Heresiarca del siglo V que ha dado su nombre a una opinión a la que
sus enseñanzas e influencia contribuyeron poco o nada. Lo esencial de
ese punto de vista es la afirmación de que Cristo tiene una sola naturaleza después de la Encarnación y se la denomina indiferentemente eutiquianismo o monofisismo, aunque Eutiques no fue su originador, y aunque fue condenado y repudiado por muchos monofisitas, que todos consideraban a San Cirilo de Alejandría como su gran doctor.
En 448 Eutiques tenía setenta años y había sido durante treinta el archimandrita del monasterio extramuros de Constantinopla, donde gobernaba a más de trescientos monjes. No era un hombre erudito, pero era muy respetado y tenía influencia a través del infame ministro de Teodosio II, el eunuco Crisapio, del que era padrino. Era un vehemente oponente del nestorianismo y de los partidarios de Antioquía dirigidos por Teodoreto de Ciro y Juan de Antioquía. Estos obispos habían defendido durante un tiempo la ortodoxia de Nestorio, pero eventualmente aceptaron el Concilio de Éfeso de 431, e hicieron las paces con San Cirilo en el 434. Los grandes teólogos Teodoreto y Cirilo habían intercambiado explicaciones, pero los partidarios no quedaron convencidos.
Al morir Cirilo en 444, su sucesor Dióscoro no tardó en recomenzar las hostilidades y los partidarios de Cirilo y anti-nestorianos tomaron la ofensiva por todas partes. Fue sólo como parte de este gran movimiento que Eutiques, en Constantinopla, comenzó a denunciar una supuesta revitalización del nestorianismo. Le escribió al Papa León sobre el tema y recibió una respuesta simpática. El patriarca de Antioquía, Domno, estaba en guardia y dirigió una carta sinodal al emperador Teodosio II, acusando a Eutiques de renovar la herejía de Apolinario (esta había sido la acusación del partido antioqueno contra San Cirilo) y de querer anatematizar a los grandes maestros antioquenos de la generación anterior, --- Diodoro y Teodoro--- un punto en el cual Eutiques no estaba completamente equivocado (Facundo, VIII, 5, y XIII, 5). Esto sucedió probablemente en 448, puesto que San Flaviano, obispo de Constantinopla, no había oído hablar de tal acusación cuando celebró un sínodo, el 8 de noviembre, sobre un punto de disciplina relacionado con la provincia de Sardes. Eutiques había acusado a varios personajes de nestorianismo encubierto y al final de la sesión de este sínodo uno de los inculpados, Eusebio, obispo de Dorileo, presentó y profirió una acusación de herejía contra el archimandrita.
Eusebio había sido ---muchos años antes, cuando aún era laico--- uno de los primeros en detectar y denunciar los errores en los sermones de Nestorio, y naturalmente estaba indignado de ser llamado nestoriano. Flaviano expresó gran sorpresa por esta repentina e inesperada acusación y sugirió una reunión privada con Eutiques. Eusebio se negó, porque había tenido frecuentes reuniones sin resultados. En la segunda sesión se definió el punto de vista ortodoxo, a petición de Eusebio, por la lectura de la segunda carta de San Cirilo a Nestorio, y su aprobación por el Concilio de Éfeso y además la carta de Cirilo a Juan de Antioquía "Laetentur caeli", escrita tras el acuerdo entre los dos patriarcas, en 434. Estos documentos fueron aclamados por todos. Flaviano lo resumió al efecto de que Cristo era de “dos naturalezas”, ek duo physeon, después de la Encarnación. Basilio de Seleucia y Seleuco de Amasea incluso hablaron explícitamente de su Ser “en dos naturalezas”, y todos los obispos hicieron eco, en sus propias palabras, los sentimientos del presidente.
