Sepultados por una montaña gracias a la intercesión de la Virgen. Así fue, según las crónicas cristianas, como los 300 soldados de don Pelayo vencieron a las tropas musulmanas en la batalla de Covadonga el año 722. De otro modo no podría explicarse cómo en Guadalate los moros fueron capaces de vencer a un inmenso ejército, mientras que una década después sufrieron la derrota contra un puñado de hombres.
Sin embargo, la verdad es más prosaica: consciente de su inferioridad, don Pelayo atrajo a sus enemigos a un angosto valle donde se convirtieron en blanco fácil de sus flechas. Incapaces de maniobrar, los musulmanes iniciaron una huida precipitada que se cortó abruptamente al ser sepultados los supervivientes por un desprendimiento de tierras. Seguramente provocado por los hombres de don Pelayo... y sin ayuda de la Virgen.
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