.
En 1559 aparecieron en Basilea los primeros tres volúmenes en folio de una obra titulada "Ecclesiastica Historia . . . secundum singulas centurias . . . per aliquot studiosos et pios viros in Urbe Magdeburgica" (i.e. Una Historia de la Iglesia . . . por centurias,hecha en Magdeburgo escrita por algunos hombres estudiosos y píos ). Era la obra de un grupo de estudiosos luteranos que se habían reunido en Magdeburgo y que son conocidos como los "Centuriadores de Magdeburgo" por la forma en que dividieron su trabajo (centuria a centuria) y el lugar en que fueron escritos los primeros cinco volúmenes, mientras que el resto lo fueron en Weimar u otros lugares, aunque se retuvo el subtítulo "in Urbe Magdeburgica”. La idea se le ocurrió al que fue el espíritu inspirador de esta obra: Matthias Vlacich (latinizado Flacius), también conocido como Francovich, y por su lugar de nacimiento (Istria), Illyricus. Nacido en 1520, por influencia de su tío Baldo Lupertino, un fraile apóstata, no se hizo monje y dirigió sus pasos en 1539 a Alemania desarrollando una tendencia antirromana fanática en Augsburgo, Basilea, Tubinga y Wittemberg. El Interim de Augsburgo de 1547 llevó a la controversia Adiaforística, en el curso de la cual emitió a borbotones un continuo abuso de calumnias contra el reformador Felipe Melancthon que generó dos partidos opuestos y hostiles de los Felipistas y los Flacianos. Todos los intentos de restaurar la paz fallaron y la universidad de Jena, donde Flacius fue nombrado profesor de teología en 1557, se convirtió en un centro de rígido luteranismo en fuerte oposición a Melancthon. Sus idas y venidas después de 1562 y las numerosas controversias domésticas entre reformadores en las que Flacius tomó parte hasta su muerte, el 11 de marzo de 1575, so fueron un impedimento para que llegara a ser uno de los más sabios teólogos luteranos de su tiempo, mientras que además de sus obras menores de controversias su inagotable energía le llevó a planear esta vasta obra histórica conocida como “Las Centurias”.
Después de la muerte de Lutero (1546),la controversia anti-católica tendió a perder el carácter dogmático para hacerse más histórica. Falcius buscó armas históricas por todas partes para destruir el catolicismo y en ese espíritu escribió su entonces influyente catálogo de testimonios antipapales "Catalogus testium veritatis qui ante nostram ætaem Pontifici Romano eiusque eroribus reclamarunt" (Basle, 1556; aumentado en ed., Strasburg, 1562; ed. por Dietericus, Frankfort, 1672). Se citaban alrededor de 400 testimonios antipapales, incluyendo a S. Gregorio el Grande y Sto. Tomás de Aquino entre los que se levantaron a favor de la verdad contra el “Anticristo papal”. En 1553 buscaba Flacius ayuda financiera para llevar a cabo este plan de historia de la iglesia que iba a “revelar los principios, el desarrollo y los crueles designios del anticristo”. Los príncipes alemanes y los burgueses de Augsburgo y Nüremberg le ayudaron generosamente, pero no así los simpatizantes de Melancthon. Viajó por Alemania en busca de materiales mientras su compañero en la tarea Marcus Wagner (De Weimar, cerca de Gotha) buscaba en la bibliotecas de Austria, Baviera, Escocia y Dinamarca con el mismo propósito. No podemos entrar aquí en la cuestión de los poco honrados métodos de Flacianos de adquisición de manuscritos y su uso del cuchillo para mutilarlos , que dieron pábulo a la proverbial Manus Flaciana y culter Flacianus. Un examen de los restos de su biblioteca, en Wolfenbüttel, no aminora la fuerza de la acusación. Investigaciones posteriores enfatizan la importancia de la ayuda que le prestó el cripto–protestante Caspar von Nydbruck, canciller imperial y director de la Biblioteca Imperial de Viena, cuya