En la tercera sesión, los mensajeros que habían sido enviados para citar a Eutiques, volvieron con su negativa absoluta. Había decidido, declaró, que no volvería a poner un pie fuera de su monasterio que consideraba como su tumba. Estaba dispuesto a suscribir los concilios de Nicea y Éfeso, aunque al hacerlo no debía entenderse que suscribía o que condenaba cualquier error en el que pudieran haber caído: él buscaba solo en las Escrituras que eran más seguras que las exposiciones de los Padres y adoraba una naturaleza en Dios, encarnado y hecho hombre después de la Encarnación. Se quejaba de haber sido acusado de decir que Dios el Verbo había traído su carne del cielo. Esto no era verdad. El reconocía a Nuestro Señor Jesucristo como “de” dos naturalezas (ek duo physeon) en una unión hipostática, como Dios perfecto, y hombre perfecto nacido de la Virgen María, y que no tenía carne consustancial con la nuestra. Estas afirmaciones de Eutiques fueron sustanciadas por tres testigos.
El concilio, por consiguiente, le dirigió una carta, exigiéndole que compareciera, porque su excusa era insuficiente ante cargos tan serios. Eusebio de Dorileo, cuyo ardor no se apagó de ningún modo, señaló que Eutiques había estado escribiendo a los diferentes monasterios para agitarlos y podía resultar peligroso para el concilio. Por lo tanto, se enviaron dos sacerdotes a los diversos monasterios de la ciudad, dos a los que estaban a la otra parte del Cuerno de Oro y dos a través del Bósforo a Calcedonia para hacer averiguaciones.
Mientras tanto, habían vuelto los enviados a Eutiques, quien tras algunas dificultades y el alegado de enfermedad, había consentido en recibirlos. Todavía se negaba a abandonar su monasterio y les rogó que no se molestaran en insistir una tercera vez (como mandaban los cánones) sino que le tratasen inmediatamente como contumaz, si así lo querían. Sin embargo, el concilio le envió una tercera y final citación, para que compareciera en la mañana del día siguiente, 17 de noviembre, o se atuviera a las consecuencias. Al día siguiente un sacerdote-archimandrita llamado Abraham y tres monjes diáconos comparecieron a favor de Eutiques. Abraham declaró que Eutiques había pasado la noche gimiendo, y que por eso él mismo tampoco había podido dormir. San Flaviano respondió que el sínodo esperaría a que Eutiques se recuperara. No se le estaba pidiendo que viniese donde enemigos, sino donde hermanos y padres. Anteriormente había entrado a la ciudad donde Nestorio atacaba la verdad. Que lo haga una vez más. El arrepentimiento no será una desgracia para él. Y al levantarse la asamblea, Flaviano añadió: “ Conoces el celo del acusador, y que el mismo fuego parece frío para él, debido a su celo por la piedad. Y Dios sabe que he aconsejado a ambos y le he rogado que desista. Pero cuando se propone algo, ¿qué puedo hacer yo? No deseo vuestra separación, Dios no lo permita, sino reuniros. Es propio de los enemigos dispersar, pero de los padres, unir “.
Al día siguiente Eutiques no se personó, pero prometió hacerlo en cinco días, es decir al siguiente lunes. Se demostró que Eutiques había enviado un documento a otros monasterios para que lo firmaran, el cual se dice que contenía la Fe de Nicea y Éfeso y no parece que tuviera nada más. El sábado, Eusebio mostró testimonios de más observaciones heréticas de Eutiques, que los enviados le habían oído pronunciar. En particular había negado las dos naturalezas en Cristo después de la Encarnación, y había dicho que estaba listo para ser condenado; y que el monasterio sería su tumba. El 22 de noviembre se buscó infructuosamente a Eutiques en la Iglesia y en el palacio del arzobispo, pero finalmente se anunció que llegaba con una gran cantidad de soldados y monjes y ayudantes del prefecto de la guardia pretoriana, y que esta escolta solo le permitía entrar bajo la promesa del sínodo de que les devolvería su persona. Con el cortejo venía el silenciario llamado Magno, que traía una carta del emperador en la que expresaba su deseo de que el patricio Florencio fuera admitido al Concilio; por lo tanto se envió al silenciario a que lo hiciera pasar.
