Todos
anhelamos la intervención inmediata de Dios en la historia. Querríamos
que la actuación divina acabara con la injusticia y regara la tierra de
prosperidad. La humanidad desea el fin de la opresión. Cuando nos
preguntamos acerca de la identidad de los opresores, nuestra respuesta
menciona a los poderosos. Rara vez nos incluimos a nosotros mismos entre
los causantes de la miseria humana. ¿No convendría revisar nuestra
responsabilidad en el origen de la injusticia? Los israelitas deseaban
la desaparición del mal apelando a la capacidad de Dios para destruir a
las grandes potencia. Amós les obligó a plantearse su propia
responsabilidad en el pecado del mundo. El profeta lo hizo cambiando el
contenido teológico del día de Yahvé.
LA RUPTURA TEOLÓGICA CON LA TRADICIÓN: EL DÍA DE YAHVÉ
Autor: Francesc Ramis Darder
La
profecía de Amós acuña de nuevo el mensaje teológico reflejado por el
“Día de Yahvé”. Los antiguos semitas deseaban la llegada de ése día para
contemplar gozosos la derrota de sus enemigos. Amós anuncia la llegada
del día de Yahvé, pero no presenta el acontecimiento como la destrucción
de los adversarios de Israel sino como la derrota de los israelitas
infieles. Para precisar el sentido del “día de Yahvé” comenzaremos
delineando sus características; después comentaremos la forma literaria
en que los textos describen ése día; seguidamente analizaremos la
presentación del día de Yahvé en la obra de Amós; a continuación
apreciaremos cómo el profeta quiebra la tradición referente al día de
Yahvé; finalmente, esbozaremos una conclusión global.
1. ¿En qué consiste el “Día de Yahvé”?
La
expresión “Día de Yahvé” es propia de la literatura profética y aparece
dieciséis veces en la Sagrada Escritura; mientras la frase pareja “un
día para Yahvé” acontece en tres ocasiones (Is 2,12; Ez 30,3; Zac 14,1).
El Día de Yahvé indica la intervención de Dios en la historia para
destruir a los opresores de Israel, devastar a los israelitas infieles y
restaurar el pueblo fiel. En definitiva el día de Yahvé implica la
condena de los pecadores y la salvación de los justos. Veámoslo en los
textos proféticos.
La
profecía de Isaías sitúa el “Día de Yahvé” en dos ámbitos. Por una
parte, el texto isainano percibe la irrupción del Día de Yahvé en el
ocaso de Babilonia (Is 13,6.9). La conquista de Babilonia fue realizada
por Ciro el Grande en el año 538 aC pero auspiciada por Yahvé (Cf. Is
41,1-5), Señor de la Historia. Por otra parte, la voz profética relata
cómo en el día de Yahvé el Señor acabará con todo lo encumbrado y altivo
(Is 2,12). Los términos “encumbrado” y “altivo” simbolizan a los
habitantes de la Ciudad Santa, injustos e idólatras. La voz de Ezequiel
enfoca el Día de Yahvé desde una perspectiva semejante a la de Isaías.
En primer lugar, Ezequiel denuncia la actitud mendaz de los falsos
profetas que precipitaron al pueblo a la ruina. La maldad de los
profetas inicuos impedirá la conversión del país y por eso la nación
sucumbirá ante el envite divino en el día de Yahvé (Ez 13,5). En segundo
lugar, Ezequiel sitúa la llegada del Día de Yahvé en la debacle que
asolará el país del Nilo; el texto alude a la conquista de Egipto
llevada a término por Nabucodonosor II (Ez 30,3). De ese modo los libros
de Isaías y Ezequiel denominan “Día de Yahvé” al momento en que la
actuación divina acabará con la maldad imperante en Judá, y asolará
Egipto y Babilonia, potencias opresoras del pueblo de Dios.
La
voz de Sofonías preconiza los clamores amargos de los habitantes de
Judá cuando llegué el Día de Yahvé, cuando Dios fustigue la infidelidad
de su pueblo (Sof 1,1.14). Joel amenaza al pueblo con la llegada del día
de Yahvé. En ése día terrible, el Señor devastará a su pueblo (Jl
1,15). La devastación acontecerá con la irrupción de un ejército invasor
(Jl 2,1), con el que Dios embestirá contra la nación (Jl 2,11). Sin
embargo debemos notar que el profeta amenaza al pueblo con la irrupción
del día de Yahvé para propiciar la conversión de la nación (Jl 3,4),
cuando se vea atemorizada por el furor de la cólera divina (Jl 4,14). El
libro de Malaquías ahonda en la presentación de Joel; pues anuncia la
llegada de Elías antes de que acontezca el día de la devastación, el día
de Yahvé (Mal 3,23). La misión de Elías estriba en reconciliar a padres
e hijos, metáfora de la reconciliación social, para que la nación no
sea exterminada (Mal 3,22-24). La voz de Abdías remite al día de Yahvé
la destrucción de Edom (Abd 15.18), antiguo opresor de Judá (cf. Is 34).
