Es
llamativa la homogeneidad de la vida religiosa a pesar de que el islam
no dispone de intermediarios notables entre Alá y los fieles, ya que los
rituales como las abluciones o la oración diaria son personales y las
jerarquías desaparecen frente a la práctica religiosa. En el islam no
hay sacerdotes y la relación del fiel con Alá es directa y sin
intermediarios.
Los
musulmanes creen que el hombre existe como exponente supremo de la
creación de Alá y que debe construir su destino. El hombre es libre en
su voluntad y sus acciones y puede decidir seguir o no el camino que Alá
le ha mostrado a través de su profeta Mahoma, pero, si lo hace, forma
parte de una comunidad extensa e identificada. Los cientos de millones
de musulmanes que escuchan la llamada del almuédano se sienten hermanos y
se reconocen mutuamente por su devoción a Alá.
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