.
Un
ejemplo muy influyente de esta actitud lo ofrece el wahabismo, doctrina
oficial en Arabia Saudí, que surge de la predicación de Muhammad ibn Abd
al-Wahab (1703-1792), y que se enfrenta frontalmente a la mayoría de
las innovaciones.
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