Eusebio mostró más que nunca su ansiedad de que Eutiques fuera condenado sobre la base de sus afirmaciones anteriores, a no ser que se desdijera de ellas, y entonces simplemente se le dejara libre; pues en ese caso su acusador podía ser responsable de las penas debidas a la acusación calumniosa: “Yo soy un pobre hombre sin medios”, dijo. “Él me amenaza con el exilio; él es rico; y ya ha descrito que mi destino es el Oasis”. Flaviano y el patricio replicaron que cualquier sumisión hecha por Eutiques no le libraría de responder por los cargos de sus palabras del pasado. Y entonces Flaviano dijo: “Has oído, sacerdote Eutiques, lo que dice tu acusador. Di ahora si admites la unión de dos naturalezas, ek duo physeon enosin”. Eutiques replicó: “Sí, ek duo physeon”. Eusebio interrumpió: “¿Reconoces dos naturalezas, señor archimandrita, después de la Encarnación y dices que Cristo es consustancial con nosotros según la carne, sí o no?”. Esto expresaba claramente toda la cuestión entre la verdad católica y la herejía del monofisismo. Eutiques no dio una respuesta directa. Quizá estaba perplejo y cauteloso. De todas formas vio que una contestación negativa significaría su condena inmediata, mientras que una afirmativa sería una contradicción de sus afirmaciones anteriores. “No he venido aquí a discutir”, dijo, “sino a aclararle mi punto a de vista a Vuestra Santidad. Está en este papel. Ordene que sea leído”. Puesto que no lo quería leer él mismo, Flaviano le dijo que declarara su creencia. Su vaga respuesta evadió el punto, y solamente afirmó que creía en “el advenimiento encarnado del Hijo de la carne de la santísima Virgen y que Él fue hecho perfectamente hombre para nuestra salvación”. Cuando se le insistió, Eutiques declaró que hasta ahora nunca había dicho que Cristo era consustancial con nosotros, sino que reconocía que la santísima Virgen era consustancial con nosotros. Basilio de Seleucia insistió que su Hijo debía consecuentemente ser consustancial con nosotros, puesto que Cristo se había encarnado de ella. Eutiques respondió: “Ya que tú lo dices, yo estoy de acuerdo con todo”. Y explicó que el cuerpo de Cristo es el cuerpo de Dios, no de un hombre, aunque es un cuerpo humano. Siempre que no se entendiera que negaba que Cristo sea el Hijo de Dios, diría “consustancial con nosotros”, como el arzobispo lo quiso y lo permitió. Flaviano negó que la expresión fuera nueva.
Florencio mostró que el emperador había juzgado correctamente que él era un buen teólogo, y entonces forzó al archimandrita al punto esencial, las dos naturalezas. Eutiques contestó explícitamente: “Confieso que Nuestro Señor era de [ek] dos naturalezas, antes de la unión; pero después de la unión, yo reconozco una naturaleza”. Es muy raro que no se hiciera ningún comentario sobre esta afirmación. El sínodo le ordenó a Eutiques que anatematizara todo lo que era contrario a las cartas de Cirilo que habían sido leídas. Se negó. Estaba listo para aceptar las cartas, como quería el sínodo, pero no anatematizaría a todo el que no usara esas expresiones, porque estaría anatematizando a los santos Padres. Tampoco quiso admitir que Cirilo o Atanasio habían enseñado dos naturalezas después de la Encarnación (esto era de hecho correcto, por lo menos en cuanto a las palabras). Basilio de Seleucia le insistió correctamente: “Si no dices dos naturalezas después de la unión, dices que hay mezcla y confusión” (aunque en el Concilio Ladrón de Éfeso, el desafortunado obispo se vio obligado a negar sus palabras). Florencio declaró entonces que no es ortodoxo el que no confiese ek duo physeon. El sínodo estuvo de acuerdo y consideraron que la declaración forzada de Eutiques no era sincera. Flaviano anunció entonces la sentencia de degradación, excomunión y deposición, que fue firmada por unos treinta obispos, incluyendo a Juan de Cos, el encargado de los asuntos del Papa en la corte de Teodosio.
