Una de las misiones encomendadas a los religiosos, y en este caso a los sacerdotes, era la de prestar asistencia a los enfermos, desvalidos, pero sobre todo el «cuidar de las almas» de sus feligreses. La palabra cura proviene del latín curatio y su significado es cuidado, solicitud.
Todo parece indicar que fue sobre el año 1330 cuando se empezó a aplicar esta denominación al párroco por tener a su cargo la cura de almas (el cuidado espiritual de las personas).
El sacerdote queda, pues, como médico de las almas, quien se ocupa del cuidado espiritual de sus feligreses.
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