Misionero
jesuita nacido en Paris, en 1606; sus padres fueron Jean G. y Anne de
Garault; murió el 7 de diciembre de 1649. Realizó estudios sobre lo
clásico, filosofía y teología, en el colegio jesuita de Clermont; se
unió a la orden en 1624.
Pidió reiteradamente que pudiera ser enviada a la misión en Canadá, y zarpó hacia allá en 1636, en el mismo viaje que el gobernador Montmagny. Fue enviado al territorio Hurón, en donde estaría desarrollando catorce años de su heroico apostolado sin retornar ni una sola vez a Québec. En seis meses llegó a adquirir un buen dominio de la difícil lengua del lugar, y principió a desarrollar incesantemente un labor de caridad que llegó a estar coronada por el martirio.
Para llevar a cabo su anhelo de convertir a los infieles, no hubo situaciones de tiempo, ni de distancia, tampoco de mal tiempo o de peligro de muerte; nada de eso lo detendría en sus esfuerzos por procurar el bautizo y en exhortar a los cautivos de guerra. No fueron tampoco obstáculos las formidables amenazas de enfermedades que se cernieron sobre él cuando atendía a los moribundos. Su frágil constitución sorprendentemente resistió todas las adversidades.
Esas características unidas a su angelical paciencia, le ganaron el sobrenombre del “cordero” de la misión”. En varias oportunidades, primero en 1637 y luego en 1636, como indicant Jogues y luego Pijart, el misionero trató de convertir a la nación tabaquera. Su constancia llegó a ser una especie de obstinación. Se pidió que atendiera a los negros en 1646, y fue con ellos asistiéndolos hasta en el muerte. Luego del martirio del Padre Daniel (1648), Brebeuf y Lalermant (marzo de 1649), calmadamente esperaron su turno. Luego de la diseminación de los hurones, los iroquies atacaron la nación tabaquera.
Durante la masacre de la Villa de San Juan, Garnier fue a exhortar a los neófitos acerca de la fe. Mortalmente herido, se arrastró hasta donde estaba un indio moribundo a fin de darle absolución, y recibió el golpe final durante el acto de caridad que llevaba a cabo (1649). Era el día de vísperas de la Inmaculada Concepción, un dogma que él había jurado defender.
Las cartas que escribió a su hermano, un carmelita, reflejan su santidad. Ragueneau testita de su heroico espíritu de sacrificio. Parkman compara la vida de este santo con la de Pedro Claver entre los negros y en donde hay paralelismos también con un martirio voluntario.
LIONEL LINDSAY Transcripción de Joseph P. Thomas Traducción al castellano de Giovanni E. Reyes En memoria de Laurence La Bombard
Pidió reiteradamente que pudiera ser enviada a la misión en Canadá, y zarpó hacia allá en 1636, en el mismo viaje que el gobernador Montmagny. Fue enviado al territorio Hurón, en donde estaría desarrollando catorce años de su heroico apostolado sin retornar ni una sola vez a Québec. En seis meses llegó a adquirir un buen dominio de la difícil lengua del lugar, y principió a desarrollar incesantemente un labor de caridad que llegó a estar coronada por el martirio.
Para llevar a cabo su anhelo de convertir a los infieles, no hubo situaciones de tiempo, ni de distancia, tampoco de mal tiempo o de peligro de muerte; nada de eso lo detendría en sus esfuerzos por procurar el bautizo y en exhortar a los cautivos de guerra. No fueron tampoco obstáculos las formidables amenazas de enfermedades que se cernieron sobre él cuando atendía a los moribundos. Su frágil constitución sorprendentemente resistió todas las adversidades.
Esas características unidas a su angelical paciencia, le ganaron el sobrenombre del “cordero” de la misión”. En varias oportunidades, primero en 1637 y luego en 1636, como indicant Jogues y luego Pijart, el misionero trató de convertir a la nación tabaquera. Su constancia llegó a ser una especie de obstinación. Se pidió que atendiera a los negros en 1646, y fue con ellos asistiéndolos hasta en el muerte. Luego del martirio del Padre Daniel (1648), Brebeuf y Lalermant (marzo de 1649), calmadamente esperaron su turno. Luego de la diseminación de los hurones, los iroquies atacaron la nación tabaquera.
Durante la masacre de la Villa de San Juan, Garnier fue a exhortar a los neófitos acerca de la fe. Mortalmente herido, se arrastró hasta donde estaba un indio moribundo a fin de darle absolución, y recibió el golpe final durante el acto de caridad que llevaba a cabo (1649). Era el día de vísperas de la Inmaculada Concepción, un dogma que él había jurado defender.
Las cartas que escribió a su hermano, un carmelita, reflejan su santidad. Ragueneau testita de su heroico espíritu de sacrificio. Parkman compara la vida de este santo con la de Pedro Claver entre los negros y en donde hay paralelismos también con un martirio voluntario.
LIONEL LINDSAY Transcripción de Joseph P. Thomas Traducción al castellano de Giovanni E. Reyes En memoria de Laurence La Bombard
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