Zacarías adscribe al día de Yahvé el juicio divino contra Jerusalén. La
Ciudad Santa sufrirá el ataque de las naciones, pero un resto de sus
habitantes conseguirá sobrevivir (Zac 14,1). A tenor de lo dicho,
observamos también en los profetas menores una doble perspectiva en la
comprensión del Día de Yahvé. Por una parte refiere la destrucción de
los opresores de Israel; y, por otra, entraña el castigo contra el
pueblo pecador para propiciar su conversión, o también lo supervivencia
del resto del pueblo que ha permanecido fiel a la voluntad divina.
2. Descripción de los acontecimientos del Día de Yahvé
La
Escritura muestra siempre la locución “Día de Yahvé” y no presenta
nunca la expresión “Día de Elohim”. La referencia a Yahvé recuerda el
momento en que Dios liberó a los israelitas de la esclavitud de Egipto
(cf. Dt 26,8) y destruyó al ejército egipcio en el mar Rojo (cf. Ex
15,21). La liberación de la esclavitud supuso, al igual que el día de
Yahvé, la destrucción de los enemigos de Israel y la salvación del
pueblo fiel. La presencia del término “Yahvé” en la locución “Día de
Yahvé” delata la actuación de Dios contra sus adversarios, ya sean los
enemigos de Israel o el pueblo pecador, y revela a la vez la salvación
del resto fiel al Señor.
En
el Día de Yahvé se manifestará la ira de Dios contra el pueblo pecador
(Is 22,5; Ez 7,9; Sof 1,8; 2,2; Lam 2,22), y contra los opresores de
Israel representados simbólicamente por Edom (Is 34,8). Pero desde la
perspectiva profética la intervención divina no concluye con la
devastación, atisba la esperanza. La profecía de Zacarías describe el
Día de Yahvé como día de juicio, día de castigo, contra Jerusalén y las
naciones; pero también proclama en “ese día” la reconstrucción de la
Ciudad Santa (Zac 1,16-21).
La
intervención de Dios en la historia se describe bajo el ropaje
metafórico de los cataclismos celestes, el espanto humano, los grandes
sacrificios, y la devastación de la naturaleza. El día de Yahvé
contempla la angustia y la desgracia humana (Sof 1,15.17), y describe la
aniquilación de los idólatras como si fueran ofrecidos en sacrificio
(Sof 1,7). Cuando arrecia la cólera divina la tierra se conmueve y el
cielo se carga de nubarrones y espesa niebla (Jl 2,1-2). La luminosidad
del sol se muda en tinieblas y la brillantez de la luna se trasmuta en
sangre (Jl 3,4). La altivez de los cedros y la majestuosidad de las
encinas desaparece al recibir el envite del Señor (Is 2,12-14). Tras la
majestuosidad y altura de los cedros se oculta la soberbia de los
idólatras, y bajo el cataclismo celeste late la destrucción de los
fundamentos de la injusticia. El día de Yahvé llega para acabar con la
idolatría y la injusticia, y para instaurar los valores de la justicia y
la piedad sembrados en el corazón del los hombres fieles al Señor.
3. La expresión “Día de Yahvé” en la profecía de Amós
La
claridad expositiva requiere que contemplemos el día de Yahvé en cada
sección del libro de Amós. Desde una perspectiva pedagógica
estableceremos cuatro secciones en el libro.
3.1. Primera Sección: Am 1,3-2,16
La
primera sección del libro de Amós contiene ocho oráculos contra las
naciones. Los oráculos comienzan con la expresión “así dice Yahvé” y
arremeten contra Damasco (Am 1,3-5), Filistea (Am 1,6-8), Fenicia (Am
1,9-10), Edom (Am 1,11-12), Amón (Am 1,13-15), Moab (Am 2,1-3), Judá (Am
2,4-5) e Israel (Am 2,6-16). El oráculo contra Amón alude al día de la
batalla y al día de la tormenta en que Dios embestirá contra los
amonitas. El griterío del combate y el huracán desencadenado en la
tempestad (Am 1,14), evocan la cólera divina derramada contra las
naciones que oprimieron a Israel (cf. Is 13,6-9). Sin embargo la
referencia expresa al Día de Yahvé aparece en el oráculo contra Israel
tejido bajo la locución “aquel día” (Am 2,16).