Se han preservado para nosotros estas actas debido a que fueron leídas por completo en el Concilio Ladrón de Éfeso, al siguiente año 449, y de nuevo en 451, en el Concilio de Calcedonia como parte de las actas del Concilio Ladrón. Flaviano se encargó de que las actas fueran firmadas por muchos archimandritas de la ciudad. Eutiques, por su parte, escribió a los principales obispos del mundo buscando apoyo y fijó carteles en la ciudad de Constantinopla con sus quejas. Envió una apelación al Papa ( San León, Ep. XXI) explicando que se había negado a afirmar dos naturalezas y a anatematizar a todo el que no lo hacía así; de otro modo había condenado a los santos Padres, a los Papas Julio y Félix, a los santos Atanasio y Gregorio (se refiere a los extractos de los Padres que fueron leídos en la primera sesión del Concilio de Éfeso; luego en 535 se declaró que esos documentos papales eran falsificaciones apolinaristas y esa sigue siendo la opinión de los críticos: ver Harnack, Bardenhewer, etc.). Eutiques continúa: “Pedí que esto fuera dado a conocer a su santidad para que usted pueda juzgar como crea conveniente, declarando que en cualquier caso aceptaré lo que usted apruebe”. No era verdad que Eutiques hubiese apelado al Papa en el concilio. Lo único que podía probar era que había dicho en voz baja que refería su caso a los grandes patriarcas. Cuando San León recibió las actas del concilio, concluyó que Eutiques era un viejo tonto que había errado por ignorancia y que se le podía reinstalar si se arrepentía. Dióscoro de Alejandría, imitando a sus predecesores al asumir una primacía sobre Constantinopla, simplemente anuló la sentencia de Flaviano, y absolvió a Eutiques.
El archimandrita no se había conmovido por la consideración que Flaviano había mostrado. Su obstinación siguió. Obtuvo, gracias a Crisapio, un nuevo sínodo de 32 obispos que se reunieron en abril de 449 (sin la presencia de Flaviano, pero con el patriarca Florencio y varios de los obispos que habían tomado parte en la condena), para examinar su queja de que las actas habían sido falsificadas. Después de una cuidadosa revisión de las mismas, se hicieron algunas alteraciones para complacer a Eutiques, aunque el resultado no fue de importancia práctica. Dióscoro y Eutiques habían logrado que el emperador convocase un concilio ecuménico que se reuniría en Éfeso el 1 de agosto de 449.
Los trabajos del partido de Dióscoro antes y durante ese concilio se pueden ver en Dióscoro y Concilio Ladrón de Éfeso. Sólo es necesario decir que en la primera sesión Eutiques fue exculpado y absuelto, mientras que se le hizo violencia a Flaviano y a Eusebio, quienes fueron encarcelados. El primero murió pronto debido a sus sufrimientos. Ambos habían apelado a Roma. El papa anuló el concilio, pero Teodosio II lo apoyó. Con la repentina muerte del emperador la situación cambió. En octubre de 451 se reunió un nuevo concilio en Calcedonia, por deseo del emperador Marciano y su mujer Santa Pulqueria, cuyos trabajos fueron dirigidos por comisionados imperiales de acuerdo con las directrices de San León, cuyos legados lo presidieron. Se depuso a Dióscoro y fue exiliado a Paflagonia. Eutiques fue también exiliado. Una carta de San León (Ep. 134), escrita el 15 de abril de 454, se queja de que Eutiques esté todavía extendiendo su veneno en el exilio y le ruega a Marciano que lo traslade a algún lugar distante y solitario. No parece que el anciano sobreviviese mucho tiempo. Su monasterio en Constantinopla fue puesto bajo la supervisión de Juan de Cos como visitador, cuando ese prelado aún era representante del Papa en Constantinopla.