influencia a favor de esta obra se extendió por toda Europa. La dirección editorial, Gubernatores et Inspectores institut historiæ Ecclesiasticæ, estaba compuesta por Flacius , Juan Wigand (n. 1523, m. 1587), superintendente en Magdeburgo, Mathew Judex (n. 1528, m.1576), predicador de Magdeburg, Basil Faber (n.1525, m. 1576), humanista, que colaboró en las primeras cuatro “Centurias”, Martin Copus, médico que actuaba de tesorero y Eblinek Alman un burgués de Magdeburgo, cada uno de los cuales tenía sus propios siete asistentes júnior en total nombrados para compilar extractos de los primeros escritores e historiadores cristianos, siguiendo el plan trazado; dos especialistas más maduros trabajaban como “arquitectos”, agrupando el material y enviándolo a los editores. Una vez aprobados los materiales se organizaban en capítulos y se volvían a enviar antes de que la forma final fuera hermosamente copiada. Hasta cuando estuvo en Jena y durantes sus siguientes viajes, Flacius retuvo la dirección de la obra. Cada centuria se trataba sistemáticamente bajo dieciséis encabezamientos con títulos uniformes en los varios volúmenes.
Una análisis de la “Quarta Centuria“, que apareció en 1560, dará una idea de los contenidos: Pagina titular, dedicación a la reina Isabel (co. 3-12); (i) breve resumen de los principales sucesos de la centuria (col.13); (ii) expansión de la Iglesia: dónde y cómo (13-35); (iii) persecución y paz de la iglesia bajo Diocleciano y Maximiano (35-159); (iv) la enseñanza de la Iglesia y su historia(160-312); (v) herejías (312-406); (vi) ritos y ceremonias (406 -483); (vii) disciplina y gobierno de la iglesia (483-582); (viii) cismas y controversias (583-609); (ix) concilios (609-880); (x) principales obispos y doctores (880-1337); (xi)principales herejes (1338-1403); (xii)los mártires (1403-1432); (xiii) milagros y sucesos milagrosos (1433-1456); (xiv) relaciones políticas de los judíos (1456-1462); (xv) otras religiones no cristianas (1462-1560); (xvi) cambios políticos (1560-1574); índice escriptural (8 cols.); índice general (92 paginas a 4 columnas).
Este método se aplicó solamente a las primeras trece centurias que se publicaron separadamente en volúmenes in folio en Basilea I-III en 1559; IV en 1560; V y VI en 1562; VII y VIII en 1564; IX en 1566; X y XI en 1567; XII en 1569; y XIII en 1574. Las centurias restantes se completaron en manuscrito por Wigand (que es responsable de la mayoría del trabajo hecho entre 1564-74), pero que no se publicaron; los intentos hechos en los siglos diecisieta y dieciocho para terminar la obra no dieron resultado. En 1624 salió en Basilea un edición completa de las “Centurias “en seis volúmenes publicada por Luis Lucius, que omitió los nombres de los autores y su dedicatorias e introdujo varias modificaciones en el texto en un sentido calvinista. Una tercera edición apareció en Nueremberg en 1557-1575, pero no fue más allá de la quinta “centuria”.
La idea subyacente en la obra que fue la que determinó la elección y uso de los materiales consistía en mostrar que mientras “al principio de la Iglesia no había doctrina papal anticristiana, sino doctrina evangélica y religión, que había prevalecido”, desde la muerte del último de los apóstoles hasta la restauración de la verdadera religión por Martín Lutero, la Iglesia se había desviado, mal dirigida por los anticristos romanos. Consecuentemente ya en el siglo segundo se descubrieron errores en las enseñanzas de Clemente, Justino mártir e Ireneo sobre las doctrinas fundamentales sobre la libre voluntad y la justificación. Por otra parte los polemistas católicos no fueron lentos en usar las numerosas e importantes admisiones de la la primera aparición de la enseñanza católica característica.
