A lo
largo de la historia, muchos gobernantes y dinastías tomaron el título
de califas, pero los que en mayor medida expandieron el islam fueron los
primeros de ellos.
El
califato perfecto u ortodoxo, que se extendió de 632 a 660, estaba
constituido por los cuatro primeros sucesores de Mahoma que, desde su
capital en Medina, dirigieron la conquista de un territorio que incluía
buena parte del norte de África, Mesopotamia, Siria y Persia.
El califato omeya, de 660 a 750, con capital en Damasco, llevó a cabo las conquistas desde la península Ibérica hasta la India.
El
califato abásida trasladó la capital a Bagdad. Entre 750 y 1258, la
dinastía abásida intentó consolidar las conquistas, desarrollando el
comercio y una administración eficaz. Sin embargo, a partir del siglo IX
su imperio se fue fragmentando en varios califatos simultáneos y sufrió
diversas invasiones, como la de los mongoles, que tras convertirse al
islam consiguieron que, desde el siglo XIII, la religión musulmana se
extendiese por toda la India, aunque sin llegar a convertir a la mayoría
de la población. Justamente en la India es donde se sitúa el límite
oriental de la expansión mayoritaria del islam hasta la actualidad.
El
último gran califato es el turco, de 1517 a 1919. Los monarcas turcos
tomaron el título de califas a partir de 1517, cuando Selim I conquistó
La Meca y Medina. Antes ya habían derrotado al imperio bizantino y
habían conseguido extender el islam por el centro de Europa. En su
máximo esplendor, el territorio turco llegaba desde Argelia a Hungría,
pasando por Egipto, Arabia y Mesopotamia. El último califa turco fue
derrocado en 1919.
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