Fuente: Chapman, John. "Eutyches." The Catholic Encyclopedia. Vol. 5. New York: Robert Appleton Company, 1909. <http://www.newadvent.org/cathen/05631a.htm>.
Traducido por Pedro Royo. lhm
En 448 Eutiques tenía setenta años y había sido durante treinta el archimandrita del monasterio extramuros de Constantinopla, donde gobernaba a más de trescientos monjes. No era un hombre erudito, pero era muy respetado y tenía influencia a través del infame ministro de Teodosio II, el eunuco Crisapio, del que era padrino. Era un vehemente oponente del nestorianismo y de los partidarios de Antioquía dirigidos por Teodoreto de Ciro y Juan de Antioquía. Estos obispos habían defendido durante un tiempo la ortodoxia de Nestorio, pero eventualmente aceptaron el Concilio de Éfeso de 431, e hicieron las paces con San Cirilo en el 434. Los grandes teólogos Teodoreto y Cirilo habían intercambiado explicaciones, pero los partidarios no quedaron convencidos.
Al morir Cirilo en 444, su sucesor Dióscoro no tardó en recomenzar las hostilidades y los partidarios de Cirilo y anti-nestorianos tomaron la ofensiva por todas partes. Fue sólo como parte de este gran movimiento que Eutiques, en Constantinopla, comenzó a denunciar una supuesta revitalización del nestorianismo. Le escribió al Papa León sobre el tema y recibió una respuesta simpática. El patriarca de Antioquía, Domno, estaba en guardia y dirigió una carta sinodal al emperador Teodosio II, acusando a Eutiques de renovar la herejía de Apolinario (esta había sido la acusación del partido antioqueno contra San Cirilo) y de querer anatematizar a los grandes maestros antioquenos de la generación anterior, --- Diodoro y Teodoro--- un punto en el cual Eutiques no estaba completamente equivocado (Facundo, VIII, 5, y XIII, 5). Esto sucedió probablemente en 448, puesto que San Flaviano, obispo de Constantinopla, no había oído hablar de tal acusación cuando celebró un sínodo, el 8 de noviembre, sobre un punto de disciplina relacionado con la provincia de Sardes. Eutiques había acusado a varios personajes de nestorianismo encubierto y al final de la sesión de este sínodo uno de los inculpados, Eusebio, obispo de Dorileo, presentó y profirió una acusación de herejía contra el archimandrita.
Eusebio había sido ---muchos años antes, cuando aún era laico--- uno de los primeros en detectar y denunciar los errores en los sermones de Nestorio, y naturalmente estaba indignado de ser llamado nestoriano. Flaviano expresó gran sorpresa por esta repentina e inesperada acusación y sugirió una reunión privada con Eutiques. Eusebio se negó, porque había tenido frecuentes reuniones sin resultados. En la segunda sesión se definió el punto de vista ortodoxo, a petición de Eusebio, por la lectura de la segunda carta de San Cirilo a Nestorio, y su aprobación por el Concilio de Éfeso y además la carta de Cirilo a Juan de Antioquía "Laetentur caeli", escrita tras el acuerdo entre los dos patriarcas, en 434. Estos documentos fueron aclamados por todos. Flaviano lo resumió al efecto de que Cristo era de “dos naturalezas”, ek duo physeon, después de la Encarnación. Basilio de Seleucia y Seleuco de Amasea incluso hablaron explícitamente de su Ser “en dos naturalezas”, y todos los obispos hicieron eco, en sus propias palabras, los sentimientos del presidente.
