Nacido
en Beqaa-Kafra, el lugar habitado más alto del Líbano, cercano a los
famosos Cedros, el joven Joseph Makhlouf creció con el ejemplo de dos de
sus tíos, ambos ermitaños. A la edad de veintitrés años, dejó su casa
en secreto y entró al monasterio de Nuestra Señora de Mayfuq, tomando el
nombre de un mártir Sirio, Charbel, al ser admitido. Ordenado sacerdote
en 1859, fijó como su residencia el monasterio de San Marón en Annaya,
que se encuentra 3500 pies por arriba del Mar Mediterráneo.
El
Padre Charbel vivió en esta comunidad por quince años, y fue un monje
modelo en el sentido estricto de la palabra: se recuerda que, aunque se
regocijaba al poder ayudar y asistir a su vecino, siempre fue un deseo
dejar su monasterio. Disfrutaba pasar su tiempo cantando el oficio en el
coro, trabajando en los campos y gozaba de la lectura espiritual, así
que nadie se sorprendió cuando eventualmente él pidió, y recibió el
permiso para ir a vivir la vida de un ermitaño. Mientras que los monjes
Maronitas son generalmente comprometidos con el trabajo parroquial y
pastoral, la provisión se hace siempre a aquellas almas elegidas que
sienten el llamado a la vida ermitaña para impulsar su vocación,
generalmente en grupos de dos o tres.
Así comenzó para el Nuevo ermitaño esa vida sagrada que ha sido
inalterada desde los días de los Padres en el desierto: ayuno perpetuo,
con abstinencia de carne, frutas y vino, trabajos manuales santificados
por la oración, un lecho compuesto de ojas y cubiertos con goatskin como
cama y un pedazo de madero colocado en el lugar habitual de una
almohada, con la interdicción de dejar la ermita sin permiso expreso.
San Charbel se puso bajo la obediencia de otro ermitaño, y pasó
veintitrés años así, sus diversas austeridades parecían sólo incrementar
la robustez de su salud. La única perturbación a su oración venía en la
forma de la siempre creciente ola de visitantes atraídos por su
reputación de santidad que buscaban consejo, la promesa de oración o
algún milagro.Entonces una mañana, a mediados de Diciembre de 1898, se
enfermó sin previo aviso, justo antes de la consagración mientras
celebraba una Misa. Sus compañeros le ayudaron a llegar su celda, la
cual nunca volvió a dejar. La parálisis gradualmente se apoderó de él.
La noche de Navidad murió, repitiendo la oración que no había podido
terminar en el altar: "Padre de Verdad, tu hijo amado, que hace un
increíble sacrificio por nosotros. Acepta esta ofrenda: Él murió para
que yo poduriera vivir. Toma esta ofrenda! Acéptala....." Estas palabras
resumieron una vida de setenta años.
Su fiesta se celebra el 23 de julio.
Fuente: Congregación Obispo Alois Hudal
Selección del texto :José Gálvez Krüger
Su fiesta se celebra el 23 de julio.
Fuente: Congregación Obispo Alois Hudal
Selección del texto :José Gálvez Krüger
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