El plan del libro era noble y, como obra de los primeros escritores modernos de historia eclesiástica que expresamente trataban el tema de forma crítica, marca una época en la historia de la iglesia; el método con la vuelta a las fuentes originales es bastante bueno y la habilidad con que dominaron las vastas cantidades de materiales es digna de alabanza, aunque la división en cronológica no es lo que más favorece a la obra. El plan era noble pero su ejecución, no, porque hay un constante abuso virulento antipapal por toda la obra. El ejercicio de la facultad crítica está limitado por las exigencias de la controversia anti-romana, y no he hace ningún intento para ver la historia de la Iglesia de forma imparcial. El constante tono polémico, el agrupamiento de hechos tintados de espíritu partidista, el injusto tratamiento de la Iiglesia, la acumulación no crítica de leyendas y relatos antipapales, convirtieron a las “centurias”, durante mucho tiempo, en el arsenal de los polemistas protestantes. Desde sus páginas aprendieron a mirar a S. Bonifacio como “apóstol de las mentiras” que “impuso sin vergüenza alguna el yugo del anticristo en los cuellos de los alemanes” y sobre Gregorio VII como un hombre al que se atribuye todo crimen posible y cuyas iniquidades fueron la desesperación hasta para los vituperios del vocabulario de Flacius. “Las marcas del Anticristo” se encuentran en el papa Alejandro III del que se dice que “adoró a extraños dioses, reforzado y confirmado por las enseñanzas del diablo, y además tenía en gran estima al baalismo”. Ningún crimen es demasiado monstruoso, ninguna historia demasiado increíble si proporciona medios para ennegrecer la memoria de los ocupantes de la Cátedra de S. Pedro.
Canisio estigmatizó esta obra como opus pestilentissimum, y llevó a César Baronius a escribir sus “annales Ecclessiastici", en doce volúmenes en folio (Roma 1588-1607), cubriendo el período desde el nacimiento del cristianismo al año 1198. Tal fue su éxito que anuló la obra de los Centuriadores, cuyo valor principal está ahora en que da las claves de los argumentos históricos de los polemistas protestantes de finales del dieciséis y siglo diecisiete.
Bibliografía.
DOLLINGER, Die Reformation (Ratisbon, 1848), II, 224-62; JANSSEN, Gesch. Des d. Volkes seit d. Ausgang d. M.A. (Freiburg, 1876-94), V, 312, VII, 299, tr. de I -V (London, 1896-1906); Historisches Jahrb, (1896), XVII, 79-87; NIEMOLLER, Matthias Flacius und der flacianische Geist in der alt. Prof. Kirchen-Hist. In Zeitschr. F. kath, Theol. (1888), XII, 75-115; BAUR, Die Epochen der irch, Geschichtschreibung (Tubingen, 1852), 39-71; CABROL, in Rev. bénédictine (1905), XXII, 151 sq.; SCHULTE, Beitrage zur Entstehungsgesch, der Magdeburger Centurien (1877); SCHAUMKELL, Beitrag zur Entstehungsgesch, d. Magd. Cent. (Ludwigslust, 1898); KAWERAU, in Realencykl f. prof. Theol. Und Kirche, s.v. Flacius (Leipzig, 1899), VI 82-92; PREGER, Mathias Flacius Illyricus und seine Zeit(Erlangen, 1859-61). Para el importante manuscrito del siglo once (ceremonial episcopal) conocido como misa Ilírica o Flaciana, porque pertenencio a Flacius (Co. Helmstad, 1151. en Wolfenbuttel), ver Braun in Stimmen aus Maria-Laach (1905), LXIX,143 ss.
EDWARD MYERS.
Transcrito por Ted Rego.
Traducido por Pedro Royo.