En la tercera sesión, los mensajeros que habían sido enviados para citar a Eutiques, volvieron con su negativa absoluta. Había decidido, declaró, que no volvería a poner un pie fuera de su monasterio que consideraba como su tumba. Estaba dispuesto a suscribir los concilios de Nicea y Éfeso, aunque al hacerlo no debía entenderse que suscribía o que condenaba cualquier error en el que pudieran haber caído: él buscaba solo en las Escrituras que eran más seguras que las exposiciones de los Padres y adoraba una naturaleza en Dios, encarnado y hecho hombre después de la Encarnación. Se quejaba de haber sido acusado de decir que Dios el Verbo había traído su carne del cielo. Esto no era verdad. El reconocía a Nuestro Señor Jesucristo como “de” dos naturalezas (ek duo physeon) en una unión hipostática, como Dios perfecto, y hombre perfecto nacido de la Virgen María, y que no tenía carne consustancial con la nuestra. Estas afirmaciones de Eutiques fueron sustanciadas por tres testigos.
El concilio, por consiguiente, le dirigió una carta, exigiéndole que compareciera, porque su excusa era insuficiente ante cargos tan serios. Eusebio de Dorileo, cuyo ardor no se apagó de ningún modo, señaló que Eutiques había estado escribiendo a los diferentes monasterios para agitarlos y podía resultar peligroso para el concilio. Por lo tanto, se enviaron dos sacerdotes a los diversos monasterios de la ciudad, dos a los que estaban a la otra parte del Cuerno de Oro y dos a través del Bósforo a Calcedonia para hacer averiguaciones.
Mientras tanto, habían vuelto los enviados a Eutiques, quien tras algunas dificultades y el alegado de enfermedad, había consentido en recibirlos. Todavía se negaba a abandonar su monasterio y les rogó que no se molestaran en insistir una tercera vez (como mandaban los cánones) sino que le tratasen inmediatamente como contumaz, si así lo querían. Sin embargo, el concilio le envió una tercera y final citación, para que compareciera en la mañana del día siguiente, 17 de noviembre, o se atuviera a las consecuencias. Al día siguiente un sacerdote-archimandrita llamado Abraham y tres monjes diáconos comparecieron a favor de Eutiques. Abraham declaró que Eutiques había pasado la noche gimiendo, y que por eso él mismo tampoco había podido dormir. San Flaviano respondió que el sínodo esperaría a que Eutiques se recuperara. No se le estaba pidiendo que viniese donde enemigos, sino donde hermanos y padres. Anteriormente había entrado a la ciudad donde Nestorio atacaba la verdad. Que lo haga una vez más. El arrepentimiento no será una desgracia para él. Y al levantarse la asamblea, Flaviano añadió: “ Conoces el celo del acusador, y que el mismo fuego parece frío para él, debido a su celo por la piedad. Y Dios sabe que he aconsejado a ambos y le he rogado que desista. Pero cuando se propone algo, ¿qué puedo hacer yo? No deseo vuestra separación, Dios no lo permita, sino reuniros. Es propio de los enemigos dispersar, pero de los padres, unir “.
Al día siguiente Eutiques no se personó, pero prometió hacerlo en cinco días, es decir al siguiente lunes. Se demostró que Eutiques había enviado un documento a otros monasterios para que lo firmaran, el cual se dice que contenía la Fe de Nicea y Éfeso y no parece que tuviera nada más. El sábado, Eusebio mostró testimonios de más observaciones heréticas de Eutiques, que los enviados le habían oído pronunciar. En particular había negado las dos naturalezas en Cristo después de la Encarnación, y había dicho que estaba listo para ser condenado; y que el monasterio sería su tumba. El 22 de noviembre se buscó infructuosamente a Eutiques en la Iglesia y en el palacio del arzobispo, pero finalmente se anunció que llegaba con una gran cantidad de soldados y monjes y ayudantes del prefecto de la guardia pretoriana, y que esta escolta solo le permitía entrar bajo la promesa del sínodo de que les devolvería su persona. Con el cortejo venía el silenciario llamado Magno, que traía una carta del emperador en la que expresaba su deseo de que el patricio Florencio fuera admitido al Concilio; por lo tanto se envió al silenciario a que lo hiciera pasar.
