JACQUES LOEW |
I.
LOS INCRÉDULOS, HOY
Aun con el peligro de pintar un cuadro excesivamente oscuro o de insistir sobre temas un tanto negativos, nos parece necesario analizar los diversos tipos de incrédulos que encontramos a nuestro alrededor, y su mentalidad. A. Psicología de la incredulidad 1. El fondo de la cuestión La primera constatación, la más significativa e inquietante, se refiere al clima general en que están inmersos la incredulidad y el ateísmo populares. Cada caso particular se inscribe sobre una tela de fondo cuya importancia no podemos subestimar. Más que una tela de fondo, hay que hablar de una corriente de fondo que lleva al ateísmo. La masa. por naturaleza, se deja llevar: la vida personal de cada uno es bastante pobre, y el ser religioso de los miembros de un grupo nace de la pertenencia a dicho grupo. Por tanto, cuando el grupo no "conduce" al punto de vista religioso, el hombre debe echar mano a sus propias reservas que actualmente no contienen nada. De ahí la importancia de las estructuras: el pueblo no puede contradecir lo que le impone la prensa. Es toda la influencia que ejercen sobre la psicología del individuo el clima psicológico, el ambiente, la institución, etc. Ahora bien, el clima psicológico, el ambiente, la institución tienen en la actualidad un carácter pagano. En la vida cotidiana nada nos habla de Dios, ni el trabajo, ni las diversiones, ni la escuela. A eso hay que añadir la falta de lógica y el sentimentalismo de la masa, el papel preponderante de lo sensible y de la atmósfera ambiental. La gente actúa según el ambiente, lo cual explica algunas actitudes contradictorias como el no creer en la existencia del alma y al mismo tiempo pedir oraciones, hacer celebrar misas por los difuntos. Finalmente, señalamos el hecho de que la Iglesia y el Evangelio no atraen ya demasiado. Al mismo tiempo, constatamos el éxito de la propaganda atea, del marxismo en particular, que se presenta como una solución para reemplazar lo que ya no sirve. La gente quiere deshacerse de lo que pertenece al pasado; quiere vivir a la moda, al día. Así, la característica de esa corriente de fondo es que, en la vida cotidiana, Dios está ausente al menos en un 60 ó 70 por 100 de nuestros contemporáneos. La mentalidad popular, que se nutre por su pertenencia a un grupo, en lo religioso ya no es conducida por él. La lucha para construir la propia casa, tener televisión, etc., es suficiente para dejar de lado lo religioso.
2. Las dos «familias» psicológicas
Entre
los que nos rodean -tanto creyentes como no creyentes- podemos
distinguir, al parecer, dos líneas o familias psicológicas, más
o menos irreductibles; y cada una de ellas necesita una terapéutica
diferente.
