Elvira del Campo fue acusada por la Inquisición de Judaismo porque no comia cerdo en 1567.
Esta es su Confesión obligada por la tortura.
Esta es su Confesión obligada por la tortura.
La llevaron a la cámara de tortura y le ordenaron que dijese la verdad, y ella dijo que no tenía nada que decir.
Le
ordenaron que se desnudara y de nuevo la exhortaron, pero guardó
silencio. Una vez desnuda dijo: «Señores, he hecho todo lo que se dice
de mí y levanto falsos testimonios contra mí misma, pues no quiero verme
en semejante brete; plegue a Dios, no he hecho nada». Le dijeron que no
levantase falsos testimonios contra ella misma, sino que dijera la
verdad. Empezaron a atarle los brazos; dijo: «He dicho la verdad; ¿que
tengo que decir?». Le dijeron que dijese la verdad y replicó: «He dicho
la verdad y no tengo nada que decir». Le aplicaron una cuerda a los
brazos y la retorcieron y la exhortaron a decir la verdad, pero dijo
ella que nada tenía que decir. Luego chilló y dijo: « Decidme lo que
queréis, pues no sé qué decir». Le ordenaron que dijese lo que había
hecho, pues era torturada por no haberlo hecho, y ordenaron que se diese
otra vuelta a la cuerda. Exclamó: «Soltadme, Señores, y decidme lo que
tengo que decir: no sé lo que he hecho, ¡oh,, Señor, apiádate de mí,
pecadora!». Dieron otra vuelta a la cuerda y ella dijo: «Aflojadme un
poco para que pueda recordar lo que tengo que decir; no sé lo que he
hecho; no comí carne de cerdo porque me daba asco; lo he hecho todo;
soltadme y diré la verdad». Se ordenó otra vuelta a la cuerda, entonces
ella dijo: «Soltadme y diré la verdad; no sé lo que tengo que decir. ..,
soltadme por el amor de Dios.... decidme lo que tengo que decir.... lo
hice, lo hice.... me hacen daño, Señor..., soltadme, soltadme y lo
diré». Le dijeron que lo dijese, y dijo: «No sé lo que tengo que decir..
Señor, lo hice... No tengo nada que decir.. ¡Oh, mis brazos! Soltadme y
lo diré». Le pidieron que dijese lo que hizo y dijo: «No lo sé, no comí
porque no quise». Le preguntaron por qué no quiso y replicó: «¡Ay!
soltadme, soltadme..., sacadme de aquí y lo diré cuando me hayáis
sacado... Digo que no la comí». Le ordenaran que hablase y dijo: «No la
comí, no sé por qué». Ordenaron otra vuelta y ella dijo: «Señor, no la
comí porque no quise..., soltadme y lo diré». Le ordenaron que dijera lo
que había hecho contra nuestra santa fe católica. Dijo: «Sacadme de
aquí y decidme lo que tengo que decir..., me hacen daño... ¡Oh mis
brazos, mis brazos!», lo cual repitió muchas veces y prosiguió: «No me
acuerdo,.... decidme lo que tengo que decir... ¡Oh, desgraciada de mí!
Diré todo lo que quieran, Señores.... me están rompiendo los brazos....
soltadme un poco.... hice todo lo que se dice de mí». Le ordenaron que
contase con detalle y veracidad lo que hizo. Dijo: «¿ Qué se quiere que
diga? Lo hice todo..., soltadme, pues no recuerdo lo que tengo que
decir.... ¿no Veis que soy una mujer débil? ¡Oh! ¡Oh! mis brazos se
están rompiendo». Se ordenaron más vueltas y mientras las daban ella
exclamó: « ¡Oh! ¡Oh! soltadme pues no sé lo que tengo que decir.... sí
lo hice lo diría». Ordenaron que apretasen las cuerdas y entonces dijo:
«Señores, ¿no sentís piedad de una mujer pecadora? ». Le dijeron que sí,
si decía la verdad. Dijo ella: «Señor, dime, dímelo». Volvieron a
apretar las cuerdas y ella dijo: « Ya he dicho que lo hice». Le
ordenaron que lo contase con detalle, ante lo cual dijo: « No sé, cómo
contarlo, Señor. no lo sé». Separaron las cuerdas y las contaron, y
había dieciséis vueltas, y al dar la última vuelta, la cuerda se rompió.
Ordenaron
entonces que la pusieran en el potro. Dijo ella: «Señores, ¿por qué no
queréis decirme lo que tengo que decir? Señor, ponme en el suelo....
¿acaso no he dicho que lo hice todo?». Le ordenaron que lo dijese. Dijo:
«No me acuerdo.... sacadme de aquí..., hice lo que dicen los testigos».
