La palabra española “alma”, tan común en el habla, ha adquirido un sentido muy diferente del que tenían sus correspondientes hebreo y griego. Por eso es importante aclarar su sentido en estas lenguas, para no proyectar en los textos bíblicos nuestro modo de concebir, interpretándolos de manera equivocada.
La palabra griega psykhê, que a menudo se traduce por “alma”, corresponde a la hebrea nefesh, que en el AT tiene dos sentidos principales:
a) “Lo vivo en el hombre” en el sentido más amplio, “la vida” como concreto (Éx 21,23: “cuanto haya lesiones, las pagarás: vida por vida, ojo por ojo, etc.”).
b) “La persona”, hasta el punto de poder equivaler a “yo mismo” o “tú mismo” (1 Sm 18,1: “Jonatán se encariñó con David, lo quiso como a sí mismo [el alma de Jonatán se enlazó con el alma de David, y Jonatán lo quiso como a su propia alma]”; cf Gn 2,7).
No se concibe un “alma” separada del cuerpo ni un alma que se separa del cuerpo con la muerte; de hecho, se puede hablar de una persona muerta como del alma de esa persona y significar la persona muerta en su corporeidad (Nm 6,6: “No se acercará a ningún cadáver [a alma muerta]”).
Dado el sentido del español “alma”, que se concibe como independiente del cuerpo y separable de él, se ve la poca exactitud de los que, dejándose llevar por el latín (anima), traducen nefesh por “alma”. Esto resalta particularmente en los salmos, produciéndose un espiritualismo contrario al sentido del texto. Véanse las siguientes frases en dos traducciones paralelas; la segunda traduce la palabra psykhê según su significado en el contexto:
“Mi alma se gloría en el Señor” / “yo me enorgullezco del Señor” (Sal 34,3);
“Dios rescatará mi alma del poder del sheol” / “a mí Dios me saca de las garras del Abismo” (49,16);
“Mi alma está saciada de males” / “mi ánimo está colmado de desdichas” (88,4); el “alma” significa la persona;
“Toda comida aborrecía su alma” / “aborrecían todos los manjares” (107,18);
En algunos casos, nefesh conserva su sentido más primitivo: el de “garganta” o tubo digestivo, aunque a veces con valor figurado:
“Mi alma tiene sed de ti” / “mi garganta tiene sed de ti” (Sal 63,2);“Subían a los cielos, bajaban al abismo (por el movimiento de la nave), su alma se removía en el mal” / “subían al cielo, bajaban al abismo, el estómago revuelto por el mareo [el mal del mar]” (106,26).
En los evangelios, psykhê es la vida misma, como aparece claramente en Mc 8,35 par.: “el que quiera poner a salvo su vida (psykhê), la perderá; el que pierde su vida por causa mía… la pondrá a salvo”; lo mismo en Mc 10,45: “para entregar su vida en rescate por todos”, y en Jn 10,11: “El pastor modelo entrega su vida por sus ovejas”, o 12,25: “Tener apego a la propia vida es destruirse”; de modo parecido, en la bravata de Pedro, Jn 13,37: “Daré mi vida por ti.”
De hecho, no existe en Mateo, Marcos y Juan un término abstracto para designar la vida física. El gr. psykhê es un concreto que denota al individuo humano en cuanto vivo y consciente; de ahí que a menudo equivalga en el uso al pronombre reflexivo y los mismos ejemplos anteriores admitan una traducción en este sentido, como en Mc 8,35 par.: “el que quiera ponerse a salvo, se perderá”; Jn 10,11: “El pastor modelo se entrega él mismo por las ovejas”.
El NT no enseña la inmortalidad del alma. Ésta no es la parte real y valiosa del hombre ni su elemento eterno y permanente; la inmortalidad es un atributo exclusivo de Dios (cf. 1 Tim 6,15s: “Dios bienaventurado y único soberano…, único que posee la inmortalidad”), que él comunica al hombre con el don del Espíritu (Jn 3,16: “la vida definitiva”).
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