El
oráculo contra Israel fustiga la injusticia de los israelitas, pues
venden al inocente por dinero y al pobre por un par de sandalias (Am
2,6-7). Censura la idolatría (Am 2,8). Critica la desidia del pueblo: la
nación ha olvidado la liberación de la esclavitud de Egipto (Am 2,9-10;
cf. Ex 14), y ha ignorado la ayuda de Dios que eliminó a los amorreos y
permitió a los hijos de Abrahán vivir en Canaán (Am 2,9; cf. Dt 4,43).
Arremete contra el pueblo que desdeñó la palabra de los profetas y el
ejemplo de los nazoreos (Am 2,11-13). En síntesis el pueblo ha
despreciado los preceptos divinos, pues ha caído en la idolatría y se ha
precipitado en la injusticia. Por eso se desplomará la ira de Dios
sobre su pueblo en el Día de Yahvé, en “aquel día” (Am 2,16). Cuando
llegue el Día de Yahvé el pueblo quedará aplastado (Am 2,13) y el
ejército huirá en desbandada (Am 2,14-16).
Al
observar los oráculos contra las naciones, apreciamos como el referido a
Israel excede en extensión a los demás. La mayor extensión constituye
la expresión literaria de la gravedad del pecado. Las naciones carecían
de un pacto con el Señor; mientras Israel gozó de la protección divina
desde el inicio (cf. Gen 12,1-3; 15), fue liberado más tarde de la
esclavitud de Egipto (cf. Ex 14), y trabó en el Sinaí la alianza con
Dios (cf. Ex 19). La relación íntima con Dios no exime del cumplimiento
de los mandamientos, demanda la observancia escrupulosa de la Ley. Pero
Israel en lugar de intensificar la fidelidad al Señor se ha desviado por
la senda de la injusticia y la idolatría. Por eso Dios derrama sobre el
pueblo el peso de su cólera; y lo hace con mayor furor que el esgrimido
contra las naciones, pues contra los otros pueblos Yahvé anunció un
castigo, pero sobre Israel sobrevendrá el oprobio del Día de Yahvé (Am
2,16).
3.2. Segunda Sección: Am 3,1-6,14
La
segunda sección del libro de Amós presenta una serie de oráculos para
condenar la idolatría y la injusticia de Israel. Los diversos oráculos
aparecen enmarcados con el imperativo “escuchad” (Am 3,1.14; 4,1; 5,1) y
la interjección “¡ay” (Am 5,7.18; 6,1). El término “escuchad” preludia
una advertencia contra la mala conducta de Israel, mientras la partícula
“¡Ay!” lamenta el desorden social de la comunidad israelita. Entre los
pasajes encabezados por la voz “escuchad” la referencia al “Día de
Yahvé” figura en la crítica global contra el pueblo (Am 3,1-15; 3,14), y
en la invectiva específica contra las mujeres de Samaría (Am 4,1-3;
4,2). Los textos compuestos en torno a la exclamación “¡ay!” muestran el
advenimiento del “Día de Yahvé” tras censurar el comportamiento inicuo
de los dirigentes (Am 5,18-20; 6,3).
La
crítica global contra el pueblo trabada en torno al imperativo
“escuchad” (Am 3,1.14) muestra cómo la nación ha despreciado el
privilegio de la elección divina (Am 3,2), y ha desoído la voz de los
profetas (Am 3,7). El pueblo pudiente e ingrato a la revelación ha
llenado Samaría de desórdenes (Am 3,9), y ha edificado palacios para
herir la miseria de los pobres (Am 3,10.12). Por eso acontecerá el “día”
en que Yahvé pedirá cuentas a Israel por sus crímenes (Am 3,14). En ese
“día” Yahvé acabará con la idolatría, representada por los altares de
Betel; y destruirá los palacios de marfil, símbolo de la riqueza
lacerante exhibida por los ricos contra los pobres.
