Biblioteca de la actual Escuela de Traductores de Toledo, dependiente de la Universidad de Castilla-La Mancha.
Alfonso
X (1221-1284), hijo de Fernando III, aunó elementos cristianos,
musulmanes y judíos en la cultura de la corona de Castilla que
detentaba. La Escuela de Traductores de Toledo que él fundó es una
muestra clave de esta colaboración entre intelectuales de las tres
culturas hispanas. Entre otras, Alfonso X mandó traducir algunas
colecciones de cuentos árabes como el Sendebar y Calila e Dimna.
En
este centro se agruparon eruditos medievales a instancias de don
Raimundo, arzobispo de Toledo, con el fin de verter al latín las obras
de los autores árabes. Cristianos, musulmanes y judíos colaboraron en
esta empresa, y su positiva labor hizo de Toledo una importante ciudad
cultural de la época.
Al
patronazgo del arzobispo toledano se deben algunas de las traducciones y
la reunión de una rica colección de manuscritos, valiosa fuente
documental. Se hicieron traducciones e investigaciones que recuperaron
obras esenciales de la cultura griega, conservadas en manuscritos en
árabe, que se transmitieron al resto de Europa. Fue el inicio de
minuciosos estudios de áreas diversas, como astronomía, geografía,
cartografía, aritmética, filosofía, botánica o teología que, sin el
eslabón de la cultura árabe, no hubieran podido surgir con tanto
dinamismo.
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