Eusebio mostró más que nunca su ansiedad de que Eutiques fuera condenado sobre la base de sus afirmaciones anteriores, a no ser que se desdijera de ellas, y entonces simplemente se le dejara libre; pues en ese caso su acusador podía ser responsable de las penas debidas a la acusación calumniosa: “Yo soy un pobre hombre sin medios”, dijo. “Él me amenaza con el exilio; él es rico; y ya ha descrito que mi destino es el Oasis”. Flaviano y el patricio replicaron que cualquier sumisión hecha por Eutiques no le libraría de responder por los cargos de sus palabras del pasado. Y entonces Flaviano dijo: “Has oído, sacerdote Eutiques, lo que dice tu acusador. Di ahora si admites la unión de dos naturalezas, ek duo physeon enosin”. Eutiques replicó: “Sí, ek duo physeon”. Eusebio interrumpió: “¿Reconoces dos naturalezas, señor archimandrita, después de la Encarnación y dices que Cristo es consustancial con nosotros según la carne, sí o no?”. Esto expresaba claramente toda la cuestión entre la verdad católica y la herejía del monofisismo. Eutiques no dio una respuesta directa. Quizá estaba perplejo y cauteloso. De todas formas vio que una contestación negativa significaría su condena inmediata, mientras que una afirmativa sería una contradicción de sus afirmaciones anteriores. “No he venido aquí a discutir”, dijo, “sino a aclararle mi punto a de vista a Vuestra Santidad. Está en este papel. Ordene que sea leído”. Puesto que no lo quería leer él mismo, Flaviano le dijo que declarara su creencia. Su vaga respuesta evadió el punto, y solamente afirmó que creía en “el advenimiento encarnado del Hijo de la carne de la santísima Virgen y que Él fue hecho perfectamente hombre para nuestra salvación”. Cuando se le insistió, Eutiques declaró que hasta ahora nunca había dicho que Cristo era consustancial con nosotros, sino que reconocía que la santísima Virgen era consustancial con nosotros. Basilio de Seleucia insistió que su Hijo debía consecuentemente ser consustancial con nosotros, puesto que Cristo se había encarnado de ella. Eutiques respondió: “Ya que tú lo dices, yo estoy de acuerdo con todo”. Y explicó que el cuerpo de Cristo es el cuerpo de Dios, no de un hombre, aunque es un cuerpo humano. Siempre que no se entendiera que negaba que Cristo sea el Hijo de Dios, diría “consustancial con nosotros”, como el arzobispo lo quiso y lo permitió. Flaviano negó que la expresión fuera nueva.
Florencio mostró que el emperador había juzgado correctamente que él era un buen teólogo, y entonces forzó al archimandrita al punto esencial, las dos naturalezas. Eutiques contestó explícitamente: “Confieso que Nuestro Señor era de [ek] dos naturalezas, antes de la unión; pero después de la unión, yo reconozco una naturaleza”. Es muy raro que no se hiciera ningún comentario sobre esta afirmación. El sínodo le ordenó a Eutiques que anatematizara todo lo que era contrario a las cartas de Cirilo que habían sido leídas. Se negó. Estaba listo para aceptar las cartas, como quería el sínodo, pero no anatematizaría a todo el que no usara esas expresiones, porque estaría anatematizando a los santos Padres. Tampoco quiso admitir que Cirilo o Atanasio habían enseñado dos naturalezas después de la Encarnación (esto era de hecho correcto, por lo menos en cuanto a las palabras). Basilio de Seleucia le insistió correctamente: “Si no dices dos naturalezas después de la unión, dices que hay mezcla y confusión” (aunque en el Concilio Ladrón de Éfeso, el desafortunado obispo se vio obligado a negar sus palabras). Florencio declaró entonces que no es ortodoxo el que no confiese ek duo physeon. El sínodo estuvo de acuerdo y consideraron que la declaración forzada de Eutiques no era sincera. Flaviano anunció entonces la sentencia de degradación, excomunión y deposición, que fue firmada por unos treinta obispos, incluyendo a Juan de Cos, el encargado de los asuntos del Papa en la corte de Teodosio.