Le dijeron que contase con detalle lo que decían los testigos. Dijo:
«Señor, como te he dicho, no lo sé con seguridad. He dicho que hice todo
lo que dicen los testigos. Señores, soltadme, pues no me acuerdo». Le
ordenaron que lo dijese. Dijo ella: «No lo sé. Oh, oh, me están
despedazando..., he dicho que lo hice.... soltadme». Le ordenaron que lo
dijese. Ella dijo: «Señores, de nada me sirve decir que lo hice, y he
reconocido que lo que he hecho me ha traído estos sufrimientos...,
Señor, tú conoces la verdad... Señores, por el amor de Dios tened piedad
de mí. Oh, Señor, quita estas cosas de mis brazos... Señor, suéltame,
me están matando». La ataron en el potro con las cuerdas, la instaron a
decir la verdad y ordenaron que apretasen los garrotes. Ella dijo:
«Señor, ¿no ves cómo esta gente me está matando? Señor, lo hice.... por
el amor de Dios suéltama». Le ordenaron que lo dijera. Dijo: «Señor,
recuérdarne lo que no sabía... Señores, tened piedad de mí..., soltadme
por el amor de Dios. .., no tienen piedad de mí .. , lo hice..., sacadme
de aquí y recordaré lo que aquí no puedo». Le dijeron que dijese la
verdad o apretarían las cuerdas. Dijo ella: «Recordadme lo que tengo que
decir porque no lo sé.. Dije que no quería comerla... Sólo sé que no
quise comerla y esto lo repitió muchas veces. Le ordenaron que dijese
por qué no quiso comerla. Dijo ella: « Por la razón que dicen los
testigos.... no sé cómo decirlo..., desdichada de mí que no sé cómo
decirlo. Digo que lo hice y Dios mío, ¿cómo puedo decirlo?». Luego dijo
que, como no lo hizo, ¿cómo podía decirlo... ? «No quieren
escucharme..., este gente quiere matarme.... soltadme y diré la verdad».
De nuevo la exhortaron a decir la verdad. Dijo: «Lo hice, no sé cómo lo
hice..., lo hice por lo que dicen los testigos.... soltadme.... he
perdido el juicio y no sé cómo decirlo..., soltadme y diré la verdad».
Luego dijo: «Señor, lo hice, no sé cómo tengo que decirlo, pero lo digo
tal como dicen los testigos..., deseo decirlo..., sacadme de aquí.
Señor, tal como dicen los testigos, así digo yo y lo confieso». Le
dijeron que lo declarase. Dijo ella: «No sé cómo decirlo.... no tengo
memoria... Señor, tú eres testigo de que si supiera cómo decir algo más,
lo diría. No tengo nada más que decir salvo que lo hice y Dios lo
sabe». Dijo muchas veces: «Señores, Señores, nada me ayuda. Tú, Señor,
oye que digo la verdad y no puedo decir más.... me están arrancando el
alma..., ordénales que me suelten». Luego dijo: «No digo que lo hice...
No dije más». Luego dijo: «Señor, lo hice para observar aquella Ley». Le
preguntaron qué Ley. Dijo: « La Ley que dicen los testigos..., lo
declaro todo, Señor, y no recuerdo qué Ley era... Oh, desgraciada fue la
madre que me parió». Le preguntaron a qué Ley se refería y cuál era la
Ley que ella decía que decían los testigos. Se lo preguntaron repetidas
veces, pero ella guardó silencio y al final dijo que no lo sabía. Le
dijeron que dijese la verdad o apretarían los garrotes, pero ella no
contestó. Ordenaron dar otra vuelta a los garrotes y la exhortaron a
decir qué Ley era. Dijo ella: «Si supiera qué decir, lo diría. Oh,
Señor, no sé lo que tengo que decir... Oh, oh, me están matando..., si
quisieran decirme qué... ¡Oh, Señores! ¡Oh, mi corazón!». Entonces
preguntó por qué deseaban que dijera lo que no podía decir y exclamó
repetidamente: «¡Oh, desdichada de mí!». Luego dijo: «Señor, sé testigo
de que me están matando sin que yo pueda confesar». Le dijeron que si
deseaba decir la verdad antes de que echasen el agua, que lo hiciera y
así descargaría su conciencia. Ella dijo que tío podía hablar y que era
una pecadora. Luego colocaron [en su garganta] la toca [embudo] de
lienzo y ella dijo: «Quitádmelo, que me estoy asfixiando y se me
revuelve el estómago». Entonces vertieron una jarra de agua, tras lo
cual le ordenaron que dijese la verdad. Ella pidió a gritos confesarse,
diciendo que se estaba muriendo. Le dijeron que la tortura continuaría
hasta que dijese la verdad y la exhortaron a decirla, pero, aunque la
interrogaron repetidamente, ella guardó silencio. Entonces el
inquisidor, viendo que estaba agotada por la tortura, ordenó su
suspensión.
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