Virgen
y mártir, patrona de la música de la iglesia, murió en Roma. Esta
santa, tan a menudo glorificada en las bellas artes y en la poesía, es
una de las mártires más veneradas de la antigüedad cristiana. La
referencia histórica más antigua de Santa Cecilia se encuentra el
"Martyrologium Hieronymianum"; de éste evidenciamos que su fiesta era
famosa en la Iglesia romana en el siglo cuarto.
Su nombre aparece en fechas diferentes en el martirologio antedicho; se
menciona el 11 de agosto, la fiesta del mártir Tiburcio, es
evidentemente una adición equivocada y tardía, debido al hecho que este
Tiburcio, que fue enterrado en la Via Labicana, fue identificado
erróneamente con Tiburcio, el cuñado de St., Cecilia, mencionado en las
Actas de su martirio.
Había
quizás también otra mártir romana bajo el nombre de Cecilia, enterrada
en la Via Labicana. En la fecha del 16 de septiembre, Cecilia es
mencionada exclusivamente, con la nota topográfica: “Appiâ viâ in eâdem
urbe Româ natale et passio sanctæ Ceciliæ virginia” (el texto está
corregido).
Éste
es evidentemente el día del entierro de la santa mártir en las
catacumbas de Calixto. La fiesta de la santa que se menciona el 22 de
noviembre, en cuyo día es todavía celebrada, fue preservada en el templo
dedicada a ella del barrio del Trastévere en Roma,. Por consiguiente,
su origen probablemente se remonta a esta iglesia.
Las
primeras guías medievales (Itineraria) de los sepulcros de los mártires
romanos, señalan su tumba en la Via Appia, al lado de la cripta de los
obispos romanos del siglo tercero (De Rossi, Sotterranea de Roma, I,
180-181).
De Rossi localizó el sepulcro de Cecilia en las catacumbas de Calixto,
en una cripta adjunta a la capilla de la cripta de las papas; un nicho
vacío en una de las paredes que una vez contuvo, probablemente, el
sarcófago con los restos de la santa.
Entre
los frescos posteriores que adornan la pared del sepulcro, aparece dos
veces la figura de una mujer ricamente vestida, y el Papa Urbano, quién
tuvo una relación estrecha con la santa, según las Actas de su martirio,
aparece pintado una vez.
El
antiguo templo titular en Roma arriba mencionado, se construyó en el
siglo cuarto y todavía se conserva en el Trastévere. Este templo estaba
ciertamente dedicado en el siglo quinto a la santa enterrada en la Vía
Appia; es mencionado en las firmas del Concilio romano de 499 como
“titulus sanctæ Cæciliæ " (Mansi, Coll, Conc. VIII, 236).
Como
algunos otros antiguo templos cristianos de Roma, que son un regalo de
los santos cuyos nombres llevan, puede deducirse que la Iglesia romana
debe este templo a la generosidad de la santa mártir misma; en apoyo de
este punto de vista es de notar que la propiedad bajo la cual está
construida la parte más antigua de la verdadera catacumba de Calixto,
probablemente perteneció, según las investigaciones de De Rossi, a la
familia de Santa Cecilia (Gens Cæcilia) y pasó a ser, por donación,
propiedad de la Iglesia romana. Aunque su nombre no es mencionado en las
más antiguas (siglo cuarto) listas de festividades (Depositio
martyrum), el hecho de que en el "Sacramentarium Leoniam", una colección
de misas completada hacia el final del siglo quinto, se encuentren al
menos cinco misas diferentes en honor de Santa Cecilia, testifica la
gran veneración que en ese momento tenía a la santa la Iglesia romana
["Sacram. Leon.", ed. Muratori, in "Opera" (Arezzo, 1771), XIII, I, 737,
sqq. ].