La
critica global contra la nación deviene concreta al fustigar el
comportamiento de las mujeres de Samaría. Las damas de la capital viven
en la opulencia de sus palacios mientras oprimen al desvalido y explotan
al pobre. La referencia a las mujeres alude a quienes contemplan la
injusticia sin hacer nada para remediarla; pues quienes ejercían
directamente la opresión eran los dirigentes, mientras sus esposas se
aprovechaban de la situación (Am 4,1b). Contra las mujeres de
Samaría, metáfora de quien tolera la opresión, se precipita el furor de
Dios en el Día de Yahvé que aparece tras las palabras “vendrán días
sobre vosotras” (Am 4,2). El dolor sufrido por los pobres caerá sobre la
codicia de los ricos. Los explotadores del desvalido serán izados con
garfios, y la comodidad de sus palacios se transformará en el frío del
descampado representado por el monte Hermón, montaña de nieves
perpetuas. En definitiva el alba del “día de Yahvé” acabará con quienes
practican la injusticia y toleran la iniquidad.
Los oráculos compuestos alrededor de la interjección “¡ay!” aluden dos veces al Día de Yahvé (Am 5,18-20; 6,3).
La
primera alusión (Am 5,18-20) aparece tras un oráculo que condena la
violencia ejercida por los poderosos (Am 5,8-17). El texto comienza
justificando el dominio de Yahvé sobre el Cosmos y la Historia; en ese
sentido presenta al Señor como el autor de las Pléyades y Orión, y el
causante del ocaso de los fuertes (Am 5,8-9). Asentado el señorío
divino, la voz profética muestra cómo el Señor arremete contra los
opresores que mienten ante los tribunales, pisotean al desvalido,
habitan casas lujosos, y gozan de una vida regalada mientras atropellan
al pobre (Am 5,10-13). La palabra profética exige la conversión de los
malhechores para que puedan acogerse al perdón divino. Pero el Señor no
dejará impune la maldad, irrumpirá en medio del pueblo y cambiará la
risa de los opresores en lamento (Am 5,16-17). Concluido el oráculo
aparece la mención expresa del Día de Yahvé. Durante ese día se cernirá
la desgracia contra los opresores. La desventura se manifiesta bajo la
simbología de las tinieblas, y tras la metáfora del pánico de quien
sucumbe ante el peligro. El día de Yahvé implica la destrucción de los
malvados que fenecen en las tinieblas.
La
segunda alusión al día de Yahvé consta en el oráculo contra quienes
viven en el lujo y se desentienden de los pobres (Am 6,1-14). Los
moradores de Samaría viven confiados. Duermen en camas de marfil y beben
vino en elegantes copas (Am 6,4-6), mientras conculcan el derecho y
quebrantan la justicia (Am 6,12). El Señor advierte a los habitantes de
Samaría, y de Sión (Am 6,1), contra la falsa seguridad en que suponen
sustentarse. Los dirigentes creen que la alianza trabada con Dios
subsistirá para siempre; por eso desoyen la amonestación divina y alejan
la mirada de las ciudades destruidas por la injusticia como son Calné y
Jamat (Am 6,2). El Señor no soporta la maldad de Samaría, y anuncia el
advenimiento de una nación que acabará con la ciudad pecadora (Am 6,14).
El imperio asirio asoló Samaría y deportó su población hacia las
ciudades de Media (2Re 17,5-23; 18,9-12). Asiria constituye,
metafóricamente, el reino de la violencia (Am 6,3) que, como ejecutor de
la voluntad divina, precipitó la desgracia sobre Samaría (Am 6,3). El
Día de Yahvé se oculta bajo la mención del “día del mal”, día en que
Asiria, símbolo de la cólera divina, destruyó Samaría. En esta ocasión
el día de Yahvé describe la destrucción de quienes ejercen la
injusticia, amparados en la falsa seguridad de creer que la alianza con
Dios tolera la injusticia.
3.3. Tercera Sección: Am 7,1-9,10
La
tercera sección contiene cinco visiones del profeta (Am 7,1-3.4-6.7-9;
8,1-3; 9,1-4), el enfrentamiento entre Amós y Amasías (Am 7,10-17), el
oráculo contra los explotadores (Am 8,4-14), y la revelación del señorío
de Yahvé sobre el Cosmos y la Historia (Am 9,5-10). La mención del Día
de Yahvé figura en la cuarta visión (Am 8,3), y en la invectiva
profética contra los explotadores (Am 8,9.11.13).
La
cuarta visión contempla un cesto de fruta madura (Am 8,1-3). La madurez
de la fruta denota el cenit de la corrupción alcanzada por Israel. La
nación ha llegado a un nivel de maldad donde no cabe esperar el perdón
divino. La magnitud de la injusticia provoca que se cierna sobre Israel
el “Día de Yahvé”, descrito con la expresión “Aquel día” (Am 8,3).
