Mahoma entra en la Meca, miniatura del siglo XVIII. Estambul. Turquía. Museo Topkapi.
La
Meca era un importante punto de confluencia de las rutas caravaneras y
comerciales. Era también un centro religioso de primer orden en torno a
la Kaaba, un santuario de forma cúbica, donde se guardaban las estatuas
de culto de más de trescientos dioses de diferentes grupos y tribus
árabes. Los fieles peregrinaban a La Meca para solicitar favores de los
dioses, al amparo de la tregua que durante cuatro meses al año protegía a
los santuarios de las agresiones y las venganzas, tan comunes entre las
tribus árabes.
El
dios principal del santuario de La Meca era Alá, nombre que significa
«dios». Esta importante divinidad garantizaba el cumplimiento de los
juramentos, proporcionaba la lluvia y era creador del mundo. Se le
rendía culto junto a sus hijas, Al-Lat, Al-Uzza y Manat, siendo esta
última una diosa del destino.
Los custodios del santuario eran los miembros de la tribu de los quraisíes, a la que pertenecía Mahoma, llamado Muhammad en árabe.
En
pocos años, Mahoma consiguió reformar el politeísmo ancestral y unificar
las tribus árabes en torno a una religión que reconocía a Alá como
único dios.
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