En principio, están aquellos que plantean el problema de Dios en términos de utilidad o inutilidad: Dios sirve para algo o Dios no sirve para nada. O quizás un Dios superado, es decir: un Dios que sirvió en otro tiempo, pero actualmente no. O también: un Dios que sirve hoy, que no sirve mañana, o viceversa. Muchos de los que así se plantean el problema de Dios forman una familia a la que podemos llamar: el grupo de los solidarios. Tienen un vivo sentido social, ya que entienden lo de si sirve o no en relación al grupo. Una caricatura de los mismos podría ser el rebaño, al ser la dimensión social de muchos precisamente el seguir como un rebaño. No obstante, se plantean el problema de Dios en cuanto es útil o inútil, para ellos mismos, bien pocas veces, o para el bien de la civilización. En esta línea encontramos casi siempre a los comunistas: el Dios que pereció está dentro de esa lógica. La otra "familia" agrupa a los que se plantean el problema de Dios en términos de posible o imposible; al contrario de los primeros, componen una familia de aislados, de solitarios. Con frecuencia son empleados o profesores. Tal actitud ilustra lo que podríamos llamar incredulidad intelectual, aunque se da también en el ambiente obrero, en todos sus niveles. Denominaremos esta segunda categoría, la familia de los solitarios. Es más restringida que la primera. Estos representantes de la familia de los solitarios o aislados son los que aparecen abiertamente como ateos ante el clero de las parroquias corrientes. Por ejemplo, aquel que se plantea un problema personal irá a ver al párroco, para discutir. Pero el caso es raro. Al contrario, los incrédulos de la primera familia, los solidarios, no son conocidos por los sacerdotes en la fase de su incredulidad: precisamente en el momento en que se presentan al sacerdote, Dios les sirve de algo y en ese momento no se manifiestan incrédulos. Entramos en contacto con ellos cuando Dios les es útil para un sacramento o para lo que sea. Sin embargo, tales ocasiones son raras y fugitivas. Todo lo demás de su vida -donde son incrédulos porque Dios no les sirve de nada- no es conocido por la mayoría de los sacerdotes y de cuantos no viven con ellos permanentemente. Esta distinción, quizá sutil, nos parece de gran importancia. Explica por qué el sacerdote que no vive en contacto directo y cotidiano con el pueblo no puede imaginarse hasta qué punto la masa está descristianizada. Un obispo, un sacerdote acostumbrado a dar conferencias, un profesor que viva en un colegio católico, pueden pensar que exageramos, porque no ven la incredulidad real de los «solitarios». Cuando esta gente pide la catequesis o el bautismo, pone en esas circunstancias cara de creyentes y lo hacen de buena fe. La familia de los ateos «solitarios» es generalmente anticomunista. Hasta sus miembros tienden a hacer del anticomunismo un punto de unión con nosotros. Cuando les decimos que la solidaridad es muy importante se encuentran un tanto cohibidos. Nuestro análisis nos aproxima a otro que lo retoma en parte y parece corresponder a lo que ya constatamos. Pierre Henri Simon expresa este punto de vista de la manera siguiente: «Para el cristiano positivo, con un Dios inmutable y su Ley claramente expresada, la fe es una adhesión, la moral un Código, la Iglesia una sociedad, la perfección interior una posesión tranquila y la salvación un contrato. Por el contrario, para el místico, con un Dios que en su misma esencia contiene toda la indeterminada profundidad del amor, la fe es un impulso, la moral una posesión, la Iglesia una comunión, la perfección interior una búsqueda inquieta y la salvación una apuesta». El peligro de los positivos, expresión que designa a los «antiguos cristianos», a los cristianos tradicionales, es el moralismo. Sus objetivos son una vida conforme a la ley de Dios, la misa del domingo, la abstinencia del viernes, etc. Pero la dimensión propiamente religiosa, la relación personal con Dios, parece ausente de su vida. Para ellos, la vida religiosa no tiene relación con el mundo ni con los hombres; se la tiene encerrada en el sector que puede ser útil. Ahí está la laguna fundamental: la total separación entre la vida de fe y la vida real, que no ha sido transformada. La categoría de los místicos designa principalmente a los nuevos cristianos, la nueva generación. Lo que más llama la atención en ellos es el subjetivismo: no hay más verdad que la propia conciencia. No se admite una verdad objetiva fuera de la conciencia. La palabra que se apoya en el testimonio (afirmación de otro) no tiene ningún valor. Tampoco para ellos la vida religiosa tiene base en la vida cotidiana y profesional; al revés de la religión de los «positivos», la de los místicos está encerrada en lo gratuito o facultativo.
3. Algunos tipos de incrédulos INCREDULOS/TIPOS
Sobre
ese telón de fondo se destacan algunos tipos de incrédulos
cuyas características pertenecen más o menos a una u otra
de las dos líneas psicológicas que acabamos de describir.