Hacia
la mitad del siglo quinto aparecen las Actas originales del martirio de
Santa Cecilia, que habían sido transmitidas en numerosos manuscritos;
estas actas también se tradujeron al griego. Fueron utilizadas en los
prefacios de las misas del mencionado "Sacramentarium Leonianum". Ellas
nos informan que, Cecilia, una virgen de una familia senatorial y
cristiana desde su infancia, fue dada matrimonio por sus padres a un
noble joven pagano, Valeriano. Cuando, tras la celebración del
matrimonio, la pareja se había retirado a la cámara nupcial, Cecilia
dijo a Valeriano que ella se había desposado con un ángel que
celosamente guardaba su cuerpo; por consiguiente, Valeriano debía tener
el cuidado de no violar su virginidad. Valeriano pidió ver al ángel,
después de lo cual Cecilia lo envió junto a la tercera piedra miliaria
de la Vía Appia dónde debía encontrarse con el obispo (Papa) Urbano.
(n.d.t. El diálogo, según la tradición, transcurrió así: Cecilia: “Tengo
que comunicarte un secreto. Has de saber que un ángel del Señor vela
por mí. Si me tocas como si fuera yo tu esposa, el ángel se enfurecerá y
tú sufrirás las consecuencias; en cambio si me respetas, el ángel te
amará como me ama a mí." Valeriano replicó: "Muéstramelo. Si es
realmente un ángel de Dios, haré lo que me pides." Cecilia le dijo: "Si
crees en el Dios vivo y verdadero y recibes el agua del bautismo verás
al ángel."). Valeriano obedeció, fue bautizado por el papa y regresó
como cristiano ante Cecilia. Entonces se apareció un ángel a los dos y
los coronó con rosas y azucenas. Cuando Tiburcio, el hermano de
Valeriano, se acercó a ellos, también fue ganado para la Cristiandad.
Como niños celosos de la Fe ambos hermanos distribuyeron ricas limosnas y
enterraron los cuerpos de los confesores que habían muerto por Cristo.
El prefecto, Turcio Almaquio, los condenó a muerte; el funcionario del
prefecto, Máximo, fue designado para ejecutar la sentencia, se convirtió
y sufrió el martirio con los dos hermanos. Sus restos fueron enterrados
en una tumba por Cecilia. Ahora la propia Cecilia fue buscada por los
funcionarios del prefecto. Antes de que fuera apresada, dispuso que su
casa debiera conservarse como un lugar de culto para la Iglesia romana.
Después de una gloriosa profesión de fe, fue condenada a morir asfixiada
en el baño de su propia casa.
Pero,
cuando permaneció ilesa en el ardiente cuarto, el prefecto decidió su
decapitación en ese lugar. El ejecutor dejó caer su espada tres veces
sin separar la cabeza del tronco y huyó, dejando a la virgen bañada en
su propia sangre. Vivió tres días, hizo disposiciones en favor de los
pobres y dispuso que después de que su muerte su casa debía dedicarse
como templo. Urbano la enterró entre los obispos y los confesores, es
decir, en la catacumba de Calixto.
El
relato así no tiene valor histórico; es un romance pío, como tantos
otros recopilados en los siglos quinto y sexto. La existencia de los
mencionados mártires, sin embargo, es un hecho histórico. La relación
entre Santa Cecilia y Valeriano, Tiburcio y Máximo, mencionados en las
Actas, tienen quizá algún fundamento histórico. Estos tres santos fueron
enterrados en las catacumbas de Pretextato en la Vía Appia, dónde sus
tumbas se mencionan en el antiguo Itineraria peregrino. En el
"Martyrologium Hieronymianum" su fiesta está fijada el 14 de abril con
el comentario: “Romae vía Appia in cimiterio Prætextati"; y la octava el
21 de abril, con el comentario: “Roma in cimiterio Calesti vía Appia”.