En 1559 aparecieron en Basilea los primeros tres volúmenes en folio de una obra titulada "Ecclesiastica Historia . . . secundum singulas centurias . . . per aliquot studiosos et pios viros in Urbe Magdeburgica" (i.e. Una Historia de la Iglesia . . . por centurias,hecha en Magdeburgo escrita por algunos hombres estudiosos y píos ). Era la obra de un grupo de estudiosos luteranos que se habían reunido en Magdeburgo y que son conocidos como los "Centuriadores de Magdeburgo" por la forma en que dividieron su trabajo (centuria a centuria) y el lugar en que fueron escritos los primeros cinco volúmenes, mientras que el resto lo fueron en Weimar u otros lugares, aunque se retuvo el subtítulo "in Urbe Magdeburgica”. La idea se le ocurrió al que fue el espíritu inspirador de esta obra: Matthias Vlacich (latinizado Flacius), también conocido como Francovich, y por su lugar de nacimiento (Istria), Illyricus. Nacido en 1520, por influencia de su tío Baldo Lupertino, un fraile apóstata, no se hizo monje y dirigió sus pasos en 1539 a Alemania desarrollando una tendencia antirromana fanática en Augsburgo, Basilea, Tubinga y Wittemberg. El Interim de Augsburgo de 1547 llevó a la controversia Adiaforística, en el curso de la cual emitió a borbotones un continuo abuso de calumnias contra el reformador Felipe Melancthon que generó dos partidos opuestos y hostiles de los Felipistas y los Flacianos. Todos los intentos de restaurar la paz fallaron y la universidad de Jena, donde Flacius fue nombrado profesor de teología en 1557, se convirtió en un centro de rígido luteranismo en fuerte oposición a Melancthon. Sus idas y venidas después de 1562 y las numerosas controversias domésticas entre reformadores en las que Flacius tomó parte hasta su muerte, el 11 de marzo de 1575, so fueron un impedimento para que llegara a ser uno de los más sabios teólogos luteranos de su tiempo, mientras que además de sus obras menores de controversias su inagotable energía le llevó a planear esta vasta obra histórica conocida como “Las Centurias”.
Después de la muerte de Lutero (1546),la controversia anti-católica tendió a perder el carácter dogmático para hacerse más histórica. Falcius buscó armas históricas por todas partes para destruir el catolicismo y en ese espíritu escribió su entonces influyente catálogo de testimonios antipapales "Catalogus testium veritatis qui ante nostram ætaem Pontifici Romano eiusque eroribus reclamarunt" (Basle, 1556; aumentado en ed., Strasburg, 1562; ed. por Dietericus, Frankfort, 1672). Se citaban alrededor de 400 testimonios antipapales, incluyendo a S. Gregorio el Grande y Sto. Tomás de Aquino entre los que se levantaron a favor de la verdad contra el “Anticristo papal”. En 1553 buscaba Flacius ayuda financiera para llevar a cabo este plan de historia de la iglesia que iba a “revelar los principios, el desarrollo y los crueles designios del anticristo”. Los príncipes alemanes y los burgueses de Augsburgo y Nüremberg le ayudaron generosamente, pero no así los simpatizantes de Melancthon. Viajó por Alemania en busca de materiales mientras su compañero en la tarea Marcus Wagner (De Weimar, cerca de Gotha) buscaba en la bibliotecas de Austria, Baviera, Escocia y Dinamarca con el mismo propósito. No podemos entrar aquí en la cuestión de los poco honrados métodos de Flacianos de adquisición de manuscritos y su uso del cuchillo para mutilarlos , que dieron pábulo a la proverbial Manus Flaciana y culter Flacianus. Un examen de los restos de su biblioteca, en Wolfenbüttel, no aminora la fuerza de la acusación. Investigaciones posteriores enfatizan la importancia de la ayuda que le prestó el cripto–protestante Caspar von Nydbruck, canciller imperial y director de la Biblioteca Imperial de Viena, cuya influencia a favor de esta obra se extendió por toda Europa. La dirección editorial, Gubernatores et Inspectores institut historiæ Ecclesiasticæ, estaba compuesta por Flacius , Juan Wigand (n. 1523, m. 1587), superintendente en Magdeburgo, Mathew Judex (n. 1528, m.1576), predicador de Magdeburg, Basil Faber (n.1525, m. 1576), humanista, que colaboró en las primeras cuatro “Centurias”, Martin Copus, médico que actuaba de tesorero y Eblinek Alman un burgués de Magdeburgo, cada uno de los cuales tenía sus propios siete asistentes júnior en total nombrados para compilar extractos de los primeros escritores e historiadores cristianos, siguiendo el plan trazado; dos especialistas más maduros trabajaban como “arquitectos”, agrupando el material y enviándolo a los editores. Una vez aprobados los materiales se organizaban en capítulos y se volvían a enviar antes de que la forma final fuera hermosamente copiada. Hasta cuando estuvo en Jena y durantes sus siguientes viajes, Flacius retuvo la dirección de la obra. Cada centuria se trataba sistemáticamente bajo dieciséis encabezamientos con títulos uniformes en los varios volúmenes.