La realidad viva es infinitamente compleja, aunque
hayamos tratado de que los «retratos» esquemáticos
que presentamos tuvieran en cuenta muchos matices
individuales.
a) Los ateos rencorosos:
En
casos extremos, el rencor proviene de la reflexión y
no del sentimiento. Alguien decía: «Deseo morir para
escupir en la cara de tu Dios.» Este tipo de rencoroso es muy
raro.
De todas formas, las cartas más antirreligiosas y más violentas escritas a la revista Fêtes et Saisons provienen de regiones todavía cristianas. Están repletas de slogans librepensadores. La religión es para ellos una fuerza de opresión. b) Los incrédulos que han escogido la acción y la construcción del mundo:
En
general, son militantes. La fe les parece incompatible
con sus opiniones o con su Partido. Centrados en la
construcción del mundo, casi siempre son impulsados por alguna
ideología. Tomemos el ejemplo de una mujer, profesora de español,
que se había casado con un obrero por razones un tanto místicas
y que conocía a fondo a San Juan de la Cruz. Para ella la mística
era una etapa histórica necesaria y nada más. Consideraba arcaica
la actual situación cristiana de España. Otro ejemplo: en cierto
municipio regido por los comunistas, el alcalde dejaba a los sacerdotes
el cuidado del ambiente gitano, que él consideraba precientífico,
mientras el resto debía estar a cargo del socialismo científico.
Los incrédulos de este tipo, marxistas en su mayoría, como desde su óptica ven solamente gente que se sirve de Dios, no pueden tener una idea auténtica de lo sobrenatural y del más allá. Podemos considerar en esta misma categoría a cuantos han sido militantes cristianos y han dejado de serlo, dicen, a causa de la ineficacia de la Iglesia: se han incorporado a algo más activo... c) Los anticlericales:
Rechazan
la Iglesia porque la han visto cubierta de riqueza o
porque vienen de una región con un catolicismo
tradicional, o porque no quieren pertenecer a la misma organización
que su patrono. No es raro que este tipo de incrédulos pasen
del anticlericalismo al ateísmo.
d) Los que apagan en sí mismos el sentido de Dios:
Serían los
cristianos que en otro tiempo permitían a Dios obrar en
ellos y por sus pecados se han separado de la lglesia;
o se dan cuenta de que el Evangelio les obligaría a
muchas renuncias. Su ley y sus exigencias continúan
inscritas en su corazón y les siguen preocupando. En
esta línea encontramos a muchos divorciados que han
vuelto a casarse.
Hay entre ellos dos temperamentos: -los que no son lógicos: admiten a Dios, el Creador, pero no van más allá; -los lógicos: comprenden perfectamente que conceder algo a Dios les llevaría más lejos, a un lugar donde no quieren llegar. Rechazan a Dios y buscan una escapatoria ante lo que los fastidia: la Iglesia está demasiado lejos, etc.
e) Los que fueron cristianos:
Han
sido cristianos a veces en su región de origen. Pero,
dado el ambiente y su poca personalidad, se sienten
incapaces de sostener una lucha continua; por eso han abandonado
la fe. Nos decía uno de ellos: «Estoy bautizado; hasta hice
la primera comunión y todo, en Córcega. Pero ahora vivo en una
pequeña ciudad con un mísero salario. Forzosamente, he adoptado
las ideas del mundo obrero y eso ha tenido sus
repercusiones: ya no tengo religión.» Otro querría creer en Dios debido a la influencia de su mujer. Pero no llega a nada práctico por la influencia de un periódico comunista que le impide creer en la Iglesia. f) Los que sinceramente jamás han tenido tiempo de pensar en este problema:
Encontramos
este tipo de incrédulos entre los comerciantes y en
muchos otros que demasiado absorbidos por su trabajo no
tienen tiempo de reflexionar. Jamás en su vida el alma ha podido
ser para ellos objeto de reflexión; ni siquiera han tenido
la posibilidad de experimentar una vivencia propiamente
religiosa.