En opinión de Duchesne la octava era celebrada en la catacumba de
Calixto, porque Santa Cecilia fue enterrada allí. Por consiguiente, si
esta segunda anotación en el martirologio es más antigua que las Actas
mencionadas y el último no cita esta segunda fiesta, se deduce que,
antes de que las Actas fueran escritas, este grupo de santos fueron
relacionados en Roma con Santa Cecilia. El tiempo en que Cecilia sufrió
el martirio no es conocido. De la mención de Urbano nada puede
concluirse acerca del tiempo de la composición de las Actas; el autor,
sin autoridad alguna, simplemente introdujo el nombre de este confesor
(enterrado en la catacumba de Pretextato) a causa de la proximidad de su
tumba a la de los otros mártires y lo identificó con la papa del mismo
nombre. El autor del "Liber Pontificalis" usó las Actas para referenciar
a Urbano. Las Actas no ofrecen ninguna otra indicación del tiempo del
martirio. Venancio Fortunato (Miscellanea, 1, 20; 8,6) y Ado
(Martirologio, 22 noviembre) sitúan el momento de la muerte de la santa
en el reinado de Marco Aurelio y Cómodo (aproximadamente el 177), y De
Rossi intenta demostrar este dato como el más seguro históricamente. En
otras fuentes occidentales de la baja Edad Media y en el “Synaxaria"
griego, este martirio se sitúa en la persecución de Diocleciano. P.A.
Kirsch intentó fijarlo en el tiempo de Alejandro Severo (229-230); Aubé,
en la persecución de Decio (249-250); Kellner, en el de Juliano el
Apóstata (362). Ninguna de estas opiniones está suficientemente
establecida, ni las Actas ni otras fuentes ofrecen la evidencia
cronológica requerida. La única indicación temporal segura es la
localización de la tumba en la catacumba de Calixto, en inmediata
proximidad a la antiquísima cripta de los papas, en la fueron
enterrados, probablemente, Urbano y, ciertamente, Ponciano y Antero. La
parte más antigua de esta catacumba fecha todos estos eventos al final
del siglo segundo; por consiguiente, desde ese momento hasta la mitad
del siglo tercero es el período dejado abierto para el martirio de Santa
Cecilia.
Su
iglesia en el barrio del Trastévere de Roma fue reconstruida por
Pascual I (817-824) con cuya ocasión el papa deseó transferir sus
reliquias allí; al principio, sin embargo, no pudo encontrarlas y creyó
que habían sido robadas por los lombardos. En una visión vio a Santa
Cecilia que lo exhortaba a continuar su búsqueda porque había estado ya
junto a ella, es decir, cerca de su tumba. Él, por consiguiente, renovó
su propósito; y pronto el cuerpo de la mártir, cubierto con costosos
ropajes de brocados de oro y con las ropas empapadas en su sangre a sus
pies, fue definitivamente encontrado en la catacumba de Pretextato.
Debieron ser llevados allí desde la catacumba de Calixto para salvarlos
de los primeros saqueos de los lombardos a la vecindad de Roma. Las
reliquias de Santa Cecilia, con las de Valeriano Tiburcio y Máximo,
también las de los Papas Urbano y Lucio, fueron trasladadas por el Papa
Pascual, y enterradas de nuevo bajo el altar mayor de Santa Cecilia en
el Trastévere. Los monjes de un convento, fundado en el barrio por el
mismo papa, fueron encargados del deber de cantar el Oficio diario en
esta basílica. Desde este momento la veneración por la santa mártir
continuó extendiendose y se le dedicaron numerosas iglesias. Durante la
restauración del templo, por el año 1599, el cardenal Sfondrato examinó
el altar mayor y encontró debajo el sarcófago con las reliquias de los
santos que el Papa Pascual había transportado allí. En las recientes
excavaciones bajo la iglesia, ejecutadas a instancias del cardenal
Rampolla, y costeadas por él, se descubrieron restos de edificios
romanos, que han permanecido accesibles. Se construyó una capilla
subterránea ricamente adornada bajo el pasillo central y, en ella, una
ventana enrejada que se abre sobre el altar, que permite una vista de
los receptáculos en los que reposan los huesos de los santos. En una
capilla lateral de la iglesia se muestran, desde hace mucho tiempo, los
restos del baño en que, según las Actas, Cecilia fue llevada a la
muerte.