“Aquel día” los poderosos verán como sus cantos se convierten en
lamentos, contemplarán el país lleno de cadáveres y sentirán el agobio
del silencio. El día de Yahvé representa el ocaso de los malvados.
El
oráculo contra los explotadores fustiga a quienes tratan de eliminar al
humilde, falsean los pesos y medidas, y venden al desvalido por un par
de sandalias (Am 8,4-7). El Señor no tolerará la injusticia. Acabará con
los opresores de la misma manera que el Nilo desbordado ahoga a los
habitantes de sus riberas. La ira divina se derramará sobre los tiranos
en el día de Yahvé. Ése día aparece bajo dos denominaciones: “aquel día”
(Am 8,9.13) y “vienen días” (Am 8,11).
Varias
sombras dibujan el aspecto del día de Yahvé. En primer término, la
magnitud del colapso social será tan grande que se describe con las
características del cataclismo cósmico: “el sol se pondrá a mediodía … y
la tierra se cubrirá de tinieblas” (Am 8,9). En segundo lugar, los
cánticos alegres de los poderosos se convertirán en amargos lamentos.
Los pudientes dejarán sus vestidos suntuosos para vestir el sayal. El
duelo será tan intenso que semejará el luto de la familia por el hijo
primogénito (Am 8,10). La referencia al dolor por el primogénito difunto
recuerda el llanto de los egipcios al conocer el exterminio de los
primogénitos durante la décima plaga (Ex 11;12,29-32). El texto muestra,
de manera alusiva, como la intensidad del gozo experimentado por Israel
al conocer la liberación de la esclavitud, se transforma en llanto al
caer sobre el pueblo la amargura del día de Yahvé. El tercer matiz del
día de Yahvé quizás sea el más dramático: Dios enviará sobre el país
hambre de su palabra, pero los israelitas serán incapaces de encontrar
al Señor y de oír su voz (Am 8,11-12). El ansia por encontrar a Dios
junto a la imposibilidad de hallarlo constituyen el mayor tormento de
Israel: la relación personal con el Señor se ha extinguido. Finalmente,
el día de Yahvé supondrá la desaparición de los idólatras representados
por los jóvenes adoradores de los dioses de Dan y Berseba (Am 8,14).
3.4. Cuarta Sección: Am 9,11-15
La
profecía ha descrito, a lo largo de las tres secciones precedentes, el
modo en que la irrupción del día de Yahvé agosta la injusticia de
Israel. Pero si el libro acabara en Am 9,10 dejaría al lector
desalentado ante la imposibilidad de la salvación. Por eso la cuarta
sección relata la restauración de Israel por pura iniciativa divina. La
última sección presenta bajo las locuciones “aquel día” (Am 9,11) y
“vienen días” (Am 9,13) la salvación regalada por Dios a su pueblo.
El
advenimiento de “aquel día” supondrá el renacimiento de Israel desde
tres perspectivas. Por una parte el Señor levantará la choza caída de
David, bajo esta expresión se oculta la restauración de la dinastía
davídica. Por otra parte, el pueblo de Dios conquistará Edom, metáfora
de los adversarios de Israel. La posesión del reino edomita revela el
triunfo de Israel sobre sus enemigos. Finalmente, Israel conquistará
todas las naciones donde se invoca el nombre del Señor.
La
expresión “vienen días” delata cómo el Señor cambiará la suerte de su
pueblo: los campos florecerán, las ciudades serán reconstruidas y la
nación poseerá para siempre la tierra prometida. La feracidad del campo
se expresa a través de la sobreabundancia del mosto. La mención de la
viña recuerda la Viña descrita por Isaías (cf. Is 5,1-7). En ese sentido
la sobreabundancia del mosto no alude a la producción agrícola, sino a
los frutos de bondad engendrados por el pueblo redimido. La
reedificación de las ciudades no estriba en la reconstrucción
arquitectónica, sino que evocando la nueva Jerusalén (cf. Is 54-55,5),
alude a las ciudades que testimonian la salvación recibida de Dios. La
posesión definitiva de la tierra prometida ratifica el compromiso de
Dios con su pueblo, y muestra la decisión de la naciuón para cumplir los
mandamientos (cf. Dt 8-9). La restauración de Israel no nace del
esfuerzo humano; procede del regalo de Dios a su pueblo: el Señor
cumplirá su palabra (Am 9,12) y plantará al pueblo en la tierra que le
dio (Am 9,15).