Tenemos la impresión de que muchos nunca han dispuesto de algunas horas de silencio para poder pensar. Por el contrario, las horas de guardia en la guerra de Argelia han permitido que muchos se plantearan el problema religioso. Algunas mujeres nos han dicho: "para ser cristiano hay que tener tiempo". Para muchos, Dios es el desconocido, demasiado complicado y mezclado con ritos incomprensibles. La religión se presenta como un conjunto de cosas a hacer («hacer oración»...) que se añaden a otras cosas. Entonces, se renuncia a ellas. g) Aquellos para quienes el problema de Dios es únicamente cuestión de gustos:
Para
éstos -constituyen la inmensa mayoría- la vida
religiosa pertenece al orden de la poesía o de la música.
El problema de Dios se plantea como el de los gustos o colores, acerca erca
de los cuales no vale la pena discutir, depende
de la libre elección de cada uno. La religión es como un adorno
más. Esta es la convicción más frecuente y, en realidad,
la más debilitante desde el punto de vista religioso. Un
miembro de nuestro equipo nos decía que había hablado de Cristo
a cierta persona en un tono muy convincente. Su interlocutor le
escuchaba con atención; después le hizo notar que se sentía verdaderamente
contento de haber encontrado alguien interesado por
algo. Y citó otra persona que le había hablado con mucho entusiasmo
de la danza: «Es interesante, decía, ver que hay personas
que se preocupan por algo.»
La mayor parte de estos incrédulos no tienen ni problemas ni reacciones. La religión es un asunto clasificado. O en otras ocasiones se trata de una fe vaga, sin la Iglesia, que corresponde a una cierta religiosidad natural. Creer o no creer es enteramente facultativo y depende de imponderables. Decía una mujer: «No sabía que usted era cura; qué bien, precisamente tengo un hijo y yo querría que tuviera ganas de ir al catecismo; pero no sé si querrá ir.» Para ella, la vida religiosa era cuestión de gustos; prefería que su hijo fuera allí en lugar de ir a otra parte, como prefería la pesca a otros deportes más peligrosos. Puesto que la religión es algo puramente individual y que no interesa a la gran mayoría, a los hombres y mujeres de que hablamos no les preocupa. Por otra parte, muchos son honestos y actúan con rectitud. Pero no tienen necesidad de Dios ni de la religión para hacer el bien. Su idea de Dios es con frecuencia tan etérea, que cuando rechazan a Dios, nadie -ni nosotros ni ellos- sabe exactamente qué es lo que rechazan.
h) Las mujeres que viven de tradiciones:
No
son practicantes y, sin embargo, quieren que sus hijos
sean educados cristianamente y que hagan la primera
comunión. Pero no sabemos si eso corresponde a
recuerdos de la infancia o a una necesidad sentimental.
Confunden la religión con una vaga religiosidad. La «fe»
es un sentimiento reconfortante, una especie de retorno a la infancia
en la que todo era puro, en la que uno no se planteaba demasiados
problemas.
Parece que muchas veces esta actitud está ligada a un sentimiento de culpabilidad en relación con la vida conyugal. Una vez casada, la mujer se hace impura, sin saber por qué. Al mismo tiempo el matrimonio siempre le proporciona la seguridad que más o menos buscaba en la religión antes de casarse. Ni piensa en optar entre la Iglesia y el marido cuando éste es incrédulo. El matrimonio ha dejado atrás la infancia y la adolescencia, y también la religiosidad. i) Aquellos cuya necesidad de lo absoluto está desviada:
En estos
casos encontramos entusiasmo, ya sea por el Partido, ya, cada
vez más, por alguna secta. Muchos lo creen más serio que
la Iglesia: hay una entrega de su persona, de su vida,
corren el peligro de ser excluidos, les exigen pruebas
personales de ascesis.