Una análisis de la “Quarta Centuria“, que apareció en 1560, dará una idea de los contenidos: Pagina titular, dedicación a la reina Isabel (co. 3-12); (i) breve resumen de los principales sucesos de la centuria (col.13); (ii) expansión de la Iglesia: dónde y cómo (13-35); (iii) persecución y paz de la iglesia bajo Diocleciano y Maximiano (35-159); (iv) la enseñanza de la Iglesia y su historia(160-312); (v) herejías (312-406); (vi) ritos y ceremonias (406 -483); (vii) disciplina y gobierno de la iglesia (483-582); (viii) cismas y controversias (583-609); (ix) concilios (609-880); (x) principales obispos y doctores (880-1337); (xi)principales herejes (1338-1403); (xii)los mártires (1403-1432); (xiii) milagros y sucesos milagrosos (1433-1456); (xiv) relaciones políticas de los judíos (1456-1462); (xv) otras religiones no cristianas (1462-1560); (xvi) cambios políticos (1560-1574); índice escriptural (8 cols.); índice general (92 paginas a 4 columnas).
Este método se aplicó solamente a las primeras trece centurias que se publicaron separadamente en volúmenes in folio en Basilea I-III en 1559; IV en 1560; V y VI en 1562; VII y VIII en 1564; IX en 1566; X y XI en 1567; XII en 1569; y XIII en 1574. Las centurias restantes se completaron en manuscrito por Wigand (que es responsable de la mayoría del trabajo hecho entre 1564-74), pero que no se publicaron; los intentos hechos en los siglos diecisieta y dieciocho para terminar la obra no dieron resultado. En 1624 salió en Basilea un edición completa de las “Centurias “en seis volúmenes publicada por Luis Lucius, que omitió los nombres de los autores y su dedicatorias e introdujo varias modificaciones en el texto en un sentido calvinista. Una tercera edición apareció en Nueremberg en 1557-1575, pero no fue más allá de la quinta “centuria”.
La idea subyacente en la obra que fue la que determinó la elección y uso de los materiales consistía en mostrar que mientras “al principio de la Iglesia no había doctrina papal anticristiana, sino doctrina evangélica y religión, que había prevalecido”, desde la muerte del último de los apóstoles hasta la restauración de la verdadera religión por Martín Lutero, la Iglesia se había desviado, mal dirigida por los anticristos romanos. Consecuentemente ya en el siglo segundo se descubrieron errores en las enseñanzas de Clemente, Justino mártir e Ireneo sobre las doctrinas fundamentales sobre la libre voluntad y la justificación. Por otra parte los polemistas católicos no fueron lentos en usar las numerosas e importantes admisiones de la la primera aparición de la enseñanza católica característica.