4. La peculiaridad del “Día de Yahvé” en el libro de Amós
En
el conjunto de los libros proféticos el Día de Yahvé indica la
intervención de Dios en la historia para destruir a los opresores de
Israel, intervención que también acaba con los israelitas infieles y
restaura al pueblo fiel. El día de Yahvé es un día de juicio: castigo
para los pecadores y salvación para los justos. El libro de Amós
presenta una particularidad en la concepción del Día de Yahvé.
A
lo largo de Am 5,18-20 la voz profética se lamenta por quienes anhelan
el día de Yahvé (Am 5,18); pues la interjección “¡ay!” no es sólo un
grito lastimero, refiere el llanto de las plañideras al derramar
lágrimas por un difunto. En ese sentido la profecía entona un lamento
fúnebre por quienes desean la llegada del día de Yahvé. La razón del
lamento estriba en que quienes anhelan el día de Yahvé yacen en el
error: suponen que el día portará la luz cuando en realidad atraerá las
tinieblas (Am 5,18-28). Metafóricamente la luz revela el triunfo y la
victoria; sin embargo quienes esperan el día de Yahvé sufrirán la
tiniebla, símbolo del fracaso y la derrota.
Los
dirigentes de Samaría, siguiendo la antigua tradición semita, esperaban
la llegada del día de Yahvé. Contemplaban ese momento como un día de
luz en que Dios aniquilaría a los enemigos de la ciudad; y ellos, los
jefes, se verían libres de toda amenaza externa. Los líderes de Samaría
se enriquecían con la injusticia y despreciaban al Señor con la práctica
de la idolatría, mientras en Oriente rugía voraz el imperio asirio.
Asiria era la amenaza Israel. Los poderosos de Samaría ansiaban el
advenimiento del Día de Yahvé para que Dios destruyera la altivez asiria
y ellos pudieran vivir en paz.
El
libro de Amós anuncia la llegada del día de Yahvé, pero no lo entiende
como luz, sino como manifestación de la condena divina contra los
opresores. Efectivamente el día de Yahvé cubrió Samaría pero no le
concedió la luz de la victoria, sino que la hundió en la amargura del
fracaso. El día de Yahvé alcanzó Samaría cuando Asiria conquistó Israel.
Asiria asoló Israel en dos fases. Teglatfalasar, rey de Asiria (745-727
aC.), conquistó las regiones del norte del país y deportó a sus
habitantes a las riberas del Tigris (2Re 15,29-30). Más tarde, el rey de
Asiria, (Salmanasar V; Sargón II), invadió todo el país y tomó Samaría
en el año 721 aC. El emperador se llevó cautivos a los israelitas a las
ciudades de Media y repobló Samaría con gente procedente de Babilonia
(2Re 17,5-6.24-25). La tiniebla descrita por Amós prefigura la desgracia
de Samaría (Am 5,18.20), y la angustia del fugitivo perseguido por las
fieras describe a los dirigentes acosados por los asirios (Am 5,19).
La
profecía de Amós quiebra la tradición que apreciaba en el día de Yahvé
la destrucción de los enemigos de Israel. Amós advierte a los dirigentes
de Samaría que no experimentarán el día de Yahvé como la luz procedente
de la debacle asiria, sino que lo percibirán como la oscuridad de la
tiniebla de su propia derrota. Los jefes de Samaría percibieron la
actuación de Dios como la tiniebla nacida del ocaso de Israel, y no como
la luz procedente de la destrucción de Asiria. El día de Yahvé no fue
luz sino tiniebla. Significó el castigo de los israelitas infieles, y no
implicó la derrota de Asiria, el adversario de Israel.
Conclusión
El
día de Yahvé denota la intervención de Dios en la historia. La
actuación divina implica la condena de los pecadores y la salvación de
los justos. La profecía de Amós recoge la mención del día de Yahvé
procedente de la religión semita, pero quiebra la tradición operando un
cambia en el significado del día de Yahvé. Los dirigentes de Samaría,
injustos e idólatras, ansiaban la llegada del día de Yahvé como la
ocasión en que Dios destruiría el poderío asirio. Los líderes concebían
el día de Yahvé como la oportunidad luminosa en que el Señor les
libraría de toda amenaza externa. Sin embargo Amós no entiende el día de
Yahvé como luz sino como tiniebla. El día de Yahvé no contemplará la
destrucción de Asiria, propiciará el ocaso de los dirigentes de Samaría
que huirán despavoridos como fugitivos acosados por las fieras.
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