Fundador
de los Misioneros de la Preciosa Sangre (C.P.P.S.). Nació en Roma en la
festividad de Epifanía de 1786. Murió el 28 de diciembre de 1837. Sus
padres fueron Antonio del Búfalo, jefe de cocineros de la familia real
de Altieri, y su esposa Annunziata Quartieroni. Debido a la delicada
salud de Gaspare, su piadosa madre le hizo confirmarse a la edad de un
año y medio (1787).
En tanto él sufría de una penosa enfermedad en lo ojos que amenazaba con
dejarle ciego, se ofrecieron intensas oraciones rogando por su salud, a
San Francisco Xavier. En 1787, fue milagrosamente curado, motivo por el
cual más tarde en su vida, nuestro personaje profesó una especial
devoción por el Gran Apóstol de la India, y le seleccionó como el
patrono de la orden que fundó.
Desde sus primeros años mostró gran horror ante los pecados, incluso aquellos de carácter venial, a la vez que manifestaba un gran sentido de piedad y de mortificación, un gran control sobre inclinaciones malignas (especialmente respecto a la irascibilidad y egoísmo). Mantuvo siempre un heroico amor por los pobres y miserables.
Su primer grado lo recibió en 1800, luego de haber entrado a la edad de doce años en el Collegium Romanum. Un año más tarde se le concedieron las cuatro órdenes menores. Como instructor de catequesis en San Marcos, el celo con el que desarrolló su trabajo le valió el sobrenombre de “Pequeño Apóstol de Roma”. Cuando tenía diecinueve años de edad, fue nombrado presidente de la recién instituida Escuela de Catequesis de Santa María del Pianto.
Luego de su ordenación el 31 de julio de 1808, obtuvo el canon de San Marcos, y pronto instituyó con Gaetano Bonani, un oratorio nocturno. Asistió a Francisco Albertini en la fundación de la Confraternidad de la Preciosa Sangre, y trabajó con gran celo en los distritos pobres de Roma, predicando frecuentemente en plazas públicas.
En 1810 fue presentado ante el general Miollis a fin de que jurara alianza con Napoleón. Pero ninguna amenaza ni promesa pudo hacer que el consintiera en realizar tal acto, debido a que Pío VII lo había prohibido. Las palabras con las cuales anunció su decisión final han llegado a ser muy famosas: “Non posso, non debbo, non voglio” (“No puedo, no debo, no quiero”). Como consecuencia de ello, sufrió prohibición y encarcelamiento en Imola y Rocca (1810-1814).
Luego de la caída de Napoleón, regresó a Roma, tratando de ingresar en la reestablecida Orden Jesuita. Sin embargo, obedeciendo a su consejero espiritual Albertini, fundó la congregación de los sacerdotes seculares a fin de dar misiones y de expandir la devoción de la Preciosa Sangre. Por medio del Cardenal Cristaldi, obtuvo la aprobación del Papa y como casa principal, el anterior convento de San Felice en Giano.
Tomó posesión de ese lugar, solemnemente el 11 de agosto de 1815. La Bula de beatificación indica: “Se tendrá por misiones los territorios de Umbria, Aemilia, Picenum, Tuscana, Campania, Samnium, y en resumen, todas las provincias de meso Italia”. Los títulos que sus contemporáneos le otorgaron hablan enormidades: “El Santo”, “Apóstol de Roma”, “El Martillo del Forjador”.
Su labor fue intensa como lo puede testificar el hecho de que podía dar hasta cinco prédicas por día, y en ocasiones se superaba ese número. En Sanseverino, cincuenta sacerdotes no fueron suficientes para escuchar confesiones luego de sus sermones. Aunque se encontraba como ídolo ante la gente, no dejo de tener enemigos.
Su actividad en cuanto a convertir a los “briganti”, quienes llegaron en masa y pusieron sus armas a los pies, luego de que predicara en las montañas y lugares secretos, motivó la ira de oficiales, que se beneficiaban de sobornos, los que obtenían dado el estado de condiciones imperantes. Estos enemigos se movilizaron a fin de que León XII suspendiera a Del Búfalo. No obstante, luego de una conferencia personal, el Papa desestimó los requerimientos, indicando que “Del Búfalo es un ángel”.
Sus enemigos trataron de que le removieran de su puesto y se le diera una promoción como “internuncio de Brasil”. En vano, triunfó su humildad. Un último intento se realizó bajo el pontificado de Pio VIII (1830) el cual tuvo éxito parcial. Del Búfalo fue privado de sus facultades durante un corto tiempo, y su congregación tuvo la amenaza de la extinción.
Pero su maravillosa humildad volvió a triunfar, y aunque fue sometido a muchos malos entendidos y amenazas de autoridad, nunca tuvo manifestaciones de resentimiento, perdonó a sus enemigos. La tormenta pasó relativamente rápido, y Gaspare fue restituido con sus reconocimientos y honores. Así, reasumió su trabajo con celo y dedicación. En 1836 su fuerza comenzó a desvanecerse. Aunque estaba fatalmente enfermo, fue a Roma, donde el cólera estaba afectando, y administró a los espiritualmente necesitados su consuelo. Esto fue ya mucho para él y sucumbió en medio de sus labores, el 28 de diciembre de 1837. Fue beatificado por Pío X el 29 de agosto de 1904.