La vida de estas personas tiene otra dimensión superior al nivel de las cosas materiales. Desgraciadamente, esa necesidad de absoluto se polariza alrededor de algunos hechos o slogans que dificultan el contacto. Si a eso añadimos la acogida que con frecuencia les ofrece una comunidad cálida, afectuosa y fraternal, vemos que poseen una razón complementaria para creerse en la verdad. j) Los pseudo-creyentes:
Hay
ciertas personas que se dicen creyentes y que, en
realidad, son muy impermeables a la verdadera fe. Su
pretendida fe es una falsa creencia que les da una sólida seguridad;
por eso mismo tienen la conciencia tranquila. Su religión es
ante todo algo que jamás debe cambiar. Los que rechazan la "religión
que cambia" son mucho más numerosos de lo que pensamos. Confunden
fe y credulidad. La credulidad no compromete; se desarrolla
al margen de la vida real. El tabú pagano ha sido reemplazado
por el tabú cristiano; confunden la verdad con el falso misterio.
Estos
son los diversos tipos de incrédulos que hemos encontrado en
nuestro camino en los últimos años. En definitiva, ¿quién
es ese Dios en el que creen o no nuestros contemporáneos?
¿Es verdaderamente el Dios-Amor? ¿La gente con la que
nos codeamos ha tenido en su vida siquiera una oportunidad
de comprender que el fondo de la fe cristiana es precisamente
que Dios es amor? Incluso, aun cuando aprecian la sinceridad
de algunos sacerdotes y militantes, incluso cuando los admiran,
tal admiración no les acerca en lo más mínimo a Dios amor
ni a la Iglesia querida por el Dios amor.
Muchos se han quedado solamente con el lado filantrópico de la religión. Hacen el bien, dan limosnas, se apiadan del débil, pero olvidan a Cristo y a la Iglesia. Al no tener el sentido de Cristo y de la Iglesia, no comprenden la función de los sacramentos. En cuanto a nosotros, sacerdotes o misioneros, tendemos a juzgar a la gente por lo que nos dice, por sus actitudes o prácticas religiosas, hasta por su comportamiento moral. La Acción Católica aprendió a hacer un esfuerzo para no juzgar a los hombres por lo que dicen o por su conducta moral, sino por su vida y por cómo la viven. Puede haber en dicho esfuerzo cierta apertura religiosa en el plano de la vida familiar, profesional o cívica. Lo cual en algunos casos puede ser un punto de partida importante, un terreno que cultivar urgentemente. (_CELAM-09.Págs. 63-71) Significado de la incredulidad Es necesario precisar qué entendemos cuando hablamos de ateos y de no-creyentes. A veces, confundimos los términos. Un no-creyente no tiene que ser forzosamente ateo. Tres formas de ateísmo ATEISMO/CLASES El ateo, como indica la palabra, es todo aquel que no tiene presente a Dios en su espíritu. Un espíritu ateo es un espíritu sin Dios. Actitud que puede entenderse de varias maneras. Una primera forma es la simple ausencia de Dios. Es el caso de quien jamás se ha planteado el problema del conocimiento de Dios, que dice "no" porque jamás ha visto a Dios, pero no sabemos si le presentará un obstáculo o un rechazo más adelante. Se trata de una ausencia, de una privación. Una segunda forma de ateísmo, más definida, estaría representada por aquellos que llegan a una conclusión firme y se afirman en ella diciendo: «No hay Dios.» Establecen una negación. Podemos llamarlos ateos «positivos».El ateísmo positivo incluye dos variedades. Por una parte, el ateísmo positivo que se sitúa en la inteligencia, como conclusión de un razonamiento. Por otra parte, el ateísmo positivo de quien no acepta a Dios. Con frecuencia se ha señalado que quienes actualmente niegan a Dios son más bien anti-teístas que ateos: saben perfectamente que Dios existe, pero no lo aceptan, lo combaten. Dios está constantemente presente en su pensamiento, pero como su voluntad quiere negarlo, su pensamiento intenta -en un segundo tiempo- buscar argumentos para probar la no existencia de Dios. Tal es el caso de ·Nietzsche-F, que no cesa de pelearse con Dios para decirnos en seguida que Dios no existe. Más que un ateo es un anti-teísta. Tenemos, pues, tres sentidos de la palabra ateo: ateo privativo, ateo positivo intelectual y ateo positivo anti-teísta (en el cual la negación de Dios procede de la voluntad de rechazarlo).