El plan del libro era noble y, como obra de los primeros escritores modernos de historia eclesiástica que expresamente trataban el tema de forma crítica, marca una época en la historia de la iglesia; el método con la vuelta a las fuentes originales es bastante bueno y la habilidad con que dominaron las vastas cantidades de materiales es digna de alabanza, aunque la división en cronológica no es lo que más favorece a la obra. El plan era noble pero su ejecución, no, porque hay un constante abuso virulento antipapal por toda la obra. El ejercicio de la facultad crítica está limitado por las exigencias de la controversia anti-romana, y no he hace ningún intento para ver la historia de la Iglesia de forma imparcial. El constante tono polémico, el agrupamiento de hechos tintados de espíritu partidista, el injusto tratamiento de la Iiglesia, la acumulación no crítica de leyendas y relatos antipapales, convirtieron a las “centurias”, durante mucho tiempo, en el arsenal de los polemistas protestantes. Desde sus páginas aprendieron a mirar a S. Bonifacio como “apóstol de las mentiras” que “impuso sin vergüenza alguna el yugo del anticristo en los cuellos de los alemanes” y sobre Gregorio VII como un hombre al que se atribuye todo crimen posible y cuyas iniquidades fueron la desesperación hasta para los vituperios del vocabulario de Flacius. “Las marcas del Anticristo” se encuentran en el papa Alejandro III del que se dice que “adoró a extraños dioses, reforzado y confirmado por las enseñanzas del diablo, y además tenía en gran estima al baalismo”. Ningún crimen es demasiado monstruoso, ninguna historia demasiado increíble si proporciona medios para ennegrecer la memoria de los ocupantes de la Cátedra de S. Pedro.
Canisio estigmatizó esta obra como opus pestilentissimum, y llevó a César Baronius a escribir sus “annales Ecclessiastici", en doce volúmenes en folio (Roma 1588-1607), cubriendo el período desde el nacimiento del cristianismo al año 1198. Tal fue su éxito que anuló la obra de los Centuriadores, cuyo valor principal está ahora en que da las claves de los argumentos históricos de los polemistas protestantes de finales del dieciséis y siglo diecisiete.
Bibliografía.
DOLLINGER, Die Reformation (Ratisbon, 1848), II, 224-62; JANSSEN, Gesch. Des d. Volkes seit d. Ausgang d. M.A. (Freiburg, 1876-94), V, 312, VII, 299, tr. de I -V (London, 1896-1906); Historisches Jahrb, (1896), XVII, 79-87; NIEMOLLER, Matthias Flacius und der flacianische Geist in der alt. Prof. Kirchen-Hist. In Zeitschr. F. kath, Theol. (1888), XII, 75-115; BAUR, Die Epochen der irch, Geschichtschreibung (Tubingen, 1852), 39-71; CABROL, in Rev. bénédictine (1905), XXII, 151 sq.; SCHULTE, Beitrage zur Entstehungsgesch, der Magdeburger Centurien (1877); SCHAUMKELL, Beitrag zur Entstehungsgesch, d. Magd. Cent. (Ludwigslust, 1898); KAWERAU, in Realencykl f. prof. Theol. Und Kirche, s.v. Flacius (Leipzig, 1899), VI 82-92; PREGER, Mathias Flacius Illyricus und seine Zeit(Erlangen, 1859-61). Para el importante manuscrito del siglo once (ceremonial episcopal) conocido como misa Ilírica o Flaciana, porque pertenencio a Flacius (Co. Helmstad, 1151. en Wolfenbuttel), ver Braun in Stimmen aus Maria-Laach (1905), LXIX,143 ss.
EDWARD MYERS.
Transcrito por Ted Rego.
Traducido por Pedro Royo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Procura comentar con libertad y con respeto. Este blog es gratuito, no hacemos publicidad y está puesto totalmente a vuestra disposición. Pero pedimos todo el respeto del mundo a todo el mundo. Gracias.