ULRICH F. MUELLER Transcripción de Joseph P. Thomas Traducción al castellano de Giovanni E. Reyes
Desde sus primeros años mostró gran horror ante los pecados, incluso aquellos de carácter venial, a la vez que manifestaba un gran sentido de piedad y de mortificación, un gran control sobre inclinaciones malignas (especialmente respecto a la irascibilidad y egoísmo). Mantuvo siempre un heroico amor por los pobres y miserables.
Su primer grado lo recibió en 1800, luego de haber entrado a la edad de doce años en el Collegium Romanum. Un año más tarde se le concedieron las cuatro órdenes menores. Como instructor de catequesis en San Marcos, el celo con el que desarrolló su trabajo le valió el sobrenombre de “Pequeño Apóstol de Roma”. Cuando tenía diecinueve años de edad, fue nombrado presidente de la recién instituida Escuela de Catequesis de Santa María del Pianto.
Luego de su ordenación el 31 de julio de 1808, obtuvo el canon de San Marcos, y pronto instituyó con Gaetano Bonani, un oratorio nocturno. Asistió a Francisco Albertini en la fundación de la Confraternidad de la Preciosa Sangre, y trabajó con gran celo en los distritos pobres de Roma, predicando frecuentemente en plazas públicas.
En 1810 fue presentado ante el general Miollis a fin de que jurara alianza con Napoleón. Pero ninguna amenaza ni promesa pudo hacer que el consintiera en realizar tal acto, debido a que Pío VII lo había prohibido. Las palabras con las cuales anunció su decisión final han llegado a ser muy famosas: “Non posso, non debbo, non voglio” (“No puedo, no debo, no quiero”). Como consecuencia de ello, sufrió prohibición y encarcelamiento en Imola y Rocca (1810-1814).
Luego de la caída de Napoleón, regresó a Roma, tratando de ingresar en la reestablecida Orden Jesuita. Sin embargo, obedeciendo a su consejero espiritual Albertini, fundó la congregación de los sacerdotes seculares a fin de dar misiones y de expandir la devoción de la Preciosa Sangre. Por medio del Cardenal Cristaldi, obtuvo la aprobación del Papa y como casa principal, el anterior convento de San Felice en Giano.
Tomó posesión de ese lugar, solemnemente el 11 de agosto de 1815. La Bula de beatificación indica: “Se tendrá por misiones los territorios de Umbria, Aemilia, Picenum, Tuscana, Campania, Samnium, y en resumen, todas las provincias de meso Italia”. Los títulos que sus contemporáneos le otorgaron hablan enormidades: “El Santo”, “Apóstol de Roma”, “El Martillo del Forjador”.
Su labor fue intensa como lo puede testificar el hecho de que podía dar hasta cinco prédicas por día, y en ocasiones se superaba ese número. En Sanseverino, cincuenta sacerdotes no fueron suficientes para escuchar confesiones luego de sus sermones. Aunque se encontraba como ídolo ante la gente, no dejo de tener enemigos.
Su actividad en cuanto a convertir a los “briganti”, quienes llegaron en masa y pusieron sus armas a los pies, luego de que predicara en las montañas y lugares secretos, motivó la ira de oficiales, que se beneficiaban de sobornos, los que obtenían dado el estado de condiciones imperantes. Estos enemigos se movilizaron a fin de que León XII suspendiera a Del Búfalo. No obstante, luego de una conferencia personal, el Papa desestimó los requerimientos, indicando que “Del Búfalo es un ángel”.
Sus enemigos trataron de que le removieran de su puesto y se le diera una promoción como “internuncio de Brasil”. En vano, triunfó su humildad. Un último intento se realizó bajo el pontificado de Pio VIII (1830) el cual tuvo éxito parcial. Del Búfalo fue privado de sus facultades durante un corto tiempo, y su congregación tuvo la amenaza de la extinción.
Pero su maravillosa humildad volvió a triunfar, y aunque fue sometido a muchos malos entendidos y amenazas de autoridad, nunca tuvo manifestaciones de resentimiento, perdonó a sus enemigos. La tormenta pasó relativamente rápido, y Gaspare fue restituido con sus reconocimientos y honores. Así, reasumió su trabajo con celo y dedicación. En 1836 su fuerza comenzó a desvanecerse. Aunque estaba fatalmente enfermo, fue a Roma, donde el cólera estaba afectando, y administró a los espiritualmente necesitados su consuelo. Esto fue ya mucho para él y sucumbió en medio de sus labores, el 28 de diciembre de 1837. Fue beatificado por Pío X el 29 de agosto de 1904.
ULRICH F. MUELLER Transcripción de Joseph P. Thomas Traducción al castellano de Giovanni E. Reyes
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