Las
sacerdotisas de Delfos, aquellas famosas por sus sabios oráculos, no se
inspiraron en vapores divinos sino en emisiones subterráneas de gases.
Las
sacerdotisas residían en el templo de Delfos, dedicado a Apolo y cuando
eran consultadas entraban en una gruta, se sentaban en una silla de
tres patas y se llenaban de "humo divino". Así, recibían de los dioses
las ansiadas respuestas, muchas veces en un lenguaje críptico que exigía
una interpretación.
Aun
trascendieron la historia, para situarse en terreno psicoanalítico, ya
que a ellas sé les atribuye la revelación al griego Edipo de su
siniestro destino: matar a su padre y desposar a su madre. Destino que,
aunque quiso evitar, cumplió su sinuoso camino y se convirtió en el
famoso complejo freudiano.
Ya el historiador griego Plutarco
había sugerido que las sacerdotisas aspiraban vapores sulfúreos en las
profundidades de las grutas. Pero estudios hechos hace veinte años no
habían encontrado ninguna prueba que avalara esta teoría.
Estudios
contemporáneos de la agencia ANSA, el geólogo Jelle Zellinga de Boer,
de la universidad norteamericana de Wesleyan, en Connecticut, brindó
recientemente una conferencia ante sismólogos, vulcanólogos y
arqueólogos, en la que reveló que la zona del monte Parnaso, donde se
elevaba el famoso templo, está sobre una gran fractura geológica
subterránea. Por sus muchas ramificaciones se colaban gases
hidrocarburos e hidrosulfuros, como metano o etano, cuyas emanaciones
provocaban el especial estado qué predisponía a la revelación.
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