Se han preservado para nosotros estas actas debido a que fueron leídas por completo en el Concilio Ladrón de Éfeso, al siguiente año 449, y de nuevo en 451, en el Concilio de Calcedonia como parte de las actas del Concilio Ladrón. Flaviano se encargó de que las actas fueran firmadas por muchos archimandritas de la ciudad. Eutiques, por su parte, escribió a los principales obispos del mundo buscando apoyo y fijó carteles en la ciudad de Constantinopla con sus quejas. Envió una apelación al Papa ( San León, Ep. XXI) explicando que se había negado a afirmar dos naturalezas y a anatematizar a todo el que no lo hacía así; de otro modo había condenado a los santos Padres, a los Papas Julio y Félix, a los santos Atanasio y Gregorio (se refiere a los extractos de los Padres que fueron leídos en la primera sesión del Concilio de Éfeso; luego en 535 se declaró que esos documentos papales eran falsificaciones apolinaristas y esa sigue siendo la opinión de los críticos: ver Harnack, Bardenhewer, etc.). Eutiques continúa: “Pedí que esto fuera dado a conocer a su santidad para que usted pueda juzgar como crea conveniente, declarando que en cualquier caso aceptaré lo que usted apruebe”. No era verdad que Eutiques hubiese apelado al Papa en el concilio. Lo único que podía probar era que había dicho en voz baja que refería su caso a los grandes patriarcas. Cuando San León recibió las actas del concilio, concluyó que Eutiques era un viejo tonto que había errado por ignorancia y que se le podía reinstalar si se arrepentía. Dióscoro de Alejandría, imitando a sus predecesores al asumir una primacía sobre Constantinopla, simplemente anuló la sentencia de Flaviano, y absolvió a Eutiques.
El archimandrita no se había conmovido por la consideración que Flaviano había mostrado. Su obstinación siguió. Obtuvo, gracias a Crisapio, un nuevo sínodo de 32 obispos que se reunieron en abril de 449 (sin la presencia de Flaviano, pero con el patriarca Florencio y varios de los obispos que habían tomado parte en la condena), para examinar su queja de que las actas habían sido falsificadas. Después de una cuidadosa revisión de las mismas, se hicieron algunas alteraciones para complacer a Eutiques, aunque el resultado no fue de importancia práctica. Dióscoro y Eutiques habían logrado que el emperador convocase un concilio ecuménico que se reuniría en Éfeso el 1 de agosto de 449.
Los trabajos del partido de Dióscoro antes y durante ese concilio se pueden ver en Dióscoro y Concilio Ladrón de Éfeso. Sólo es necesario decir que en la primera sesión Eutiques fue exculpado y absuelto, mientras que se le hizo violencia a Flaviano y a Eusebio, quienes fueron encarcelados. El primero murió pronto debido a sus sufrimientos. Ambos habían apelado a Roma. El papa anuló el concilio, pero Teodosio II lo apoyó. Con la repentina muerte del emperador la situación cambió. En octubre de 451 se reunió un nuevo concilio en Calcedonia, por deseo del emperador Marciano y su mujer Santa Pulqueria, cuyos trabajos fueron dirigidos por comisionados imperiales de acuerdo con las directrices de San León, cuyos legados lo presidieron. Se depuso a Dióscoro y fue exiliado a Paflagonia. Eutiques fue también exiliado. Una carta de San León (Ep. 134), escrita el 15 de abril de 454, se queja de que Eutiques esté todavía extendiendo su veneno en el exilio y le ruega a Marciano que lo traslade a algún lugar distante y solitario. No parece que el anciano sobreviviese mucho tiempo. Su monasterio en Constantinopla fue puesto bajo la supervisión de Juan de Cos como visitador, cuando ese prelado aún era representante del Papa en Constantinopla.
Fuente: Chapman, John. "Eutyches." The Catholic Encyclopedia. Vol. 5. New York: Robert Appleton Company, 1909. <http://www.newadvent.org/cathen/05631a.htm>.
Traducido por Pedro Royo. lhm
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