Existen
en nuestro refranero frases hechas que proceden de los evangelios como
«Ir de Herodes a Pilato» y «Me lavo las manos como Poncio Pilato».
Según
Lucas (23, 6-12), después de que el sanedrín condenase a Jesús, lo
llevaron ante el gobernador romano Poncio Pilato. Este, al enterarse de
que era de Galilea, dado que Nazaret estaba en esa región de Palestina, y
ya que estaba en Jerusalén con motivo de la pascua el monarca de
Galilea, Herodes Antipas, hijo de Herodes, el rey de Judea cuando nació
Jesús, se lo envió para que este decidiera. Herodes le pidió a Jesús que
hiciese algún milagro y le planteó preguntas a las que Jesús no
contestó, así que, tras reírse de él, lo volvió a remitir a Pilato,
quien finalmente le condenó a muerte.
En
el relato de Mateo (27, 24), se dice que Pilato no encontraba en las
actividades de Jesús razones para condenarlo a muerte, y así lo expuso a
sus enemigos que pidieron de todos modos su crucifixión. Pilato,
temiendo un tumulto si se negaba, pidió agua, se lavó las manos y dijo:
«Soy inocente de esta sangre, allá vosotros.»
Se
trata de otro ejemplo de cómo el cristianismo ha influido en múltiples
aspectos culturales de nuestra sociedad. Estos dichos son de los más
conocidos de nuestro refranero. «Lavarse las manos como Poncio Pilato»
hace referencia a la actitud pasiva de Pilato cuando tuvo que decidir
sobre la suerte de Jesús de Nazaret. «Ir de Herodes a Pilato» se refiere
al trasiego que sufrió Jesús hasta que se tomó una decisión sobre quién
lo juzgaría.
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