Las
representaciones más antiguas de Santa Cecilia la muestra en la actitud
usual de los mártires en el arte cristiano de los primeros siglos: o
con la corona del martirio en su mano (por ejemplo en San Apolinar nuevo
en Rávena, en un mosaico del siglo sexto) o en actitud de oración, como
una Orante (por ejemplo las dos imágenes, de los siglos sexto y séptimo
de su cripta). En el ábside de su iglesia en el Trastévere todavía se
conserva el mosaico hecho bajo el Papa Pascual, en el qué ella es
representada con ricos vestidos como protectora del Papa. Los cuadros
medievales de la santa son muy frecuentes; desde los siglos catorce y
quince se le asigna un órgano como atributo, o se le representa como
tocando el órgano, evidentemente para expresar lo que se le atribuyó a
menudo en los panegíricos y poemas basado en las Actas; por ejemplo, que
mientras los músicos tocaban en sus nupcias ella cantó en su corazón
solo a Dios ("cantantibus organis illa in corde suo soi domino
decantabat"); posiblemente el cantantibus organis fue interpretado
erróneamente como si la propia Cecilia fuera la organista. De este modo
se relacionó estrechamente a la santa con la música. Cuando se fundó en
Roma la Academia de la Música (1584) fue nombrada patrona del instituto,
después de lo cual su veneración como patrona de la música de la
iglesia se generalizó universalmente; hoy las sociedades de cecilianos
(asociaciones musicales) existen por todas partes. El órgano es ahora su
atributo ordinario; con él Cecilia fue representada por Rafael en un
famoso cuadro conservado en Bolonia. En otra magnífica obra maestra, la
estatua de mármol jaspeado bajo el altar mayor de la antedicha iglesia
de Santa Cecilia en Roma, Carlo Maderna la representó postrada, justo
como ella había recibido el soplo de la muerte, de manos de su ejecutor.
Su fiesta es celebrada por la Iglesia latina y griega el 22 noviembre.
En el "Martyrologium Hieronymainum" se conmemoran otras mártires de este
nombre, pero de ninguna de ellas hay alguna referencia histórica
exacta. Una sufrió el martirio en Cartago con Dativus en 304.
MOMBRITIUS, Sanctuarium, I, 186 sqq.; BOSIO, Atti di S. Cecilia
(Roma, 1600); SURIUS, De vitis Sanctorum (Venecia, 1581), VI, 161 sqq.;
LADERCHI, S. Caciliae virg. et mart. acta ac transtiberina basilica
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BARONIUS, Annales, ad an. 821, 15 xv (the spurious document of Pope
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55-57, 65; TILLEMONT, Hist. eccles., III, 259 sqq.; De Rossi, Roma
Sotterranea, II, xxxii sq.; GUERANGER, Histoire de Ste Cecile (Paris
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1902); DETZEL, Christl. Ikonographie (Friburgo im Br., 1896), 220 sqq.;
ROHAULT DE FLEURY, Les saints de la Messe, I, pl, 16-17; P. SIXTUS,
Elucubrationes historico-liturgicae de recenti quadem sententia circa
aetatem S. Caeciliae martyris, in Ephemerides liturgicae (Roma,
Sept.-Oct. 1907). Ver también la cita en BUTLER, Vida de los Santos, 22
de Noviembre.
n.d.t: Se puede ver su cripta en la catacumba de Calixto en: www.catacombe.roma.it/es/cecilia.html
J.P. KIRSCH Transcrito por Michael T. Barrett. Dedicado a Sophie Kidder-Chang Traducido por Quique Sancho. Dedicado a Carlos Augusto (E.C.) y a todos los que bendicen al Señor con su música.
n.d.t: Se puede ver su cripta en la catacumba de Calixto en: www.catacombe.roma.it/es/cecilia.html
J.P. KIRSCH Transcrito por Michael T. Barrett. Dedicado a Sophie Kidder-Chang Traducido por Quique Sancho. Dedicado a Carlos Augusto (E.C.) y a todos los que bendicen al Señor con su música.
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Lunes, 23 de junio de 2014
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