JACQUES
LOEW
FE ADULTA Y ADULTOS CELAM-CLAF. MAROVA. MADRID-1971.Pág. 77 2.EXISTENCIALISMO/SV SV/EXISTENCIALISMOS SV/ENEMIGOS: Pero la visión del hombre y del mundo, que vino a caballo de las obras de Jean-Paul Sartre, de Francis Jeanson o de Albert Camus, se presenta como un existencialismo ateo. Este existencialismo rechaza la idea misma de salvación, porque ésta implicaría para el hombre y para el mundo un destino a las órdenes de un modelo preestablecido en un cielo de las esencias. La libertad del hombre y la salvación de su subjetividad exigen, por lo tanto, el rechazo de un Dios que, a causa de su «voluntad salvífica», tendría siempre la mirada puesta en el hombre y estaría teledirigiendo desde afuera el curso de la historia personal o colectiva. Para estos autores, es más noble y más responsable para el hombre rechazar la idea de salvación, y arrostrar valientemente la vida absteniéndose de presuponer que tiene un sentido. Esperar en una salvación sólo puede conducir a extenuar al hombre. «Si hay un pecado contra la vida, decía ·Camus-A, no es la desesperación, sino más bien la esperanza en otra vida y el esquivar la implacable grandeza de la vida presente».
ATEISMO/SV:Se
ha podido escribir que «el ateísmo moderno se basa, en gran
parte, en la falsa representación de un Dios al que se
imagina regulando desde lo alto de su cielo el destino de unos hombres-títeres,
como el manipulador de un teatro de marionetas hace que los
muñecos se muevan, manipulando él los hilos. El ateísmo se
presenta entonces como una liberación del hombre, y como una
conquista de su autonomía llevada a cabo por él mismo»
(1). MARXISMO/SV:Para la crítica marxista, la salvación es una idea nociva por actuar como un narcótico sobre el hombre, presa del infortunio y víctima de la alienación económica. El recurso a la salvación de tipo religioso y la invocación de una salvación procedente de Dios, son una ilusión y un engaño aprovechados por los explotadores y los poderosos para cloroformizar a las víctimas de la opresión, por miedo a que éstas se rebelen. Por supuesto, este marxismo implica la creencia en una determinada «salvación»; pero la única salvación que acepta es una «salvación» cuyo único artífice será el hombre, mediante su esfuerzo. Se trata, pues, de una especie de mesianismo terreno meramente horizontal. Y cuando el cristianismo, al explicar la salvación cristiana, se sirve de los términos «alienación» y «explotación», no disipará las prevenciones del marxista: ese lenguaje demagógico y recuperador le olerá a intento de la Iglesia para vender otra vez al pueblo su opio, presentándoselo en una envoltura tranquilizadora... . 1) Jacques BUR. Sens chrétien de l'histoire, Edit. Téqui, 1973, p. 33.-Como advierte el autor, esta representación de Dios es totalmente ajena a la revelación bíblica.
(·AYEL-VINCENT-1.
