El GÉNESIS atribuye a Nemrod, el "valiente cazador ante Yahvé", la fundación de esta ciudad, así como la de muchas otras que pertenecieron tarde o temprano al imperio asirio (Gn 10,8-9 y 11-12); especialmente de Nínive de la que la Cálaj bíblica, Calhu de los asirios, llamada actualmente Nemrud, no dista más de una treintena de kilómetros.
El emplazamiento parece haber estado habitado desde el principio del tercer milenio antes de nuestra era, pero corresponderá a uno de los grandes conquistadores del imperio medio de Asur, Salmanasar I (1273-1244), el haber edificado allí, en la confluencia del Tigris y el Gran Zab, una verdadera ciudad fuerte, que sufrirá la suerte reservada a las plazas fuertes cara a los nairi u otros invasores.
Tres siglos más tarde Asur Nasirpal II (883-859) la reconstruyó de sus ruinas en la época en que Asá reinaba en Judá y Omrí en Israel; hizo de ella una de las capitales de Asiria, donde al igual que él residieron de buen grado sus sucesores hasta Asurbanipal (668-626). Numerosos fueron los que engrandecieron y embellecieron esta residencia real. Tales como Salmanasar III (858-824), contemporáneo de los reyes de Judá desde Josafat a Joás y de los reyes de Israel desde Ajab a Jehú; tales también como Teglat-Falasar III (745-727), el Pul bíblico (cf. 2R 15,19 y 2Cró 5,26), que se enriqueció con los despojos de Israel arrancados a Pécaj y con el tesoro de Judá entregado por Ajaz (2R 15,29 y 16,7-18; cf. 1Cró 5,6 y 26; 2Cró 28,20), o Sargón II (721-705), el vencedor de Samaría (2R 17,6 y 18,10-11; cf. Is 20,1), y Asarjadón (680-669), hijo de Senaquerib (2R 19,37; Is 37,38; cf. Esd 4,2).
La Cálaj de esos gloriosos soberanos del imperio nuevo, con sus fastuosos palacios, su zigurat y sus numerosos templos, se encontraba dotada de un poderosísimo sistema de defensas: vasta muralla exterior de unos 8 Km, denso muro reforzado con gruesas torres, y ancho foso en el frente que no estaba protegido por el curso natural del Tigris y el canal de Zab. La ciudad fue, sin embargo, forzada y asolada hacia el 612 por los medos, aliados con los neo-babilonios de Nabopolasar, el padre de Nabucodonosor.
Entre los más valiosos vestigios encontrados en sus ruinas se cuentan todo un lote de marfiles esculpidos, numerosos bajorrelieves y estatuas, archivos reales entre los que se encuentra el prisma donde se relata especialmente la campana de Senaquerib contra Ezequías (cf. 2R 16,13 a 19,36; 2Cró 32,1-21; Is 36,1 a 37,37), y también el famoso obelisco negro de Salmanasar III, del que cuatro relieves están dedicados al "tributo de Jehú hijo de Omrí", rey de Israel vasallo del rey de Asur.
El emplazamiento parece haber estado habitado desde el principio del tercer milenio antes de nuestra era, pero corresponderá a uno de los grandes conquistadores del imperio medio de Asur, Salmanasar I (1273-1244), el haber edificado allí, en la confluencia del Tigris y el Gran Zab, una verdadera ciudad fuerte, que sufrirá la suerte reservada a las plazas fuertes cara a los nairi u otros invasores.
Tres siglos más tarde Asur Nasirpal II (883-859) la reconstruyó de sus ruinas en la época en que Asá reinaba en Judá y Omrí en Israel; hizo de ella una de las capitales de Asiria, donde al igual que él residieron de buen grado sus sucesores hasta Asurbanipal (668-626). Numerosos fueron los que engrandecieron y embellecieron esta residencia real. Tales como Salmanasar III (858-824), contemporáneo de los reyes de Judá desde Josafat a Joás y de los reyes de Israel desde Ajab a Jehú; tales también como Teglat-Falasar III (745-727), el Pul bíblico (cf. 2R 15,19 y 2Cró 5,26), que se enriqueció con los despojos de Israel arrancados a Pécaj y con el tesoro de Judá entregado por Ajaz (2R 15,29 y 16,7-18; cf. 1Cró 5,6 y 26; 2Cró 28,20), o Sargón II (721-705), el vencedor de Samaría (2R 17,6 y 18,10-11; cf. Is 20,1), y Asarjadón (680-669), hijo de Senaquerib (2R 19,37; Is 37,38; cf. Esd 4,2).
La Cálaj de esos gloriosos soberanos del imperio nuevo, con sus fastuosos palacios, su zigurat y sus numerosos templos, se encontraba dotada de un poderosísimo sistema de defensas: vasta muralla exterior de unos 8 Km, denso muro reforzado con gruesas torres, y ancho foso en el frente que no estaba protegido por el curso natural del Tigris y el canal de Zab. La ciudad fue, sin embargo, forzada y asolada hacia el 612 por los medos, aliados con los neo-babilonios de Nabopolasar, el padre de Nabucodonosor.
Entre los más valiosos vestigios encontrados en sus ruinas se cuentan todo un lote de marfiles esculpidos, numerosos bajorrelieves y estatuas, archivos reales entre los que se encuentra el prisma donde se relata especialmente la campana de Senaquerib contra Ezequías (cf. 2R 16,13 a 19,36; 2Cró 32,1-21; Is 36,1 a 37,37), y también el famoso obelisco negro de Salmanasar III, del que cuatro relieves están dedicados al "tributo de Jehú hijo de Omrí", rey de Israel vasallo del rey de Asur.
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