miércoles, 23 de octubre de 2013

Asno-a.

La Biblia distingue entre asno (heb. jam^r; as. imru; ár. jim~run; gr. ho ónos), asna 
(heb. >th^n; as. at~nu; ár. atanun; gr. h ónos) y pollino (heb. ayir; gr. polos, 
onárion [hupozúguion], y menciona 2 clases de asnos: el salvaje y el doméstico. 1. 
Asno salvaje (heb. pêrê; aram. arad [arôd en Job 39: 5]). El onagro asiático, un 
animal fuerte y ágil que vive en grandes rebaños en las estepas palestinas. Se lo 
menciona casi exclusivamente en la literatura poética y profética de la Biblia (Job 6:5; 
11:12; 24:5; Sal. 104:11; Is. 32:14; etc.). 2. Asno doméstico. Uno de los animales 
más valiosos del mundo antiguo (Is. 1:3; Lc. 13:15). Es más elegante que su 
congénere europeo: sus orejas son erguidas, lleva la cabeza en alto y su pelaje es 
suave, generalmente de un pardo rojizo.
El asno se usaba como bestia de carga (Gn. 42:26; 1 S. 25:18).  Por ello, en las 
bendiciones que pronunció Jacob, se compara a Isacar con un "asno fuerte que... bajó 
su hombro para llevar, y sirvió en tributo" (Gn. 49:14). El asno también tiraba del 
arado, pero la ley mosaica no permitía uncirlo con el buey, más lento pero más fuerte 
(Dt. 22:10; Is. 30:24; fig. 517). Se lo usaba ampliamente para cabalgar: Abrahán, 
Balaam, los hijos de jueces y profetas, y las mujeres los montaban (Nm. 22:21; Jue. 
10:4; 1 S. 25:20; 1 R. 13:13; 2 R. 4:24); los blancos servían para los personajes 
reales (Jue. 5:10). En la mayoría de los casos, la montura era sencillamente una 
manta (Gn. 22:3), y las ropas de los discípulos sirvieron a ese propósito cuando Jesús 
entró en Jerusalén cabalgando sobre un asno (Mt. 21:7). Las fuerzas militares 
también los usaban, ya sea como bestias de carga o como animales de montar (Is. 
21:7; 2 R. 7:7, 10; Zac. 14:15). Tenían la ventaja de poseer un paso más firme que 
el de los caballos en terrenos difíciles.
Como el asno era un animal inmundo, los judíos no lo podían usar para los sacrificios 
ni para comer. Sin embargo, durante un período de hambre extremadamente severo 
la gente pagó hasta 80 siclos por la cabeza de un asno (2 R. 6:25). Por cuanto era 
inmundo, nadie quería tocar su cadáver, y mucho menos enterrarlo. Hacia esta 
situación apunta la predicción de Jeremías acerca de Joaquín: sería enterrado como 
se sepulta un asno (Jer. 22:19).
Bib.: ALP 128.

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