_ALCANCE.Págs. 24s)
3. V/SENTIDO H/MISTERIO PASCAL/H-MIS: La esencia del hombre consiste en poder preguntar, y desde luego preguntar acerca de todo lo que existe. Con el juego de las preguntas y respuestas el hombre entra en contacto con la realidad total. Ciertamente que no se trata aquí de las innumerables cuestiones particulares que el hombre puede formular, sino de la pregunta fundamental que el hombre se hace acerca de sí mismo, acerca del sentido de su existencia. Ahora bien, en una concepción teológica eso implica siempre la pregunta del hombre acerca de Dios. Se trata del agustiniano "Me he convertido en problema para mí mismo" (quaestio mihi factus sum). Esa capacidad humana de interrogatorio es tan radical, que ni se puede arrancar, ni subestimar caprichosamente, ni tampoco darle una respuesta precipitada. Es más bien la cuestión con la que, literalmente, hay que vivir. Siempre puede marginarse temporalmente y escamotearse con una seguridad engañosa. Pero vuelve e irrumpir una y otra vez. Nadie ha formulado tan clara e inexorablemente esa índole problemática del hombre como Blas ·Pascal-BLAS (1623-1662): "¿Qué quimera es, pues, el hombre? ¡Qué novedad, qué monstruo, qué caos, qué motivo de contradicción, qué prodigio! ¡Juez de todas las cosas, imbécil gusano de la tierra, depositario de la verdad, cloaca de incertidumbre y de error, gloria y oprobio del universo! "¿Quién nos sacará de este embrollo? La naturaleza confunde a los pirrónicos (escépticos), la razón a los dogmáticos. ¿Qué será de ti, pues, hombre que buscas cuál es tu verdadera condición, según tu razón natural? No puedes ni huir de estas sectas ni quedarte en ninguna. "Conoce, pues, soberbia, qué paradoja eres contigo misma; humíllate, razón impotente; cállate, naturaleza imbécil. Aprended que el hombre sobrepasa infinitamente al hombre, y oíd de vuestro maestro lo que ignoráis. Escuchad a Dios".La fe en Dios y en su revelador Jesucristo debe aquietar y dar una respuesta definitiva a esa suprema pregunta del hombre acerca de sí mismo; por ello dice el texto: "Aquel día no me preguntaréis ya nada." Semejante sentencia tropieza con la sospecha de ser una simplificación demasiado tajante, un consuelo ilusorio, que no puede ayudar realmente al hombre o que incluso puede mantenerle lejos de la ayuda auténtica. Algo así como lo que dice Karl.
·Marx-KARL:
MARX/RELIGION RL/MARX:
"La miseria religiosa es, por una parte, expresión de la miseria real y, por otra, la protesta contra la miseria real. La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el sentimiento de un mundo sin corazón, como es el espíritu de una situación sin espíritu. Es el opio del pueblo. "La supresión de la religión como felicidad ilusoria del pueblo es la exigencia de su felicidad real. La exigencia de eliminar la ilusión sobre su estado es la exigencia de eliminar un estado de cosas que necesita de las ilusiones. La crítica de la religión es, pues, en el fondo la crítica del valle de lágrimas, cuya aureola es la religión". Según Karl Marx la religión es una "superestructura ideológica", es decir, una "falsa conciencia"; es una felicidad ilusoria. "La aureola del valle de lágrimas". "Y ciertamente que la religión es la conciencia y el sentimiento personal del hombre, que todavía no se ha encontrado, cuando ya ha vuelto a perderse".A todo esto podemos decir que el marxismo ha desenmascarado y criticado con razón unas formas de conducta pseudorreligiosas. A los hombres que padecen hambre y viven en unas condiciones injustas y antisociales, no se les puede calmar con un falso consuelo religioso ni taparles la boca con una limosna; sino que es necesario proporcionarles una ayuda real, que a ser posible comporte también unos cambios de las estructuras sociales. Mas después de tales cambios vuelve a comenzar el interrogatorio del hombre acerca de sí mismo y del sentido de su existencia; las necesidades del hombre no se agotan con las necesidades mundanas.
EL NT
Y SU MENSAJE EL EVANG. SEGUN S. JUAN
HERDER BARCELONA 197.Pág. 218 s. |
NUEVO TESTAMENTO COMENTADO POR JUAN MATEOS.
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jueves, 27 de marzo de 2014
INCREDULIDAD Y ANUNCIO DE LA FE
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